A sangre y fuego
Monday, December 26, 2016
*Rogelio Zelada
Para el coronel James Moore, ex-gobernador de la recién creada provincia de Carolina, ha llegado la hora de llevar a cabo los planes de su predecesor, Joseph Blake. La creciente presencia inglesa en el sureste del país ha dado fuerzas a las pretensiones británicas de dominar toda la región. El conflicto y las tensiones que crecieron en intensidad después de la fundación de Charles Town, en 1670, aumentó la ambición de los colonos venidos de Inglaterra, dispuestos a todo con tal de ocupar las ricas tierras del sur para extender sus plantaciones. Comerciantes, traficantes de esclavos y vulgares asaltantes penetraban continuamente en el territorio que pertenecía a la corona española, creando repetidos focos de conflicto.
El establecimiento de las misiones en la Florida comenzaron poco tiempo después de la fundación de San Agustín. En un primer momento fue la Compañía de Jesús la encargada de organizar el trabajo misionero en la región. Fueron tiempos de gran hostilidad por parte de los nativos, que asesinaron a un buen número de jesuitas, y la orden decidió suprimir, de momento, y a la espera de mejores tiempos, esta actividad evangelizadora. En 1573, los religiosos franciscanos retomaron el reto apostólico y se asentaron en San Agustín; primero, misionando a los indios Guale y a los Timucua, y 60 años después ya habían fundado un importante número de misiones entre los Apalache.
El crecimiento de este gran esfuerzo misionero extendió la fe católica por lo que hoy es el norte del estado de la Florida y parte del sudeste de Georgia. Los franciscanos se organizaron en cuatro provincias que se correspondían con las distintas lenguas que hablaban apalachees, guales, timucuas y macayas. Las misiones correspondían a los asentamientos que ya existían, de manera que los nuevos creyentes podían permanecer en su entorno natural. En cada comunidad indígena los frailes construyeron templos de madera y techumbre vegetal, muy adaptados a la cultura y a la experiencia familiar de los indios de la Florida.
Los franciscanos abordaron seriamente el conocimiento de cultura nativa; para ello, el padre Francisco Pareja escribió el primer catecismo en la lengua de los timucua, una herramienta muy eficaz, hasta que los ingleses exterminaron a toda esta etnia en la llamada Guerra de la Reina Ana.
Se calcula que para 1704 la floreciente red de misiones franciscanas congregaba a más de 20,000 nativos y unos 1,500 españoles. Para ese tiempo, la zona apalachee, en el extremo oriental de lo que ahora conocemos como el “panhandle” de la Florida, era el fértil granero de toda la región y el principal proveedor de alimentos para San Agustín y Pensacola.
En 1702, el entonces gobernador James Moore convenció a los colonos ingleses de la conveniencia de atacar y saquear la ciudad de San Agustín. Un intento que resultó un terrible fracaso. Se trataba sobre todo de capturar, para vender y usar como esclavos, a los indios de las comunidades misioneras católicas. Aunque la expedición de Moore resultó un rotundo fracaso, le sirvió para destruir todas las misiones que estaban en la provincia guale, cercanas a la costa de Georgia.
Al año siguiente un nuevo intento, con la promesa de que no costaría nada al bolsillo de los colonos, le permitió reclutar a 50 de estos y lograr además el inesperado apoyo en los indios creek, viejos enemigos de los apalaches. Además, Moore contaba a su favor con las leyes de la corona española, que impedían entregar mosquetes y todo tipo de armas a los nativos bajo su dominio, lo que le facilitaba sobremanera atacar a una población totalmente indefensa.
Con el apoyo de un millar de indígenas creek atacó primero la misión de Ayubale, donde el padre Ángel Miranda, refugiado en el templo junto con 26 hombres y 58 mujeres y niños, pudo resistir por nueve horas el terrible asedio; hasta que se quedó sin flechas. Al salir de la iglesia, ya casi en ruinas, todos fueron torturados y asesinados allí mismo.
En su marcha, James Moore destruyó cuanto encontró a su paso. En su informe al gobernador de Carolina aseguró haber eliminado a más de 1,100 indígenas, entre hombres, mujeres y niños. Mas de 9,000 huyeron a otras tierras mas seguras, y se llevó a las plantaciones de Carolina a 4,300 apalaches, en su mayoría mujeres y niños, que fueron vendidos como esclavos a los colonos ingleses. Con saña y a sangre y fuego fueron destruidas las 124 misiones que los franciscanos habían creado y atendido desde 1553 hasta 1706, cuando a la fuerza, debió cesar su trabajo misionero.
Los indígenas sobrevivientes se refugiaron en San Agustín, que nunca fue tomada por los ingleses.
En su reporte, James Moore se congratulaba de que “todo esto lo he hecho sólo con la pérdida de cuatro blancos y 15 indios y sin que costara un centavo a los ciudadanos. Antes de esta expedición, estábamos más temerosos de que nos pudieran atacar por tierra los españoles de Apalache y sus indios, junto con los franceses de Mississippi y sus indios, que todas las fuerzas del enemigo por mar. Esto que hemos logrado los inhabilita por completo para intentar cosa alguna contra nosotros desde tierra.”
En 1763, España entregó a Inglaterra la parte que le quedaba de la Florida, a cambio de la devolución de la ciudad y el puerto de la Habana, en la Isla de Cuba. Junto a la mayoría de la población española que abandonó la Florida en esa fecha, salieron en barcos hacia Cuba y el resto de las posesiones españolas del Caribe, un numerosísimo grupo de indios conversos, auténticos exiliados, que nunca regresaron a sus lugares de origen.