Beata Carmen Rendiles
Monday, July 23, 2018
*Rogelio Zelada
El Estadio Universitario de Caracas desbordaba incapaz de acoger a los miles de fieles convocados para la gran fiesta.
Una enorme marea jubilosa colmó el estadio donde por tercera vez la Iglesia proclamaba oficialmente la vida santa de una mujer venezolana. A la madre María de San José, fundadora de las Agustinas Recoletas y a la Madre Candelaria de San José, fundadora de las Hermanas Carmelitas, se unía la madre Carmen Rendiles Martínez, fundadora de las Siervas de Jesús, otra comunidad religiosa venezolana dedicada al trabajo de apoyo a la misión parroquial, a los sacerdotes diocesanos, a los seminarios, a la catequesis, la dirección de escuelas y colegios y el cuidado asistencial de los pobres y los ancianos.
Carmen Rendiles nació en Caracas, en el seno de una familia de profunda vida cristiana, el 11 de agosto de 1903. La tercera de nueve hermanos vino al mundo con la desventaja de faltarle el brazo izquierdo, una dificultad que no le impidió hacer una vida normal y desarrollar una gran habilidad para el arte, el bordado y la pintura. La pesada e incómoda prótesis que llevó siempre no fue impedimento para sacar adelante los trabajos hogareños, sus estudios académicos o los oficios propios de la vida religiosa. Desde muy joven sintió una fuerte inquietud por la vida consagrada, pero a causa de su aparente limitación física muchas comunidades a las que solicitó entrar no quisieron aceptarla por temor a que no pudiera llevar el ritmo de trabajo de la congregación.
En su búsqueda conoció a unas religiosas francesas recién llegadas a Venezuela: las Siervas de Jesús en el Santísimo Sacramento; una congregación de fuerte carisma eucarístico. Carmen Rendiles había acompañado a una amiga que se interesaba por entrar en las Siervas, pero la religiosa que las atendió notó en ella algo muy especial y la invitó a volver; no la rechazó por faltarle un brazo, sino que la acogió en la pequeña comunidad donde emitió los votos perpetuos en 1932. La enviaron a Toulouse, Francia, para completar su formación en la casa generalicia de la congregación. A su regreso a Caracas la destinaron a maestra de novicias; todas las religiosas de entonces recuerdan su profunda inteligencia, su gran bondad y prudencia, su serenidad, su suave sonrisa, su notable imaginación y creatividad y sobre todo su trato humilde y su constante amabilidad.
Su labor dentro de la congregación la llevó pronto a ser nombrada Superiora Provincial. Fue un tiempo de crecimiento para las Siervas guiadas por la Madre Carmen: colegio en San Cristobal, Cúcuta, atención al Palacio Arzobispal, a la Catedral y el Colegio Belén, de Caracas, al Seminario Diocesano de San Cristóbal, un colegio para niñas pobres en El Paraíso y muchas más fundaciones en Venezuela y Colombia.
Un profundo cambio en las religiosas francesas hizo que estas abandonaran el uso del hábito y las primitivas constituciones de la congregación para convertirse en un Instituto Secular. Las hermanas venezolanas y las colombianas tuvieron que reflexionar y consultar sobre estos cambios que tanto afectaban su identidad. Con el apoyo del Cardenal José Humberto Quintero, arzobispo de Caracas, de los obispos, los capellanes y las hermanas de Venezuela y Colombia decidieron separarse de las religiosas europeas y en 1966 se convirtieron en una congregación de derecho diocesano con el respaldo de la Santa Sede. Una nueva familia religiosa dedicada a promover y a vivir el culto a la Eucaristía, a la ayuda del clero diocesano, a los seminarios, colegios y al cuidado de los pobres y necesitados.
La Madre Carmen Rendiles fue elegida Superiora General de la nueva congregación que a partir de ese momento experimentó un fuerte crecimiento con más de 20 comunidades en Venezuela, Colombia y Ecuador. Agotada por una salud endeble, por todo el trabajo que caía sobre sus espaldas y por grandes sufrimientos físicos, la Madre Rendiles falleció el 9 de mayo de 1977, después de 50 fecundos años de vida consagrada. Veinte años después se inició el proceso de canonización y el 19 de diciembre de 2017, el papa Francisco aprobó solemnemente la beatificación de la Madre Carmen después de que la comisión investigadora verificara la naturaleza sobrenatural de un milagro obtenido por la intercesión de la religiosa caraqueña.
La Misa de beatificación fue presidida por el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, en representación del Papa Francisco, junto con Jorje Urosa, Cardenal arzobispo de Caracas, Baltazar Porras, arzobispo de Mérida, por el arzobispo de Maracaibo, José Luis Azuaje, presidente de la Conferencia Episcopal venezolana y por el nuncio apostólico, Mons. Aldo Giordano.
El cardenal Amato recordó en su homilía que “los santos son el rostro más bello de la Iglesia, porque en sus vidas siempre han hecho el bien. Con su beatificación, la madre Carmen embellece el rico collar de la santidad venezolana”. La gran multitud congregada en el estadio universitario aplaudió muy entusiasmada cuando el cardenal mencionó el proceso del venerable doctor José Gregorio y pidió oraciones para alcanzar de Dios el milagro necesario para su beatificación. Al final de la liturgia un coro unánime comenzó a gritar “Que venga el Papa” y enseguida todos los asistentes cambiaron la petición por “libertad, libertad”. El cardenal Amato, antes de dar la bendición final, sonrió y dijo: “Se lo diré al Papa”.