Las utilitaristas religiones
Monday, May 24, 2021
*Fr. Eduardo Barrios, SJ
El pasado 11 de abril salió en un periódico de Miami un artículo títulado, “La pandemia no ha provocado un renacimiento religioso”. Su autor reconoce no ser religioso, pero le ve utilidad a las religiones; sólo utilidad práctica. El columnista les concede valor ético. Las llama “brújula moral”. Las religiones contribuirían a organizar civilizadamente la vida terrena; sólo eso. No brindarían una salvación radical más allá de la vida presente. No tendrían nada que decir sobre qué hay después de la muerte. No tendría sentido lo prometido por Jesús: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas; me voy a prepararles sitio” (Jn 14,2).
El autor afirma que las religiones han perdido feligresía. Pero según el Anuario Pontificio, por lo menos la Iglesia Católica sigue creciendo a nivel mundial, aunque no en Europa y América del Norte; el crecimiento mayor se da en África y Asia. Entre el 2013 y el 2018 aumentó el número de católicos en un 6%, y se crearon nuevas diócesis. Es cierto que se necesitan más vocaciones sacerdotales y religiosas para atender a los 1.329 millones de católicos.
Su diagnóstico señala que las religiones han quedado “atrapadas en dogmas y rituales” en vez de propagar “valores y espiritualidad”. Parece usar la palabra “dogma” en sentido peyorativo. Pero es válida. No puede haber Religión sin Credo común. San Pablo prefería expresiones más sencillas como “sana doctrina” y “depósito de la fe”. También emplea la palabra “rituales” como algo negativo, cuando los católicos miran el culto como gozosa celebración de los Sacramentos. Esas Liturgias canalizan los bienes sobrenaturales necesarios al sustento espiritual de los fieles. “Valores y espiritualidad” no se oponen a “rituales” (oración y culto); todo lo contrario; se nutren de ellos.
Las religiones, añade el articulista, deben “reinventarse” para no seguir perdiendo clientela. De modo que las iglesias podrían cambiar doctrinas, y los feligreses se equipararían a clientes. En religiones así el gran ausente sería Dios.
Parece que para ese escritor las religiones son fenómenos puramente humanos. No se pregunta si realmente existe Dios ni si Dios ha revelado la verdad sobre sí, sobre el hombre y sobre el cosmos. Tampoco se pregunta si a los fieles les interesa Dios, su santa voluntad, y entrar en comunión con Él. Se sabe que en la Católica hay un Sumo Pontífice, pero muchos Papas han explicado que no tienen autoridad para hacer cambios sustanciales, porque ellos no están por encima de la Biblia y de la Tradición viva de la Iglesia. Los Papas y demás agentes de pastoral se sienten custodios y transmisores del legado que entregó Jesús a los primeros apóstoles. No se puede “reinventar” el Cristianismo en lo esencial.
Los números importan a los cristianos, porque Jesús dio esta misión: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos…” (Mt. 28,19). Pero más importa la calidad espiritual de la feligresía, sea mucha o poca.
La bimilenaria historia del Cristianismo ha conocido altibajos. El presente puede ser un momento bajo para la religión organizada. Pero sin duda que habrá un renacimiento religioso, porque tarde o temprano cundirá el desencanto al quedar patente la incapacidad de las tecnologías y de los bienes puramente materiales para saciar los anhelos más profundos del espíritu humano. Los creyentes confían tranquilos en la promesa del Señor: “Sepan que yo estoy con Ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28,20).
Este artículo se publicó primero en la edición de mayo de 2021 de La Voz Católica.
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