Adios a las armas
Monday, February 19, 2024
*Fr. Eduardo Barrios, SJ
Así se titula una novela de Ernest Hemingway, “Farewell to Arms”. Bien podrían los civiles del país despedirse de todas las armas que no tengan un fin estrictamente defensivo, como serían pistolas de bajo calibre. La tenencia de armas menores sólo se justificaría en manos de quienes corren peligro de caer víctimas de ladrones, como los dueños de joyerías.
Los llamados rifles de asalto quedarían absolutamente reservados al ejército. De ningún modo se permita a los no-militares la posesión de esas armas automáticas que disparan tantas balas por minuto.Se deben rechazar de plano las falacias divulgadas por miembros de la National Rifle Association. Ellos dicen que las armas no matan, sino quienes aprietan los gatillos. Pero si no existiesen esas armas tan mortíferas en manos privadas, nadie apretaría tales gatillos.
Otro slogan mendaz de los socios de esa asociación pro-armas es que si las armas de corte militar se hacen ilegales, sólo los ilegales las poseerían. No tiene lógica ese razonamiento. Si cae preso todo aquél que las posea, irá a la cárcel tanto el que tiene intenciones criminales como quien no las tiene.No basta con investigar los antecedentes de quienes aspiran a comprar armas. Algunos sólo sugieren no vender armas a quienes tengan problemas de salud mental. Pero desgraciadamente, hay personas muy cuerdas, sin enfermedades psíquicas, que albergan odios homicidas en su corazón y están dispuestas a desahogar su malicia moral perpetrando matanzas de inocentes.
Aquí llegamos a algo que no suele tenerse en cuenta. Se ha difundido la opinión de que quienes cometen crímenes son simplemente enfermos mentales. Con eso se suprime la responsabilidad moral de los humanos. Dentro de cada uno actúa la conciencia moral para animar al bien y poner freno al mal. Desafortunadamente hay quienes desoyen la voz de la conciencia y escogen libremente hacer el mal. La teología cristiana llama pecado al mal deliberadamente procurado.
Tampoco basta el control de las armas para evitar la violencia homicida. Se debe cargar la mano en la educación. Ésta comienza en el hogar, vivero imprescindible de los valores humanos. Luego vienen las escuelas e iglesias a inculcar también esos valores en torno al principal de todos, el amor al prójimo. Se hace de manera más efectiva cuando se le da base teologal a los valores, dado que “Dios es amor” (1Jn 4, 8-16).
Este blog se publicó originalmente como columna en la edición de febrero 2024 de La Voz Católica.
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