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En la Iglesia primitiva, los testigos de la fe que habían sido perseguidos y torturados, pero no asesinados, eran conocidos como "mártires-confesores". Uno de los grandes privilegios de mi vida ha sido haber conocido tales hombres y mujeres: sacerdotes checos que pasaron años como esclavos en las minas de uranio; sacerdotes y monjas de Lituania condenados al campo Perm-36 en el Gulag; un erudito católico griego ucraniano que, a causa de su fidelidad a Cristo y al obispo de Roma, conoció en Siberia el frío invernal que llega hasta los huesos. Estos mártires-confesores modernos son parte de esa "gran nube de testigos" que forman un vínculo vivo entre la Iglesia de aquí y ahora y "la asamblea de los primogénitos inscritos en los cielos" (Hebreos 12. 1, 23).

Atesoro el recuerdo y la amistad de estas grandes almas. Todas sus historias son increíbles; así también fue la ecuanimidad que tenían cuando les conocía, el entendimiento que transmitían con bastante naturalidad de que sufrir por la fe era un privilegio. El martirologio comparativo queda fuera de lugar en tal compañía de héroes. No obstante, ninguno de los mártires-confesores que he conocido tenía una historia como la del Padre Douglas Bazi, de la diócesis católica caldea de Erbil, a quien conocí hace tres semanas.

Sólo por ser cristiano y sacerdote católico, al Padre Bazi le habían roto sus dientes, aplastado la nariz, y quebrado su espalda a martillazos. Y eso fue antes de que ISIS convirtiera una gran parte de Irak en una zona de matanza donde los cristianos pierden la vida automáticamente. En la actualidad, el Padre Bazi vive con su pueblo exiliado en la región autónoma kurda de una Irak que se derrumba. Me dijo que el asalto de ISIS sobre su pueblo era el más reciente de ocho asaltos distintos a caldeos católicos desde el siglo pasado, que han reducido a cerca de 180,000 lo que había sido una población de tres millones. Por la política brutal de una región donde la retirada del poder estadounidense ha dado lugar a siete demonios peores que el primero, los caldeos católicos están particularmente en riesgo ya que, como dijo el Padre Bazi, "no pueden pelear como pelean los demás", y no pueden matar por venganza porque su fe se los prohíbe.

El Padre Bazi estuvo en Washington para dar testimonio por su pueblo ante la Cámara de Representantes donde, pocas horas después de que habláramos, se votó por unanimidad para declarar que lo que ISIS comete contra los cristianos en Irak es genocidio. Tres días después, el Secretario de Estado John Kerry cumplió con el plazo exigido por el Congreso utilizando la palabra “genocidio” para describir el asalto de ISIS contra cristianos, yazidíes, y los chiítas en las zonas de Irak y Siria que se encuentran bajo su control. En la declaración del Secretario Kerry, lo nuevo y bien recibido fue que se mencionara a los cristianos como objetivos de genocidio.

Tal declaración no hubiera sido posible sin el trabajo incansable y persistente de la activista de derechos humanos Nina Shea, quien ha ejercido presión para obtener reparaciones para los cristianos perseguidos en el Medio Oriente con una tenacidad que merece el mayor respeto. No hubiera sido posible sin el liderazgo del congresista Jeff Fortenberry, de Nebraska, que introdujo la resolución de la Cámara aprobada el 14 de marzo, mientras el Padre Bazi observaba desde la galería. Y la declaración de Kerry no hubiera sido posible sin el empuje del informe “Genocide against Christians in the Middle East” (Genocidio contra los cristianos en el Medio Oriente), preparado por los Caballeros de Colón y la organización “In Defense of Christians” (En Defensa de los Cristianos), un recuento muy detallado de persecución, destrucción y masacre anticristiana dirigido a la Secretaría de Estado. Este contiene un recurso legal que argumenta que se debe invocar la palabra “genocidio" y referir el asunto a la División Criminal del Departamento de Justicia y al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

El Padre Bazi estaba consciente de que con mencionar “genocidio” nada cambiaría en el terreno para su pueblo. Pero su satisfacción por la resolución del Congreso y las medidas de la administración al llamar a esta continua atrocidad por su nombre, le daría a su pueblo la esperanza de que alguien la conocía, y a alguien le importaba. Sugiero que esa atención ahora se extienda a ayudar a los católicos caldeos a reconstruir sus comunidades en Occidente.                   

Comments from readers

William VanderWyden - 04/04/2016 10:27 PM
Thank you for this report of Father Bazi and his Christian companions who suffer in the Middle East. In every community in the USA, we should publicly pray for their intentions. We tend to do this for a week or two, and then we are forgetful of their suffering. These are indeed martyrs for our time. They need our support in prayer. Perhaps communal fasting in order to ally ourselves with them could be encouraged.

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