Los coordinadores locales: catalizadores del cambio
Monday, April 17, 2023
*Jan Rayburn
El cambio. ¡Uf! A la mayoría de la gente no le agrada, a menos que sea en forma de moneda de oro.
¿Cuántos de nosotros aún mantenemos nuestras resoluciones de año nuevo? De hecho, ¿cuántos pasaron la Cuaresma absteniéndose de... lo que fuera? Ya me entienden. Dejaron las galletas, pero a la tercera semana sólo dejaron las galletas con trocitos de chocolate, y en la Semana Santa sólo dejaron las galletas que tuvieran más de 5 trocitos de chocolate. (No digo nada.)
¿Y a quién le gusta cambiar los relojes una hora? Si les gusta en la primavera, lo detestan en el otoño. O viceversa. ¿Perder una hora? ¿Ganar una hora? De cualquier manera, probablemente llegaremos tarde al trabajo la semana siguiente. Lleva tiempo adaptarse a los cambios.
Pero a veces los cambios son para mejorar. ¿Qué me dicen de los grandes cambios, como empezar un trabajo nuevo, cambiar de colegio, o mudarse? Estaba pensando en los grandes cambios de mi vida, y me di cuenta de que he vivido en 22 lugares de los Estados Unidos. Eso es mucho, dado que llevo 35 años en la misma casa. No, no soy centenaria. Simplemente me llevó un tiempo encontrar mi hogar. Acogí ese cambio.
Con el desdén que muchos de nosotros sentimos por el cambio, qué divertido es tener la carga —quiero decir la tarea— de servir como catalizadores del cambio. En esencia, eso es lo que un "coordinador local" está llamado a hacer: cambiar los corazones, las mentes y los comportamientos de quienes tienen niños a su cargo. Menos mal que se han montado en el caballo, han tomado las riendas y han lanzado un resonante grito de ¡arre!
Los coordinadores locales supervisan el cumplimiento y mantenimiento de los registros correspondientes a la Política de Ambiente Seguro de la Arquidiócesis de Miami. Eso significa comunicar a su clero, religiosos, empleados, proveedores y voluntarios la necesidad de una verificación de antecedentes cada cinco años mediante la toma de huellas dactilares. No sólo por la normativa, sino también porque es una ley estatal.
Oh, genial, tengo que registrarme en línea, y luego encontrar el lugar correcto después del trabajo, en lugar de ir directamente a la casa. Llegaré tarde a la cena. ¡Y ni hablar de la humillación de que me tomen las huellas dactilares! Al menos ya no conlleva las marcas delatoras de tinta negra.
Estoy segura de que esto es lo que algunos están pensando. Pero aún hay más. Después, los coordinadores locales deben informar sobre el curso de capacitación en línea de Virtus que se debe realizar antes de poder servir, y que incluirá boletines mensuales. Recuerdo que cuando dirigía sesiones presenciales de capacitación en Virtus, muchos asistentes expresaban su frustración —por decirlo con delicadeza— al tener que hacer el curso. Otros lo demostraban en la mesa de inscripción al levantar sus cejas y con una sonrisa torcida. Sin embargo, al final de la sesión, esas mismas personas, junto con la mayoría de los asistentes, expresaban su entendimiento y apreciación por el curso.
Más que nada, esta transformación resume el éxito de los coordinadores locales como catalizadores del cambio: transformar los corazones, las mentes y los comportamientos relacionados con el cumplimiento, participante por participante.
En la actualidad, el curso inicial de capacitación de Virtus se imparte en línea, por lo que se puede acceder a él las 24 horas del día, los 7 días de la semana, y se completa en aproximadamente 90 minutos. El tercer componente principal del cumplimiento, la Promesa para Promover un Ambiente Seguro, ya se firma electrónicamente a través del registro de Virtus, por lo que apenas merece una mirada de desagrado.
Sin embargo, es esa actitud inicial de resistencia y aprensión la que los coordinadores locales enfrentan a diario. Y lo hacen montados en la silla, mostrando comprensión y compasión. Motivados por la importancia vital del cumplimiento y el gran peligro del incumplimiento, explican con calma y diligencia que todos estos requisitos están diseñados para mantener a salvo a los niños —posiblemente incluidos los propios hijos de los participantes— y a los adultos vulnerables, tal y como prometieron los obispos a través del Estatuto para la Protección de Niños y Jóvenes. (La política de la Arquidiócesis de Miami incluye a los adultos vulnerables porque en el estado de La Florida, con tantos centros de atención a la salud y tantos jubilados, sería inconcebible no incluirlos.)
Es imperativo que el ejemplo lo den el clero, los religiosos y los empleados que representan a la Iglesia, así como los muy respetables padres y madres que sirven como voluntarios, además de todos los voluntarios con acceso a los niños. Son considerados personas de confianza, especialmente por los propios niños y por los adultos que rodean a los niños. Su apoyo a la política y la integridad de sus acciones es lo que demuestra a los demás —ya sea en sus parroquias, escuelas, vecindarios, y más allá— que damos prioridad a la protección de la infancia. Porque la gente nos observa. Porque los depredadores nos observan. Porque un pequeño inconveniente es insignificante cuando se trata de la seguridad y el bienestar de todos los niños de Dios, lo que, por supuesto, incluye a los adultos vulnerables a nuestro cuidado.
Nadie lo sabe mejor que los coordinadores locales de nuestras parroquias, colegios y otras entidades. Es un trabajo poco gratificante. ¿Mencioné que también tienen que enviar informes, formularios y cartas a la Oficina de Ambiente Seguro para que los revisen los auditores independientes, y estar preparados para recibir una visita sorpresa de esos mismos auditores?
Así que la próxima vez que vean al coordinador local en su centro, sustituyan esa sonrisa torcida por una genuina. O bien, ya que ha pasado la Cuaresma, llévenle una galleta. Me han dicho que Night Owl Cookies abre hasta las 2 de la madrugada. ¡Y tienen unas galletas con trocitos de chocolate riquísimas!
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