‘Mamá, mamá, llego el ángel’
Monday, November 20, 2023
*Victor Martell
La tradición del Día de Acción de Gracias cuenta que era un momento para agradecer por la cosecha obtenida con tanto sacrificio y arduo trabajo. En los primeros días en los Estados Unidos, el Día de Acción de Gracias se celebraba en una variedad de fechas. Finalmente, Abraham Lincoln, en 1863, sugestionado por Sarah Josepha Hale, decidió que ese día debía celebrarse el último jueves de noviembre. Más tarde, Franklin D. Roosevelt promulgó el día como ley, haciendo que se celebre cada anõ el cuarto jueves de noviembre.
Yo recuerdo hace muchos años esta celebración en que todos los que la celebraban se movilizaban por carretera, tren o aviones, de un estado a otro, para estar todos juntos en ese día tan especial, en el que se da gracias a Dios por la salud y la prosperidad recibida. Allí estaban los abuelos, los hijos, los nietos, los tíos, los biznietos – en fin, toda la familia. Todos se toman un tiempo libre en el trabajo (fin de semana de cuatro días a partir del jueves) y algunos más, porque tienen que viajar a lugares muy remotos.
Desafortunadamente, hoy me da mucho pesar ver que los padres son olvidados en los asilos, o casas de personas de la tercera edad, mientras sus hijos y nietos usan estas vacaciones para irse a la playa, y algunos hasta para viajar de vacaciones a otros países. Me ha tocado visitar a esos pobres ancianos y ver sus ojos llenos de lágrimas por los desmemoriados y el abandono.
Doy gracias a Dios porque en los albergues y comedores les ofrecen una cena del Día de Dar Gracias, la mayoría en horas del almuerzo. Sí, es verdad, no les falta la comida, pero cuando he hablado con ellos, casi todos me expresan que preferirían pasar hambre, pero rodeados de su familia.
Yo creo que Dios verá con mucha alegría cuando nos reunimos con nuestros familiares y aprovechamos este día para perdonar, si existen agravios, y unirnos, porque somos una sola sangre y esto debe de servirle a sus hijos de ejemplo, para que cuando ellos crezcan, estén juntos con ustedes año tras año.
Este es un día en que nosotros, los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paul, debemos hacer todo nuestro esfuerzo para llevar los alimentos a cada hogar de aquellos que no tienen con qué comprarlos, para que también puedan reunirse en familia y celebrar este gran día de agradecimiento, principalmente a Dios.
Recuerdo hace muchos años estaba como socio de San Vicente de Paúl en la iglesia de St. Catherine of Siena en Kendall, y terminé de trabajar a las tres de la tarde con la idea de irme a casa con tiempo, por si hacía falta comprar algo de último minuto y llevar algunos extras para nuestros invitados.
Siendo esa hora recibo una llamada de la secretaria de la iglesia, la cual me informa que todas las bolsas de comida fueron entregadas, pero, al parecer, se habían olvidado de una de ellas y no debía de quedarse allí porque tenía un pavo adentro.
En verdad, aquello no me gustó nada, porque ya era tardísimo y yo trabajaba en Hialeah. Me acuso de que estaba molesto y hacía esto en contra de mi voluntad.
Fui hasta la iglesia y recogí “la jaba” con los alimentos y el pavo, busqué la dirección –no estaba lejos de la iglesia–, y cuando por fin llegué, me encontré con un chiquitín. Le pregunté si esa dirección era allí y dónde estaba el apartamento 302.
Aquel infante salió loco por las escaleras gritando, “Venga, es en mi casa”, y “Mamá, mamá, llego el ángel”. Casi se me cae la caja y cuando pude superar la falta de aire de los tres pisos, toqué la puerta y le pregunté a la señora que abrió, por qué el niño gritaba “llegó el ángel”.
Me explicó: “Mire, aquí no teníamos nada que comer para este Día de Dar Gracias. Hace solo un mes que llegamos a este país y cuando mi hijo me preguntó, ¿Qué cenaremos esta noche?, yo le dije: No hay nada, solo un ángel podía traernos la comida de este festejado día.”
Bajé las escaleras llorando de alegría y dolor, porque casi me aparto de mis principios vicentinos. Cuando llegué a mi casa y me propusieron las palabras de dar gracias a Dios, solamente dije:
“Gracias, Señor, porque me diste la oportunidad de ayudar a una familia en este día. Y me diste fuerzas para no ser flojo hoy, cumpliendo mi obligación.”
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