Más allá de 'pensamientos y oraciones'
Monday, August 12, 2019
*Brenda Tirado Torres
“Solo pudiera comprender esos asesinatos en masa si los autores estuvieran bajo la influencia de las drogas”.
El comentario surgió durante uno de los encuentros “en línea” que sostengo cada semana con amistades que residen en distintos lugares de Latinoamérica. Me tomó por sorpresa porque vino de una amiga que vive en Caracas, Venezuela, una de las 10 ciudades más violentas del mundo. Pero la realidad es que, a pesar de la criminalidad que azota a la capital venezolana, allá nadie ha entrado a una iglesia, a una escuela, o irrumpe en un festival, armado hasta los dientes, para matar gente a diestra y siniestra. Sin embargo, aquí sí.
En los Estados Unidos, los asesinatos en masa han alcanzado niveles epidémicos. No debemos ignorar su frecuencia, pues corremos el riesgo de insensibilizarnos a la violencia. En el corto plazo de una semana, los obispos del país tuvieron que emitir no uno, sino tres comunicados relacionados con los asesinatos en un festival de Gilroy, California, en una tienda de El Paso, Texas, y frente a un club nocturno en Dayton, Ohio. En sus mensajes, piden legislación y acciones concretas para poner fin a estos asesinatos. Los líderes católicos no envían tuits inútiles sobre simples “pensamientos y oraciones”, como lo hacen demasiados líderes políticos cada vez que ocurre un asesinato en masa, para luego aceptar contribuciones e ignorar la necesidad urgente de buscar soluciones a la crisis. La Conferencia de Obispos Católicos continúa abogandopor leyes responsables sobre armas y más recursos para abordar las causas profundas de la violencia, y pidió al Presidente y al Congreso que dejen de lado los intereses políticos y encuentren la manera de proteger vidas.
Por otra parte, enterarnos de que la masacre de El Paso fue un crimen de odio cometido por un supremacista blanco, se sintió como si nos echaran un saco de sal sobre un tajo enorme y profundo. Es hora de aceptar que el racismo y la supremacía blanca no son inventos ni exageraciones, como pretenden hacernos creer algunos comentaristas; son como tumores cancerosos que amenazan la seguridad de todos los que viven en nuestro país. Si queremos sanar de una enfermedad, tomamos medidas para lograrlo. Del mismo modo, no debemos pasmarnos ante la amenaza que representan el racismo y la supremacía blanca para el bienestar de la comunidad en general.
El director del FBI, Christopher A. Wray, declaró en julio ante el Comité Judicial del Senado, que la mayoría de los casos de terrorismo doméstico investigados por la agencia fue motivada por “una versión de lo que se podría llamar supremacía blanca”, y admitió que la mayoría de los sospechosos arrestados por terrorismo en este año, son supremacistas blancos.
Para ellos, el llamado “oscurecimiento de los Estados Unidos” a causa del descenso en la población blanca y el aumento en las otras, particularmente en las inmigrantes, produce una sensación de desplazamiento que se manifiesta en su temor a un “genocidio blanco”.
Según informes del Southern Poverty Law Center (Centro Legal para la Pobreza Sureña, SPLC), con sede en Montgomery, Alabama, en el país existen más de 1,000 grupos de odio racista, cantidad que aumenta cada año. El denominador común para justificar su violencia es la creencia de que esta es una nación blanca invadida por inmigrantes que no son blancos, y cuyas tasas de natalidad son mayores (de ahí el epíteto racista “breeders”, o reproductores, en castellano). Recordemos cómo el autor de la matanza de El Paso utilizó el pretexto de la “invasión hispana de Texas” para justificar su acto.
“La composición demográfica continúa su evolución y el crecimiento poblacional normal de esta nación, fundada por inmigrantes, sigue su curso”, explicó Marisol Acosta, de Austin, Texas, y experta en el impacto, recuperación y prevención del trauma.
Aunque la mayoría de las personas de la raza blanca acoge la igualdad y los derechos humanos como valores, hay quienes se sienten amenazados por otros grupos raciales o étnicos. Acosta recordó que los choques de puntos de vista extremistas entre comunidades que no pudieron respetarse y dialogar sobre sus diferencias y encontrar objetivos comunes, han resultado en guerras y genocidios.
“Cuando algunos líderes políticos y hasta algunos religiosos utilizan la retórica de la división, del odio y de la discriminación contra diversos grupos, se pone en riesgo a nuestra nación”, advirtió Acosta, quien asegura que recurre a su fe con frecuencia para encontrar soluciones que ayuden a las personas afectadas por el trauma de la violencia.
“Como fieles discípulos de Jesucristo, y como estadounidenses que apreciamos los valores de libertad, igualdad y derechos humanos de esta nación fundada por inmigrantes, ¿cómo podemos responder a los grupos extremistas y a los actos de terror? Hagámoslo como lo haría Jesús, que tomó tiempo para orar y pensar en quienes sufren”, indicó. “Pero Él no se quedó en pensamientos y oraciones, sino que tomó acción: predicó, educó, alimentó, sanó. La acción de Jesús transformó el mundo”.
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