En marcha hacia un futuro diferente
Monday, January 24, 2022
*George Weigel
La Marcha por la Vida que se celebra cada año en Washington comenzó en 1974, y es difícil pensar en un testimonio público más admirable o coherente sobre la dignidad de la persona humana que, durante todos estos años, hayan dado tantas personas de todas las razas, religiones y clases sociales.
La Marcha se ha realizado con tiempo bueno y malo. Funcionarios públicos de alto nivel le han dedicado atención; otros la han ignorado con frecuencia (o con desprecio). En la última década, la Marcha ha crecido y se ha rejuvenecido, hechos ignorados en la anoréxica cobertura de la prensa de la que suele ser la mayor reunión de ciudadanos-activistas de Washington. La Marcha por la Vida es divertida, seria, piadosa y un poco caótica. Para los que participan, es una poderosa inyección de energía que reanima a los manifestantes y a sus partidarios para dedicar otro año a la construcción de una cultura de la vida en los Estados Unidos.
La Marcha por la Vida de este año, la número 49, será diferente.
Al concluir su término actual, que se espera sea a finales de junio de 2022, la Corte Suprema emitirá su decisión en el caso de Dobbs vs. Jackson Women's Health Organization. El caso Dobbs ofrece a la Corte su mejor oportunidad en décadas para revertir el error que cometió en la decisión de Roe vs. Wade de 1973, y que luego reafirmó en la decisión equivocada (de hecho, extraña) de Casey vs. Planned Parenthood of Southeastern Pennsylvania, de 1992. Ese error —descubrir un "derecho al aborto" en algún lugar de los intersticios de la Constitución de los Estados Unidos— ha sido una herida infectada en el cuerpo político estadounidense durante casi medio siglo.
Eso condujo a la terminación violenta de decenas de millones de vidas que podrían haber sido vividas de forma creativa, al tiempo que distorsionó nuestra política y degradó nuestro debate público. Roe y Casey han insensibilizado a nuestra sociedad, como lo hicieron Dred Scott (1858) y Plessy vs. Ferguson (1896), cuando la Corte afirmó la constitucionalidad de la esclavitud y la segregación racial en las instalaciones públicas, respectivamente. Roey Casey también hirieron al propio Tribunal, al obligarle a emitir juicios sobre asuntos que manifiestamente no son de su competencia, y al erosionar la colegialidad que debería caracterizar las deliberaciones del tribunal jurídico supremo de la nación.
Roe y Casey fueron errores, errores graves y letales sin fundamento en una jurisprudencia seria. Corregir esos errores al enviar a Roe y Casey al basurero de la historia realzará, no erosionará, la integridad institucional y la credibilidad de la Corte. Las afirmaciones contrarias provienen de quienes saben o sospechan (pero no pueden admitir) que han perdido el argumento constitucional, y que ahora recurren a la intimidación.
Así pues, la 50ª Marcha por la Vida, en enero de 2023, debería tener lugar en unos Estados Unidos posteriores a Roe vs. Wade, algo que, tomando prestado del Bardo, es una "consumación devotamente apetecible". Los Estados Unidos posteriores a Roe, sin embargo, serán un país que necesitará la Marcha por la Vida como siempre, y quizás incluso más.
Los Estados Unidos después de Roe serán unos en los que el movimiento provida deberá trabajar con los legisladores estatales para proporcionar protección legal a los niños no nacidos. Eso significa un país en el que se celebren 51 debates, no sólo uno. Y aunque habrá grandes similitudes entre esos 51 debates distintos, también habrá matices que considerar, juicios prudenciales que hacer y estrategias legislativas diseñadas para responder a las situaciones locales. En otras palabras, los Estados Unidos posteriores a Roe serán unos Estados Unidos en los que el debate sobre el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural será mucho más complejo.
Los Estados Unidos posteriores a Roe serán unos en los que el movimiento provida deberá expandir sus esfuerzos ya amplios para ofrecer servicios que afirmen la vida y ofrezcan sanación a las mujeres embarazadas en crisis. Para ello se necesitará una estrategia de comunicación provida más eficaz, que dé a conocer mejor las alternativas disponibles al aborto y que, por tanto, sean aún más accesibles. Durante mucho tiempo, la verdad ha sido que nadie debe tener un aborto en los Estados Unidos; comunicar esa verdad debe ser una prioridad provida en los Estados Unidos posteriores a Roe y Casey.
Luego está el trabajo de la conversión cultural. La licencia para abortar es una consecuencia de la noción de que alguna vida —"inútil" o "defectuosa" o "inconveniente"— es indigna de aprecio cultural y protección legal. En la década de 1920, distinguidos juristas y médicos alemanes llamaron a esto Lebens unwertesleben ("Vida indigna de la vida"). Los orígenes de esa grotesca idea se encuentran en la "ciencia" falsa de la eugenesia. Y aunque las consideraciones eugenésicas nunca se invocan hoy en día (al menos en público), sería ilusorio imaginar que las variaciones de este tema perverso no están presentes sutilmente en los Estados Unidos.
Así que habrá una Marcha por la Vida en 2023 y, espero que durante muchos años después, ya que el trabajo de conversión de la cultura continúa.
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