El Cura Brochero
Monday, January 23, 2017
*Rogelio Zelada
El Padre José Gabriel del Rosario Brochero acaba de tomar posesión del Curato del San Alberto, un extenso campo de misión de 4,336 kilómetros cuadrados situado en el valle de Traslasierra. Sus feligreses se encuentran dispersos y aislados, distantes y desperdigados entre pequeños poblados asentados en las Sierras Grandes, separados por valles, desfiladeros y grandes montañas a más de 2,000 metros de altura. Todo un desafío pastoral para este joven sacerdote ordenado tres años atrás, el 4 de noviembre de 1866. Las ovejas que debe pastorear viven en un lamentable alejamiento de la vida y la moral cristiana, inmersos en una gran pobreza e indigencia; sin caminos, ni puentes, ni escuelas, ni atención espiritual alguna.
La lucidez espiritual del Padre Brochero le hace entender desde el primer momento que su trabajo evangelizador debe completarse con la promoción social y educativa de los más de 10,000 habitantes de aquellas serranías. Intuye que debe comenzar por la reconstrucción interior de sus fieles y al año siguiente organiza tandas de Ejercicios Espirituales en la ciudad de Córdoba; una travesía de más de 200 kilómetros, que a lomo de mula debía cruzar la sierra con grupos de más de 500 personas, entre hombres y mujeres.
Muchas veces la inclemencia del tiempo y las terribles nevadas les hacía demorar la marcha, pero nunca interrumpirla, porque aquellos nueve días de meditación, oración y silencio de los Ejercicios Espirituales fueron transformando a los rudos campesinos y también su actitud ante la vida. Con el apoyo de la gente del lugar, cinco años después comenzó a levantar una gran casa de ejercicios en la Villa del Tránsito, con tandas multitudinarias. Durante el tiempo del ministerio del Cura Brochero más de 70,000 personas hicieron allí los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola.
Montado en su mula “Malacara”, el Cura Brochero recorre caminos y atraviesa la compleja geografía de la zona para asistir a su pueblo. Es un pastor que les celebra la Eucaristía, bautiza, administra el sacramento del perdón, los acompaña en el momento de la muerte, visita a los enfermos, bendice los matrimonios y no descuida nunca esos importantes aspectos de su misión sacerdotal. Pero también recurre a la colaboración de los vecinos para construir caminos que permitan la comunicación entre los poblados, y un acueducto para traer el agua para todos; funda escuelas, consigue que el gobierno los dote de una estación de correos y un telégrafo, etc.
El Cura Brochero predica con el ejemplo; se hace peón, carpintero, lo que haga falta. Él es uno más de los trabajadores a la hora de abrir caminos o levantar puentes o acequias. Construye iglesias y capillas; entiende la necesidad de promover a la mujer y en 1880 funda un Colegio de Niñas, para lo que hace trasladar desde Córdoba, y a lomo de caballos, a 15 religiosas educadoras, Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús.
El Cura Brochero habla, para que lo entiendan todos, en el lenguaje rudo de los gauchos. Hombre valiente, austero, y decidido, no vacila en cruzar un río desbocado para atender a un moribundo o en ir a la montaña para convencer a un temible forajido y traerlo, con el resto de asaltantes, a una tanda de ejercicios espirituales de donde salieron transformados y convertidos. Todo esfuerzo es importante para sacar a sus fieles de la pobreza y la marginación. Bien sabe que los habitantes de aquellos cerros “han sido abandonados por todos, pero no por Dios” y lucha, con toda la energía del Evangelio, para aliviar aquella miseria y transformarla creando condiciones para una vida digna.
Por asistir y estar cercano a los enfermos y a los leprosos, con los que solía compartir el mate, contrajo el mal de Hansen que lo dejó sordo y casi ciego. Por eso renunció al curato del Tránsito y regresó a Córdoba, para vivir con sus hermanas; pero, a petición de sus antiguos feligreses, regresó a su casa en la parroquia de la Villa del Tránsito, donde murió el 26 de enero de 1914.
El Cura Brochero, el “cura gaucho”, había nacido el 16 de marzo de 1840 en la villa de Santa Rosa; era el cuarto hijo de una familia de 10 hermanos; dos de sus hermanas fueron religiosas.
A los pocos años de su muerte, previa consulta popular, la gobernación provincial de Córdoba cambió el nombre de Villa del Tránsito por el de Villa Cura Brochero. En 2004, siendo sumo pontífice Juan Pablo II, el Cura Brochero fue declarado “Venerable”. El Santo Padre comentó en aquella ocasión: “El Cura Brochero sería el Cura de Ars de la Argentina”. Benedicto XVI firmó el decreto de beatificación, cuya ceremonia presidió el cardenal Ángelo Amato en la pequeña Villa Cura Brochero en 2013, durante el pontificado del papa Francisco. Este papa, argentino como el Cura Brochero, lo canonizó solemnemente en la Plaza de San Pedro el 16 de octubre de 2016.
El Cura Brochero fue hombre de silencio y profunda oración, un modelo de párroco por su entrega, valentía y cercanía no sólo a las necesidades espirituales de su pueblo sino también a todo aquello que el Evangelio le indicaba debía hacer por sus hermanos. Él supo siempre en quien confiar y a quien acudir, seguro de que “La gracia de Dios es como la lluvia, que a todos moja”.
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