Aqu� se habla Spanglish
Monday, October 8, 2018
* Ana Rodriguez Soto
Esta columna fue escrita originalmente para The Catholic Journalist (El Periodista Católico), una publicación de la Catholic Press Association (Asociación de la Prensa Católica) de los Estados Unidos y Canadá. Nos parece una contribución muy apropiada para la celebración del Mes de la Herencia Hispana.
Hace unos meses, un sacerdote visitante que se preparaba para hablar en todas las Misas durante un llamamiento misionero, me preguntó qué porcentaje de mi parroquia estaba compuesta por hispanos. Le respondí de inmediato: alrededor del 90 por ciento.
Parecía sorprendido. Él era de Tampa. Volvió a preguntar. Finalmente descubrí lo que quería decir. Preguntaba cuántas misas en español se celebraban en la parroquia. Estábamos hablando de lo mismo, pero lo interpretamos de manera distinta.
Mi parroquia, ubicada en el condado de Miami-Dade, celebra cada fin de semana tres misas en español y cuatro misas en inglés. Pero incluso en las misas en inglés, predominan los hispanos. En su mayoría, son cubanoamericanos de segunda y tercera generación que hablan y entienden español, y es cierto que conservan su cultura, pero se sienten mucho más cómodos al hablar inglés, o más concretamente el Spanglish, ese dialecto único de Miami que es una combinación rápida de lo primero que venga a la mente. Como en: “Hey, girl, ¿vas al beauty salon?”
El Spanglish es el síntoma externo de la mezcla cultural de los hispanos en el sur de la Florida. Aquí, no somos “el otro”. Aquí predominamos. Dirigimos negocios y gobierno. Echamos raíces – tal como se pueden echar en un área que sólo se remonta a unos 120 años. (La Ciudad de Miami fue incorporada en 1896, con poco más de 300 residentes.)
Pero los hispanos establecieron raíces en Florida mucho antes de que los ingleses llegaran a Jamestown. St. Augustine fue fundada en 1565, Jamestown en 1607. Inmigrantes cubanos crearon Ybor City en Tampa y se establecieron en Cayo Hueso a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, aproximadamente medio siglo antes de que los exiliados del régimen comunista de Fidel Castro comenzaran a llegar a Miami.
Pero desde entonces, nada ha sido lo mismo. Aquellas primeras migraciones se detuvieron en algún momento y la presencia inicial cubana/hispana se mezcló en el muy conocido crisol de los Estados Unidos. Eso no ha sucedido en Miami, donde no han cesado las olas de inmigración: los Vuelos de la Libertad en la década de 1970, Mariel en 1980, la crisis de Guantánamo a mediados de la década de 1990, al igual que haitianos y nicaragüenses en los 1980, seguidos de hondureños y guatemaltecos, colombianos y peruanos, y más recientemente, venezolanos.
A menudo se dice que alguien que solo hable español puede sobrevivir en Miami, mientras que a alguien que solo hable inglés se le puede hacer más difícil. Desde hace un tiempo, los hispanos, incluso si su primer idioma es el inglés, son la mayoría en el condado de Miami-Dade, y su número aumenta rápidamente a lo largo del área de los tres condados de la Arquidiócesis (Miami-Dade, Broward y Monroe).
Todo esto me permite concluir que Miami no se parece en nada a ningún otro lugar en los EE. UU. en lo que atañe a los hispanos y el idioma español. En la mayor parte del país, por hispanos se entiende mexicano (por eso la obsesión presidencial actual con un muro que atraviese la frontera de Estados Unidos con México). Aquí no. En la mayoría de los EE.UU., los hispanos carecen de poder político y económico. Aquí no. (En gran medida porque a la mayoría de los cubanos se les otorgó el estatus legal de inmediato, y muchos de los otros se encuentran bajo alguna otra categoría protegida, como el TPS, al menos por el momento).
La Iglesia Católica en Miami se adaptó y apoyó a los inmigrantes hispanos desde sus primeros días. La diócesis imprimió una página de contenido en español cuando lanzó su periódico The Voiceen marzo de 1959. En la década de 1980, lo que se había convertido en una sección en español de cuatro páginas dentro del periódico en inglés, se convirtió en un periódico separado, La Voz Católica, que se publicaba cada dos semanas como The Voice, y más recientemente mensualmente, como el sucesor de The Voice, the Florida Catholic.
Nuestro segundo arzobispo, Edward McCarthy, solía decir que tal vez la Estatua de la Libertad debería trasladarse a la Bahía de Biscayne. T.D. Allman, en su libro de 1987, se refirió a Miami como la “ciudad del futuro”.
Eso no quiere decir que no tengamos problemas o que no hayamos tenido dificultades en las últimas seis décadas. Pero me gusta pensar que nuestra mezcla de culturas e idiomas es un beneficio evidente, y una gran ventaja en un mundo cada vez más conectado. Me gustaría que otros estadounidenses saborearan nuestra vitalidad y diversidad (y ni qué decir de las croquetas y el café cubano). Creo que tenemos algo que ofrecer al resto del país en términos de apertura a los inmigrantes y sus contribuciones a una comunidad.
Mientras tanto, continuaré disfrutando de nuestra condición, descrita por nuestro actual arzobispo, Thomas Wenski, oriundo de Palm Beach, y quien obtuvo fluidez en español y creole mientras “crecía” como sacerdote en Miami. Él dice que uno de los mejores aspectos de Miami es lo cerca que está de los Estados Unidos.
P.D.: Desde que se publicó este artículo, me he enterado que hay diferentes versiones de Spanglish, como el Spanglish mexicano y el Spanglish de Puerto Rico, que han sido estudiados por expertos. Así que lo correcto sería referirme al Spanglish de Miami.
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