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Del 21 al 24 de febrero el Papa Francisco se reunió en Roma con los presidentes de las conferencias episcopales, superiores(as) religosos(as) más otros invitados, 190 en total, para estudiar cómo proteger mejor a los menores, pues han proliferado los casos vergonzosos de abuso sexual

1) El clericalismo. Ése es un factor en la crisis, entendido principalmente como abuso de poder, pero no es la raíz más profunda. De hecho, la Iglesia es menos clerical ahora que hace sesenta años. Antes del Concilio Vaticano II, dividían a la Iglesia en “docente” (el clero) y “discente” (el laicado). Con el tiempo los laicos han ido asumiendo más protagonismo en la Iglesia. Hay muchas teólogas y teólogos laicos enseñando en seminarios y universidades católicas, y también escribiendo libros doctrinales. También hay laicos que ocupan cargos de responsablidad en las curias parroquiales, episcopales e incluso en dicasterios de la Curia Romana.

En cierto sentido, el clericalismo ha bajado tanto que hay laicos que se quejan de que sus sacerdotes no son suficientemente clérigos. Se refieren a que no muestran el debido respeto por su condición sagrada; los feligreses critican a ciertos pastores por sus automóviles, tipo de vacaciones, modo de vestir, comer, beber, etc. En fin, dicen que algunos eclesiásticos no son tan piadosos ni austeros, que parecen laicos por el estilo de vida secularizado.

El 29 de junio de 1972 el Papa Pablo VI hizo una afirmación escalofriante: “El humo de Satanás se ha infiltrado en la Iglesia”. Se refería a la serie de errores y deficiencias que comenzaban a manifestarse ya en aquellos años postconciliares.

2) La homosexualidad. Desde hace tiempo se insiste en no admitir homosexuales al seminario. El año pasado, por ejemplo, el Papa dijo a los obispos italianos que no admitiesen a “jóvenes con tendencias homosexuales muy arraigadas o que practiquen la homosexualidad” (Vaticano, 21 de mayo de 2018). La presencia de hombres con tendencia homosexual en el clero es otro factor de importancia. Pero no del todo determinante, pues no hay evidencia de que las personas con tendencia homosexual sean necesariamente más lujuriosas que las heterosexuales.

3) Déficit de santidad.  El 24 de febrero, al clausurar la reunión vaticana, el Papa señaló la necesidad “de un renovado y perenne empeño hacia la santidad de los pastores”. Ahí sí se llega a la raíz más profunda de la crisis. No se resuelve el problema con medidas disciplinares de corte detectivesco o policíaco. Hay que llegar a las conciencias.

Nadie puede ser buen sacerdote y obispo sin vivir el amor a Dios que pide el evangelio: “Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22, 37). Todos los santos y santas han amado apasionadamente a Dios y se han esmerado en cumplir su santa voluntad, cuya expresión incluye los mandamientos. Las personas santas viven la castidad (sexto mandamiento) con especial fidelidad. Por sus biografías sabemos que el lema de muchos santos y santas era, “antes morir que pecar”. Como escribió San Juan de la Cruz, “En el atardecer de la vida seremos juzgados en el amor”. Y, ¿qué decir del complementario y saludable temor de Dios? Como afirma la Escritura: “El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor” (Prov. 1,7). Pero parece que la fe se debilita hasta el punto de no temer el juicio divino. La doctrina no puede ser más clara: “Morir en pecado mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección” (Catecismo 1033).

Cuando se descubre que ha habido eclesiásticos viviendo una doble vida, cayendo frecuentemente en pecados de lujuria, cualquiera se pregunta dónde quedó el amor a Dios y el santo temor de Dios. Probablemente les fue bien durante la formación seminarística, pero luego olvidaron que los dones de la gracia no se acumulan; hay que renovarlos a diario. Cuando comenzaron a descuidar los ejercicios de piedad, a llevar una vida poco disciplinada en cuanto al uso del tiempo, y a hacerle concesión a los sentidos, se encontraron sin fuerzas para vencer las tentaciones. ¡Cúantos ungidos del Señor acaban como funcionarios que ejecutan fríamente las liturgias! ¡Cuántos han perdido el celo pastoral negándose con frecuencia a servir a sus feligreses! ¡Cuántos han caído en los pecados que la Iglesia deplora!

No se puede exagerar la importancia de la vida espiritual y penitencial en orden a la santidad, a la vida casta. Y si alguien ha caído muy bajo, no desespere de poder levantarse con la ayuda de Dios. En las Letanías de los Santos, una de las preces dice, “Del espíritu de la fornicación, líbranos Señor”. Ese mal espíritu es como aquel demonio que los discípulos de Jesús no pudieron expulsar. El Señor les explicó que esa especie de demonio “sólo sale a fuerza de oración y ayuno” (Mc 9, 29).

Comments from readers

Rodrigo Rodriguez - 03/19/2019 06:13 PM
No hay nada que supere al Amor de Dios y del prójimo. Es raro ver en el mundo eclesiástico de hoy, un sacerdote que cargue con su honesta verdad, estas virtudes tan esenciales para poder dar ese buen ejemplo a sus hermanos clericales y al resto del pueblo de Dios y eso es exactamente lo que podemos admirar de este gran sacerdote, fiel a su hábito y juramento de fidelidad a la iglesia. Muchas gracias Padre Barrios por cumplir todas esas cualidades! Un fuerte abrazo! Amigo mio.
Arturo Acuña - 03/18/2019 01:23 PM
I agree with all your points though, I think one additional point needs mentioning. The Church hierarchy (bishops, cardinals, etc.)need to react and address these offenses quickly and firmly. While the presumption of innocence is important, accusations must be rigorously investigated and, if credible, must be dealt with accordingly. If criminal, then the criminal justice system must take the lead; if not criminal but ethical (e.g. violation of priestly vows) then the offender must face the consequences of his action: from reprimand to de-frocking. Priests are men and, as men, are as flawed as the rest of humanity but, because of their voluntary choice, they are rightfully held to a higher standard. It is understandably difficult to resist the onslaught of temptation yet, that is what they must do and if they fail, then they must suffer the repercussions (both in this world and the next). It is important that the church upper management pro-actively address this problem rather than react when criminal charges have been made.
Deacon Vince Eberling - 03/18/2019 12:37 PM
Great article! We must also pray for our priests. With fewer priests, there is more stress from the world. We should help to lighten their burdens with assistance rather than demands.
JULIA JOSEFA PATRICIA SANCHEZ VIUDA DE RUIZ - 03/18/2019 11:33 AM
Sí, Padre, Usted tiene razón: Solamente, la oración diaria y la asistencia a la misa diaria hacen que nuestros sentidos, nuestro alma y corazón pertenezcan a Dios. Esto hace que podamos obrar con inteligencia, fe, esperanza, caridad y amor para hacer un mundo mejor. Los sacerdotes del mundo entero deberían de escuchar más a nosotras, las Mujeres Viudas, que estamos creando nuevos métodos pedagógicos y lingüísticos para hacer un mundo mejor, educando en la paz y en la fidelidad a la infancia. ¡ Que Dios los bendiga ! Julia desde Las Bellas Muñecas de Julia - París Santo
Dr Lou Ambrosio - 03/18/2019 10:51 AM
Great article

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