Santa Mar�a de la Cruz MacKillop, la primera santa autraliana
Monday, November 30, 2015
*Rogelio Zelada
En el silencio de la tarde la hermana MacKillop ha vuelto a leer la carta de Laurence Sheil, obispo de Adelaida, que acaba de expulsarla de la Iglesia -la ha excomulgado a ella y a todas las religiosas de San José- y las ha privado de recibir los sacramentos, les ha prohibido seguir su labor docente y el ejercicio de la caridad con los más desfavorecidos.
Nacida en 1842, en Melbourne, de padres escoceses Mary Helen MacKillop, con el apoyo del padre Julian Woods, había fundado en 1866 la primera comunidad religiosa femenina australiana; la congregación de las Hermanas de San José del Sagrado Corazón. Mary Helen comenzó con una pequeña escuela para niños pobres y para analfabetos, que abrió en un viejo establo en Penola; y en apenas cinco años, reunió una pujante congregación que contaba ya con 160 jóvenes religiosas: las “Josefinas”, dedicadas a escuelas, orfanatos, refugios para los desamparados, indigentes y ancianos, rescate de prostitutas y reinserción de los presos en la sociedad.
Las Josefinas nacieron del corazón de la Hna. McKillop con un claro talante dinámico, movidas desde el primer momento por la urgencia de educar a los niños mas pobres de las zonas rurales y atender las crecientes necesidades de las colonias en el vasto territorio del Outback australiano, una enorme extensión al sur del continente, árida y prácticamente despoblada, donde van surgiendo pequeñas comunidades granjeras, paupérrimos campamentos para albergar a los constructores de las vías férreas y asentamientos mineros, donde hay muchos niños que educar, enfermos y ancianos que cuidar. Las Josefinas trabajan en lugares aislados, donde la presencia de los sacerdotes no es permanente, viven en pobreza, como la gente del pueblo, sin pretensiones, ni comodidades; habitarán en tiendas de campaña, cobertizos y chabolas, muy cerca de los pobres, compartiendo con ellos a la vez que promoviéndolos.
Al obispo Sheil la labor de las religiosas, especialmente las decisiones de Sor Mary, les parecían atrevidas, sobre todo porque quedaban fuera de su control. No veía con buenos ojos a esta religiosa que había cuestionado en mas de una ocasión una decisión desacertada del obispo en relación con las nuevas fundaciones y el trabajo de la congregación.
El obispo, de pésimo carácter y poco dado al diálogo, dio oídos a rumores y críticas de miembros del clero local que, disgustados con la Hna MacKillop, mintieron al obispo y predispusieron su ánimo contra la religiosa porque la culpaban de haber denunciado la escandalosa conducta de un sacerdote conocido por ellos, quien finalmente fue suspendido de sus facultades y devuelto a su tierra sin miramientos. El obispo Sheil acusó a la Hna. MacKillop de “insubordinación” y la excomulgó al momento. Fueron cinco meses terribles, donde la obra que la buena religiosa había levantado parecía derrumbarse día a día.
Sus defensores incondicionales fueron los padres jesuitas que desde el primer momento entendieron la injusticia y la ilegalidad de esta fulminante excomunión y dieron siempre su apoyo y atención espiritual a todas las hermanas. En su lecho de muerte y arrepentido por todo el mal que le había hecho, Monseñor Sheil levantó la excomunión a la hna. MacKillop quien, a la manera de fray Luis de León, continuó su obra como si nada hubiera pasado.
En 1873 viaja a Roma y consigue la aprobación pontificia de manos del Papa Pío IX; a partir de ese momento la congregación adquirió la necesaria autonomía para llevar adelante su misión. Nuevas fundaciones florecieron no solo en Australia, sino también en Nueva Zelanda, Irlanda, Timor Oriental y en Perú. Donde trabajan con los mas desamparados y desfavorecidos; especialmente con inmigrantes e indígenas.
Ella, que en su profesión religiosa había tomado el nombre de María de la Cruz murió en un convento fundado por ella al norte de Sidney en 1909, a consecuencia de una hemorragia cerebral que había sufrido ocho años atrás. Frágil e inmóvil, dedicó esta última etapa de su vida a la oración y a la aceptación de su incapacidad física.
Desde su muerte los australianos la veneraron como un símbolo de su identidad católica. Su causa de beatificación comenzó en 1973, en 1992 declarada venerable por el reconocimiento de la heroicidad de sus virtudes. En 1995 fue beatificada por el Papa San Juan Pablo II. Durante la Jornada Mundial de la Juventud el Papa Benedicto XVI oró ante su tumba y la presentó como modelo para la juventud del mundo; el mismo sumo pontífice la canonizó el 17 de octubre de 2010; en la ceremonia, el papa resaltó que Santa Mary Mackillop “se dedicó desde joven a la educación de los pobres en el terreno difícil de la Australia rural”.
Este es el único y singular caso de una religiosa, que ha recibido el reconocimiento de la santidad a pesar de haber sido excomulgada. Ella hizo el largo viaje a la santidad desde un pueblo muy pequeño, desde un pobre establo, sin recursos, sin medios humanos, pero con la enorme fuerza de la fe y con una inquebrantable confianza en la providencia de Dios.
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