Coronavirus: Kairós para la humanidad
Monday, August 24, 2020
*Tony Magliano
Aunque hasta cierto grado no es probable que se regrese a la "normalidad", eso no significa que la gran mayoría de los que poseen la mayor parte de la riqueza y el poder del mundo no utilicen todas las ventajas a su disposición para tratar de aferrarse a sistemas quebrados, corruptos e injustos —lo que el Papa Juan Pablo II llamó "estructuras de pecado"— que alimentan su codicia mientras matan de hambre las aspiraciones moralmente justas de los pobres y vulnerables del mundo.
Entonces, ¿qué debería hacer cada seguidor de Jesús?
Deberíamos rezar sinceramente por la conversión espiritual de los ricos y poderosos. ¡Y deberíamos oponernos a ellos!
Tenemos que dar la lucha no violenta de nuestras vidas para asegurarnos de no volver a ser sonámbulos en una "normalidad" moralmente enferma.
Los viejos hábitos son difíciles de erradicar, tanto a nivel individual como estructural. A menos que admitamos con humildad nuestra significativa indiferencia personal, nos arrepintamos y nos esforcemos por transformarnos a nosotros mismos y a estas estructuras de pecado, después de la pandemia del coronavirus continuarán las estructuras pecaminosas del capitalismo terminante centrado en las ganancias y, con toda certeza, el militarismo mortal continuará su avance —aplastando bajo los pies a los pobres, vulnerables y al propio planeta.
En su reciente homilía del Domingo de la Divina Misericordia, el Papa Francisco advirtió que mientras el mundo espera la eventual recuperación de la pandemia, "se insinúa justamente este peligro: olvidar al que se quedó atrás. El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí. Se parte de esa idea y se sigue hasta llegar a seleccionar a las personas, descartar a los pobres e inmolar en el altar del progreso al que se queda atrás".
El Santo Padre continuó: "Pero esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos. Que lo que está pasando nos sacuda por dentro. Es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad". (https://bit.ly/2V0ZvZN)
¡En cada parroquia, diócesis, foro cívico, académico, de negocios, laboral y social necesitamos empezar a dialogar, planificar y organizar formas de construir estructuras y sistemas que funcionen para todos —desde el momento de la concepción hasta la muerte natural— donde nadie se quede atrás y todos tengan un lugar a la mesa!
Y necesitamos desarrollar estrategias sobre la mejor manera de influir y presionar a los líderes gubernamentales y corporativos (por ejemplo, boicots, liquidaciones) para que pongan el bien común y el cuidado del planeta como sus prioridades principales, no el poder y el beneficio (https://gofossilfree.org/divestment/what-is-fossil-fuel-divestment/).
Todo esto puede con facilidad tentar a cada uno de nosotros a sentirse abrumado.
Pero es esencial que no nos dejemos abrumar. No todo depende de ustedes y de mí. ¡El Espíritu Santo está con nosotros! Cada uno de nosotros puede marcar la diferencia en nuestra esfera de influencia personal (por ejemplo, familia, amigos, parroquia, lugar de trabajo, medios de comunicación social, grupos de presión).
En su enérgica Carta Pastoral de 1983 sobre la guerra y la paz titulada "The Challenge of Peace: God’s Promise and Our Response" (El Desafío de la Paz: La Promesa de Dios y Nuestra Respuesta), los obispos católicos de los Estados Unidos escribieron: "Tengamos el valor de creer en un futuro brillante y en un Dios que lo quiera para nosotros —no un mundo perfecto, sino uno mejor. El mundo perfecto, como creemos los cristianos, está más allá del horizonte, en una eternidad sin fin donde Dios será todo en todo. Pero aquí hay un mundo mejor para que lo construyan las manos, los corazones y las mentes humanas".
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