Fui candidata a la confirmación a los 30 años
Monday, July 15, 2019
*Cristina Cabrera Jarro
A la edad de 30, recibí el sacramento de la confirmación.
Sí, leyeron correctamente. En el mes de mayo, a los 30 años de edad, fui candidata a la confirmación en la iglesia de Immaculate Conception, en Hialeah. Haberlo hecho me hace sentir como un unicornio, una anomalía entre los “millennials”, muchos de los cuales han abandonado la Iglesia católica, han cambiado de fe, han dejado de practicar por completo o se identifican como “espirituales, pero no religiosos”.
A menudo me pregunto cómo las personas pueden dejar algo tan enriquecedor y gratificante. Estoy segura de que tienen sus razones, algunas más complicadas que otras. Pero me cuesta mucho entender cómo la gente puede abandonar su fe por completo.
Para quienes, como yo, han experimentado demoras en la vida sacramental, debo decir que me siento orgullosa porque, cualquiera que sea la circunstancia, regresamos para continuar nuestra jornada como católicos. Fortalecidos ahora con el Espíritu Santo, espero que siempre permanezcamos fieles.
Fui bautizada cuando era bebé, y recibí mi primera comunión a los 8 años. Después, una combinación de cambios de horario en mi parroquia y de actividades extracurriculares en la vida y en la escuela me impidieron asistir a las clases de confirmación. Sin embargo, nunca dejé de ir a la iglesia, y nunca abandoné mi fe.
Claro, me quejaba de tener que ir a la misa los domingos por la mañana, especialmente cuando los ensayos y las competencias de la banda se realizaban los sábados hasta tarde. Pero ¿qué niño, adolescente o adulto no se queja de vez en cuando de tener que levantarse temprano para ir a la misa?
Irónicamente, fue durante ese tiempo ocupado que comencé a entender que nuestra fe católica era para acompañarnos y practicarla más allá del templo, y no sólo los domingos en la misa.
A medida dejaba atrás mi adolescencia, mis padres y abuelos me recordaban: “Necesitas ser confirmada”. Honestamente, me volvían loca, y con frecuencia respondía: “Sí, sí, pronto”, sólo para mantenerlos tranquilos hasta que preguntaran de nuevo.
En cierto modo, es más fácil ir con la corriente y seguir el orden sacramental durante la niñez porque se tiene un miedo ingenuo, casi supersticioso, no sólo de Dios, sino de los padres. Ellos son responsables de presentarle la fe a sus hijos, de estar presentes y participar en el bautismo, y luego de que sus hijos asistan a clases de educación religiosa en preparación para la primera comunión y, finalmente, la confirmación. En cada paso, los padres se ven más apartados de los momentos sacramentales, pasando de participación activa en las ceremonias, a ser meros testigos.
Al ser confirmada a mi edad, realmente sentí como si tomara la fe que mis padres me enseñaron y la acogiera como mía.
Para la preparación de la confirmación, asistí a clases los jueves por la noche con mi párroco, el sacerdote Manny Álvarez (quien, desde entonces, fue nombrado párroco de Little Flower, en Coral Gables). Tuvimos discusiones maravillosas en la clase sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento, los sacramentos, los mandamientos, la catequesis y lo que dice la Iglesia sobre todos los temas. También hemos tocado temas controversiales que desafían nuestra fe a diario, desde el aborto hasta por qué los sacerdotes no deben casarse, y mucho más. El Padre Manny nunca dejó de responder a las preguntas difíciles. Las clases siempre fueron refrescantes y motivadoras.
En la misa de mi confirmación, celebrada por el obispo auxiliar Peter Baldacchino, estuve sentada en la última fila de la sección de “candidatos adultos”. Frente a nosotros estaban los estudiantes del programa de educación religiosa de Immaculate Conception y de la escuela superior de Msgr. Edward Pace. Aunque sabía que los catequistas los habían preparado, no podía dejar de preguntarme si estos católicos más jóvenes realmente conocían y valoraban cuán especial era aquel momento. ¿Cuántos de ellos permanecerán, y no tratarán este momento como lo que algunos llaman “la graduación” de la fe? Oré y confié que se dieran cuenta de que ahora depende de ellos asegurarse de que este no sea el fin.
En cuanto a mí, me alegro de tener padrinos para estos momentos sacramentales. Mientras nos acompañan, creo que también nos impiden correr en la dirección opuesta del obispo y los sacerdotes. Tuve un momento abrumadoramente emocional cuando me acerqué al altar y los ojos se me llenaron de lágrimas. Mi papá representó a mi padrino —mi tío— que se encontraba fuera del país, y cuando puso su mano sobre mi hombro derecho sentí tanta tranquilidad como fortaleza. (En silencio oré por que algún día, cuando me case, pueda repetir este momento de acercarme al altar con mi papá.)
Delante de mí, mi hermano mayor también era confirmado, con mi madre como representante de mi tío viajero. Desde mi posición, la vista que obtuve de aquel momento fue de una belleza impresionante: Jesús miraba hacia abajo desde la cruz; sobre Él, una paloma, que simboliza el Espíritu Santo; y María asomada desde los distintos momentos de su vida representados en el arte del altar. También, observando a mi hermano cuando recibió el Espíritu Santo: el Obispo Baldacchino, el Padre Manny, el Padre Iván Toledo y el Diácono Manolo Pérez, todos vestidos de rojo, junto con un monaguillo.
Cuando llegó mi turno y me acerqué al Obispo Baldacchino, me sentí arropada por su alegría. Como trabajo con el periódico Florida Catholic y el equipo de Comunicaciones en la arquidiócesis, ha llegado a conocerme, y en sus ojos vi que me reconoció. También vi algo más: una sonrisa y una mirada de una alegría pura e inexplicable, quizás inspirada por el Espíritu Santo.
Más tarde esa noche, una combinación de emoción, alivio y una sensación de plenitud impidieron que me quedara dormida con facilidad. Unos días más tarde, un sacerdote que visitaba Immaculate Conception habló sobre el Espíritu Santo en su homilía, e indirectamente ofreció una explicación para mi inquietud. Dijo que debemos pedirle al Espíritu Santo fortaleza y dirección al despertar en la mañana, pero nunca en la noche, ya que podríamos obtener más energía de lo que podemos imaginar.
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