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Homilies | Monday, June 24, 2024

Ser profeta se trata de un compromiso de fe con la verdad, con la historia y con la Iglesia

Homilía del Arzobispo Wenski en la Misa con la Orden de Malta

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El Arzobispo Thomas Wenski predicó esta homilía durante una Misa celebrada el 22 de junio de 2024, en la Catedral de St. Mary en Miami, con la Asociación cubana de Caballeros y Damas de Malta, en una celebración anticipada de la Natividad de San Juan Bautista.

Queridos hermanos y hermanas; damas y caballeros de la Soberana Orden de Malta.

La Iglesia celebró el lunes la Natividad de San Juan Bautista. Y hoy anticipamos esta fiesta tan importante para nosotros, miembros de la Orden de Malta.

En esta fiesta la Iglesia nos presenta una figura de la cual tenemos mucho que aprender; uno que ha sido llamado a ser profeta desde el vientre de su madre, y para serlo deberá tener los pies puestos en el presente, mirando al pasado y aprendiendo de él, para así comprender mejor el futuro que se avecina. Es Juan el Bautista, profeta humilde, valiente e incansable, quien nos recuerda la misión a la que nunca la Iglesia podrá renunciar: anunciar al que es el verdadero camino, la verdad que nos salva y la vida que no termina.

Él es el gran profeta que cierra el Antiguo Testamento anunciando la cercanía del Mesías. Sólo de María y de este hombre tan singular celebramos litúrgicamente su nacimiento. Su irrupción en la historia de la nueva alianza es el gran anuncio de la proximidad del tiempo de la salvación. Juan, hijo de Isabel y Zacarías, predica en el desierto alzando su voz a todo el que quiera oírlo, y sin pelos en la lengua grita sin tapujos ni componendas el mensaje que Dios le ha encomendado. Así, con lengua de fuego, llama “raza de víboras” a los que se creen salvados por ser hijos de Abraham. Desde su auténtica austeridad está convencido de que el camino del Señor no se construye con palabras, sino con acciones; por eso invita a compartir con el pobre, clama por los que pasan hambre, y exige practicar la justicia evitando toda forma de abuso y de opresión.

Pero Juan el Bautista no ignora que su destino, como el de todo profeta, está marcado por el rechazo que provoca decir siempre la verdad; invitando a una conversión radical, retando incluso al mismo rey Herodes, y denunciando el abuso de los poderosos. Se trata de un clamor urgente porque el tiempo nuevo se avecina; tiempo en que el Señor quemará como paja a los indiferentes y acomodados.

Como el profeta, hemos sido llamados para gritar el anuncio de la Verdad a tiempo y a destiempo, no poniendo el acento en la eficacia o en los medios que empleamos sino en la gracia siempre actuante de aquel que nos envió.

La Asociación Cubana de la Orden de Malta sostiene proyectos de ayuda en nuestra comunidad y en algunos países del Caribe y Centroamérica. Y también debemos resaltar de manera particular las obras, que a pesar de muchas dificultades ha logrado afianzarse en Cuba. Pobres han sido los medios con los que la Iglesia en Cuba ha llevado adelante su misión evangelizadora, y en tiempos de mayor aceptación y en otros donde nadie escuchaba, se ha mantenido siendo la voz que anuncia la esperanza y el amor misericordioso de Dios. Ese es el papel de la Iglesia en toda circunstancia, contexto y momento.

También son grandes los retos que enfrentamos como Iglesia en esta otra orilla y muchos los esfuerzos por alzar nuestras voces ante tantos desafíos. Y como Juan, nosotros todos, que somos la Iglesia, debemos tener clara conciencia de ser la voz que clama; el eco de una Palabra más fuerte: Jesucristo, el verbo de Dios encarnado.

Se trata de un compromiso con la verdad que no trata de amoldarse o acomodarse a las realidades cambiantes que nos rodean, y que nos lleva necesariamente a ser signos de contradicción, hasta tal punto que por momentos pudiera parecernos estéril todo el empeño que ponemos en la misión. Cuando escuchamos a Juan queriendo saber: "Eres tú o debemos esperar a otro", no podemos pasar por alto que quien habla está encarcelado, con riesgo de perder su vida, viviendo de pura fe.

Y es que ser profeta no significa tener todo bajo control. Se trata ante todo de no callar, aunque nos dejen solos, de gritar en el desierto, aunque vayamos contracorriente, y de asumir con todas las consecuencias el testimonio de querer ser fieles a Dios, aun cuando no lo entendemos, cuando nos desconcierta, cuando nos saca de nuestras seguridades. Es, a fin de cuentas, no amoldarnos nosotros al "desierto" en que quiere convertirse nuestra sociedad actual, marcada por ideologías que quieren ocupar el lugar de Dios, y herida por el odio, el egoísmo o la violencia. Se trata de un compromiso de fe con la verdad, con la historia y con la Iglesia.

Así, contra toda esperanza, quiere el Señor que confiemos en su gracia para seguir siendo la voz que, aunque muchas veces le toque clamar en el desierto, nunca desista en el anuncio ni en la misión encomendada. Como aquel otro profeta a quien la gente no escuchaba, que, al no lograr cambiar a nadie, le preguntaron por qué mejor no se callaba. Y entonces respondió: "Es que si yo callo serán ellos los que me cambien a mí".

Aprovecho, entonces, la ocasión para felicitarles por la labor que realizan y les animo a continuar respondiendo a la vocación a la que han sido llamados. Que el ejemplo de San Juan Bautista y la intercesión de la Santísima Virgen María les ayuden a seguir proclamando, a tiempo y a destiempo, el amor y la misericordia de Dios en medio del mundo.

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