El católico cabal
Monday, April 26, 2021
*Fr. Eduardo Barrios, SJ
Hay católicos en todas las profesiones y oficios. También los hay, afortunadamente, en el quehacer político. En una sociedad pluralista y democrática como los Estados Unidos, el político católico enfrenta perplejidades a la hora de conciliar los postulados de su fe y moral con ciertas leyes moralmente objetables. El tema requiere profundización.
Católico no se nace, se hace. Todo comienza con el bautismo. Allí el bautizando, generalmente infante, recibe una nueva identidad, la de hijo de Dios en sentido sobrenatural y la de miembro del escatológico y definitivo pueblo de Dios, la Iglesia.
Pero así como el recién bautizado crecerá en el cuerpo, su nueva identidad cristiano-católica también deberá desarrollarse gracias a las buenas palabras y mejores ejemplos de sus progenitores. Ayudarán, además, las catequesis para los otros sacramentos de iniciación cristiana, a saber, Primera Confesión, Primera Comunión y Confirmación. Luego vendrán los grupos juveniles, catequesis para adultos, cursos prematrimoniales y retiros espirituales.
Llegarán a madurar su identidad católica quienes, además de conocer la doctrina, la experimenten mediante una intensa vida espiritual. Los católicos en sentido pleno o cabal no son los que más saben de teología, sino los que viven más unidos a Dios por la oración, los sacramentos y las buenas obras. Éstos podrían llamarse místicos en sentido amplio, es decir, personas que experimentan la realidad de Dios y de su mensaje. Serían capaces hasta del martirio. Mártir católico no es quien muere por algo, sino por Alguien.
Desafortunadamente no todo bautizado llega a la plenitud de su identidad cristiana. Por falta de formación o de vida interior, o por mal uso de la libertad, muchos se quedan en católicos nominales. Suelen decir: “Soy católico a mi manera”. O también: “Soy católico, pero no fanático”.
Éstos también se conocen como católicos de cafetería, pues no se alimentan de la doctrina como de un “combo”, un conjunto de verdades reveladas que forman un todo indivisible. Más bien escogen lo que les gusta, como se hace al pasar frente a las fuentes de una cafetería para servirse selectivamente. Generalmente tales “católicos” escogen lo dulce, lo devocional, y descartan lo exigente, lo que pide mucha fe, así como mucha abnegación y sacrificio.
Volviendo al escrutinio sobre el político que se dice católico, se le exonera de imponer a toda la sociedad ciertas características de la vida católica. Sería ridículo que exigiese a todos los ciudadanos ir a Misa los domingos y que se abstuviesen de comer carne los viernes de Cuaresma.
Pero sí debe mostrarse firme en materias de justicia enraizadas en la Ley Natural. El gobernante católico tiene que ser un abanderado de los pobres, de los enfermos y de todos los vulnerables. Sabe que los preceptos del decálogo, como no matar, no mentir, no robar y no fornicar expresan deberes universales; no obligan sólo a los creyentes del mundo judeocristiano.
En cuanto al tema candente de proteger la vida humana desde su concepción hasta su desenlace natural, descartando por tanto el aborto así como la eutanasia, le quede claro que esa protección se basa en la recta razón iluminada por la ciencia, y no sólo en el magisterio de la Iglesia.
Este artículo se publicó primero en la edición de abril 2021 de La Voz Católica.
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