Las 'creencias' católicas y el debate sobre el aborto

Monday, October 18, 2021

*George Weigel

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¿Creen los católicos que la vida humana comienza en el momento de la concepción, una formulación que se ha vuelto omnipresente en las últimas semanas?

Pues, sí, precisamente en el mismo sentido en que los católicos "creen" que la Tierra es esférica, no plana; que Venus es el segundo planeta del sistema solar; que una molécula de agua está compuesta por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno; que la sangre circula por el cuerpo; que el corazón humano tiene cuatro cavidades; y así sucesivamente.

Los católicos, como se dice, "creen en la ciencia".

Los católicos no "creen" que la vida humana comienza en la concepción en el mismo sentido en que los católicos "creen" en la Encarnación de la segunda persona de la Trinidad, o en la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, o en la remisión de los pecados a través del sacramento de la penitencia, o en la Presencia Real de Cristo —cuerpo, sangre, alma y divinidad— en la Eucaristía. "Creer" en estas verdades, es, para los católicos, una cuestión de afirmación de fe.

Y por eso es un error no forzado que los católicos —incluyendo a obispos, sacerdotes, religiosos y laicos— utilicen el lenguaje de la "creencia" con respecto al comienzo de la vida humana. La respuesta correcta a la pregunta de cuándo comienza la vida humana no es una cuestión de fe; es un hecho científico. El producto de la concepción humana, un embrión con un carácter genético único, es, para citar a Robert George y Christopher Tollefson, "un miembro vivo completo de la especie Homo sapiens en la etapa más temprana de su desarrollo natural". Esto se aprende, o se solía aprender, en la biología de la escuela secundaria. El ser humano que comienza en la concepción se desarrolla a través de varias etapas de la vida —embrión, feto, niño, adolescente, adulto— mediante su propio funcionamiento dirigido internamente, que comienza de inmediato en la concepción. Esto no es, para repetirlo, una cuestión de fe o "creencia". Es un hecho empírico: una vida humana, ni más ni menos que una vida humana, comienza en la concepción.

La gran industria del aborto, sus aliados culturales y sus acólitos políticos han enturbiado estas aguas lingüísticas durante décadas, al argumentar que la "creencia católica" de que la vida comienza en la concepción es una afirmación sectaria sin fundamento científico. Eso es objetivamente y evidentemente falso, y plantear ese argumento es traficar con una mentira. Algunos dicen esta mentira de manera deliberada. Otros, incluidos los que ocupan altos cargos públicos, la dicen por ignorancia, estupidez o conveniencia. Cualquiera que sea la motivación o la causa, el argumento es una ignorancia científica, el equivalente funcional de afirmar que Neil Armstrong y Buzz Aldrin en realidad aterrizaron en el desierto de Arizona en la misión del Apolo 11.

Y hay que señalarlo como tal.

La verdadera cuestión en el debate sobre el aborto es, ha sido y será siempre la siguiente: ¿Qué le debe una sociedad justa a la vida indiscutiblemente humana que sin duda comienza en la concepción? Los católicos catequizados y coherentes responden a esta pregunta citando un principio fundamental de justicia que cualquiera puede comprender por la razón: la vida humana inocente merece la protección de la ley en cualquier sociedad justa. Los católicos catequizados y coherentes continuarán con el argumento de que una sociedad justa apoyará a las mujeres atrapadas en el dilema de un embarazo no planificado y no deseado. Y los católicos apostólicamente alertas ayudarán a esas mujeres a encontrar la ayuda que necesitan, que está disponible de inmediato en los centros de crisis para embarazos de todo el país.

Lo que noharán los católicos serios y coherentes —presidentes, gobernadores, legisladores, miembros del Congreso, clérigos de todos los rangos y ciudadanos comprometidos— es ignorar la ciencia y afirmar que el comienzo de la vida humana es una cuestión contenciosa. Los católicos serios y coherentes tampoco reforzarán esa afirmación falsa al referirse como una cuestión de "creencia" a la "posición" católica sobre el comienzo de la vida. Hacerlo sería participar en uno de los juegos lingüísticos engañosos que han distorsionado durante demasiado tiempo el debate estadounidense sobre el asunto del aborto.    

En los próximos meses se intensificará la histeria mostrada por los partidarios de la licencia para abortar mientras el Tribunal Supremo se prepara para escuchar el caso Dobbs vs. Jackson Women's Health Organization, que ofrece la oportunidad de corregir los graves errores constitucionales que el Tribunal cometió en Roe vs. Wade y en Casey vs. Planned Parenthood. Sospecho que esto es una señal de lo débiles que la industria del aborto y sus aliados saben que siempre han sido sus argumentos. Ningún católico serio o coherente reforzará esos argumentos, que se desmoronan al hablar de una "creencia" católica sobre cuándo comienza la vida. Los católicos serios y coherentes saben cuándo comienza la vida.

No porque sean católicos, sino porque conocen la ciencia.