El autoritarismo liberal y la Msa tradicional en latín
Monday, August 2, 2021
*George Weigel
Permítanme comenzar por definir mi lugar en las Guerras de la Liturgia.
Soy un hombre del Novus Ordo.
No estoy de acuerdo en que el Misal Romano promulgado por el Papa Pío V en 1570 haya sepultado el Rito Romano en el ámbar eclesiástico, de manera que permanezca para siempre (como dijo recientemente un amigo tradicionalista) "la expresión más auténtica de la lex orandi [regla de culto] de la Iglesia romana". Si ese fuera el caso, entonces el Misal de 1962 de Juan XXIII, que se utiliza en las celebraciones del siglo XXI de lo que se suele llamar la "Misa tradicional en latín", no es del todo auténtico, ya que incorpora cambios en la liturgia promulgados por los Papas Pío XII y Juan XXIII.
Creo que la restauración de la Vigilia Pascual y la renovación del Triduo Pascual por Pío XII fueron desarrollos impresionantes del Rito Romano, como creo que el menú más rico de lecturas bíblicas disponible en la Misa de hoy fue otro logro importante del movimiento litúrgico de mediados del siglo XX.
No considero que el latín sea una lengua litúrgica "sagrada", y creo que es totalmente posible celebrar un culto digno y reverente en inglés.
Creo que la Constitución del Concilio Vaticano II sobre la Sagrada Liturgia enseñó verdades importantes, especialmente sobre el carácter escatológico del culto de la Iglesia como anticipación de la vida en el Reino de Dios, y estoy de acuerdo con su enseñanza de que el culto de la Iglesia debe realizarse con una "noble sencillez".
Pienso que es ridícula la sugerencia de algunos tradicionalistas litúrgicos de que la supervivencia del catolicismo exige la restauración de las antiguas Oraciones al Pie del Altar, las antiguas oraciones del ofertorio, y el antiguo Último Evangelio. Así es como veo también las afirmaciones de que la constitución litúrgica del Concilio y su aplicación inmediata fueron el resultado de una cábala de masones, comunistas y clérigos homosexuales.
Prefiero las casullas góticas a las casullas en guitarrón y no me gusta la sobrepelliz con encajes.
Dicho esto, también creo que la reciente carta apostólica Traditionis Custodes [Custodios de la Tradición], que intenta revocar el generoso permiso del Papa Benedicto XVI para facilitar la celebración de la Misa tradicional en latín en la carta apostólica Summorum Pontificum de 2007, fue una incoherencia teológica, divisoria desde el punto de vista pastoral, innecesaria, cruel, y un ejemplo lamentable del acoso liberal que se ha vuelto demasiado familiar en Roma en tiempos recientes.
Summorum Pontificum fue un acto de solicitud pastoral para aquellos católicos que encuentran más eficaz el culto según el Misal de 1962, en lo que Benedicto XVI describió como la "Forma Extraordinaria" del Rito Romano. También se esperaba que la experiencia más amplia de la Iglesia con esa Forma Extraordinaria volviera a sacralizar y ennoblecer el culto de la Iglesia según la "Forma Ordinaria" de la liturgia, el misal posterior al Vaticano II del Papa Pablo VI, revisado por el Papa Juan Pablo II. En mi experiencia, esa esperanza se reivindicaba, a medida que la temporada tonta de la liturgia llegaba misericordiosamente a su fin.
Viví esa reivindicación durante tres semanas en Cracovia, cuando el seminario que dirigí allí —una reunión multinacional de católicos de seis países y culturas— celebró el Novus Ordo con reverencia y oración, utilizando el canto gregoriano para las partes ordinarias de la Misa, y cantos latinos tradicionales y cantos contemporáneos de Taizé (tanto en latín como en inglés) como antífonas de entrada, ofertorio y comunión. La participación de la congregación de nuestro seminario en la liturgia fue, como esperaba el Vaticano II, "plena, activa y consciente"; también fue digna, reverente y en sintonía con lo sagrado.
En muchas parroquias estadounidenses donde se ha ofrecido la Forma Extraordinaria además de la Forma Ordinaria más común, la unidad de la Iglesia no se ha visto perjudicada. Sin duda es cierto que algunos defensores de la Forma Extraordinaria se creen el único remanente fiel de una Iglesia en decadencia, y su presencia en línea es deprimentemente familiar. Pero sugerir, como hace Traditionis Custodes, que ese complejo de superioridad divisivo (unido a un rechazo ideológico del Vaticano II) es la nueva normalidad para quienes desean rendir culto en misas celebradas con el Misal de 1962, es una calumnia que no se sostiene de manera empírica. Los juicios romanos no deberían basarse en la histeria y las payasadas de la blogosfera católica.
El catolicismo progresista se ha caracterizado típicamente por una vena autoritaria, una tendencia al acoso y la intimidación que ciertamente denota impaciencia y puede sugerir una falta de confianza en sus propuestas y argumentos. En el actual pontificado, esto ha llevado a una noción extrema de la autoridad papal que podría hacer sonrojar al Papa Pío IX. Esto no ha caído bien en toda la Iglesia mundial, y ese hecho tendrá un efecto marcado en la próxima elección papal.
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