El Apostolodo de la Oraci�n
Monday, January 18, 2016
*Fr. Eduardo Barrios, SJ
Por definición, todo bautizado es un apóstol. En la Iglesia no hay miembros pasivos. Cada cristiano debe sentirse llamado y enviado por el Señor a realizar labores apostólicas.
Es cierto que no todos los feligreses se encuentran capacitados para ministerios como la catequesis o la música sagrada, por poner dos ejemplos. Tampoco todos tienen cualidades para liderear movimientos apostólicos.
Hay, además, apostolados que obedecen a una vocación especial y exigen años de preparación, como los inherentes al sacerdocio ministerial. También existen servicios apostólicos que piden edad conveniente y salud suficiente, como los de pastoral juvenil.
Pero nunca falta un apostolado que está al alcance de todos y que se puede ejercitar hasta el último día de nuestra vida, el apostolado de la oración.
Si “apóstol” significa “enviado”, Jesús es el apóstol del Padre. Durante sus años en nuestro mundo, Jesús desarrolló su misión salvadora como profeta-maestro, rey-pastor y sumo sacerdote. A su sacerdocio no sólo pertenecía la ofrenda de su vida con la que inauguró un nuevo culto, sino también la oración.
Jesús oró mucho, como atestigua especialmente el evangelista San Lucas. Jesús oró, por ejemplo, a favor de Pedro: “Yo he pedido por ti para que tu fe no se apague” (Lc 22,32). Pocas horas antes de su pasión y muerte, estando reunido en el Cenáculo con sus apóstoles, Jesús no sólo rezó por los presentes, sino también por sus futuros discípulos: “No sólo ruego por ellos, sino por los que crean en mí por la palabra de ellos” (Jn 17,20). Y tras su gloriosa Ascensión, Jesús se mantiene eternamente en actitud orante por nosotros: “De ahí que puede salvar definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive siempre para interceder a favor de ellos” (Heb 7,25).
Nacida la Iglesia el día de Pentecostés, los discípulos vivieron situaciones tan difíciles que a veces sólo les quedaba el apostolado de la oración. Eso hicieron, por ejemplo, cuando las autoridades apresaron a Pedro: “Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él” (Hech 12,5).
Los buenos cristianos siempre han sido asiduos a la oración. Reconocen la debilidad de la naturaleza humana en orden a la salvación. Por eso oran estimulados por las palaras de Jesús: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5).
Lo que se practicaba desde siempre se convirtió en institución cuando en 1844 unos jóvenes jesuitas franceses fundaron lo que se conocería como Apostolado de la Oración. Aquellos seminaristas se sentían impacientes por ir a las misiones y les resultaba larga la formación. El director espiritual, P. Gautrelet, les hizo entender que ya podían “misionar” desde el seminario mediante la oración, el sacrificio, el estudio y el ofrecimiento de todas las actividades y pasividades del día a Dios por la salvación del mundo.
Mediante una oración matutina llamada “ofrecimiento de obras”, el orante ejercita su sacerdocio bautismal ofreciéndose al Padre por la salvación de sus hermanos y hermanas en unión con Jesucristo, que perpetúa su oblación en cada Eucaristía. Esa oración apostólica consuela mucho a las personas que por poca salud o mucha edad ya no pueden participar en las actividades pastorales que se realizan en sus parroquias.
El Apostolado de la Oración como institución nace en un momento histórico caracterizado por el apogeo de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Los orantes ven en ese Corazón el símbolo del amor de Jesús al Padre y a nosotros sus hermanos. De ese Corazón brotan los ideales, los proyectos y los sentimientos de Jesús. La persona devota quiere sintonizar con el Señor, y por eso gusta repetir la jaculatoria, “Jesús manso y humilde de Corazón, haz nuestros corazones semejantes al tuyo”. Y también practica la oración de confianza con esta otra: “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”.
No puede faltar en el Apostolado de la Oración el recurso a la Virgen María. La devoción mariana, dimensión permanente en el culto y la vida cristiana, se expresa de modo privilegiado con el rezo diario del Santo Rosario.
Todos los Papas, desde la segunda mitad del siglo XIX, han acogido el Apostolado de la Oración como propio, y le encomiendan intenciones concretas para cada mes del año. Así se cumple con la exhortación paulina: “Te recomiendo ante todo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres” (1Tim 2,1).
Todo creyente fervoroso procura participar con frecuencia en la Eucaristía, así como en practicar diversas formas de oración vocal y mental. Particularmente provechosa es la meditación basada en textos de la Sagrada Escritura.
En algunas parroquias de la Arquidiócesis, como la de Sts. Peter & Paul, funciona de manera formal el Apostolado de la Oración. Cada año crece ahí el grupo de hombres y mujeres consagrados a cumplir fielmente con las prácticas básicas de piedad y a colaborar con los apostolados parroquiales.
Aquí en los Estados Unidos existe una oficina que facilita materiales impresos para vivir con más facilidad el Apostolado de la Oración. De suma importancia es la hojita con el Ofrecimiento Diario y las intenciones mensuales del Papa.
El Apostolado de la Oración, en cuanto organización, no compite con ningún movimiento apostólico, pero puede potenciarlos a todos con el alimento de la oración. Quienes deseen recibir subsidios para rezar, pueden dirigirse a:
Rev. James Kubicki, S.J.Apostleship of Prayer
1501 S. Layton Blvd.
Milwaukee, WI 53215-1924
Teléfono: 414-486-1152
www.apostleshipofprayer.org
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