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A principios de junio, el distinguido editor católico Dagoberto Valdés Hernández, líder de la oposición democrática cubana, dictó una conferencia en Georgetown, y ese mismo día retomó sus puntos principales en la Fundación Nacional para la Democracia (en cuyo consejo bipartidista sirvo). El señor Valdés ha pensado largo y tendido sobre los desafíos de la transición democrática en Cuba, y sobre el papel que la Iglesia Católica debe desempeñar en la construcción de un futuro post-Castro para esa prisión de isla. Por lo tanto, vale la pena reflexionar en sus esperanzas sobre lo que Francisco podría lograr durante su visita a Cuba en septiembre (antes de su peregrinación al Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia y sus paradas en Washington y Nueva York), ya que probablemente reflejan los puntos de vista de muchos fieles católicos cubanos que están a favor de la democracia. 

La primera esperanza, dijo, es la de una visita papal genuinamente pastoral que aliente en la Iglesia cubana y, de hecho, en todos los cubanos, que un futuro mejor es posible. Esta primera esperanza también incluye el deseo de que la propia Iglesia se ofrezca como mediadora en lo que el señor Valdés muy bien llamó "el restablecimiento de las relaciones democráticas entre el gobierno [de Cuba] y el pueblo cubano." 

El segundo deseo es una visita con un mensaje nuevo que todos recuerden. En 1998, el mensaje de la homilía de Juan Pablo II en su misa en La Habana, fue: "Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba". Eso está bien, dijo el señor Valdés, pero la díada de Juan Pablo II ahora debe convertirse en una "trinidad": "¡Que Cuba se abra a todos los cubanos!” 

El tercer deseo es que Francisco anime a la gente de Cuba a escribir su propio futuro y ser "los protagonistas de nuestra historia personal y nacional". Esa esperanza refleja la preocupación del señor Valdés, y otros en la oposición democrática al régimen de Castro, de que el restablecimiento de relaciones más normales entre Estados Unidos y Cuba se ha convertido en la ocasión para un nuevo, y falso, mesianismo en Cuba: “Aquí vienen los norteamericanos; van a arreglar todo” (por desgracia, es una noción compartida por algunos hombres de negocios norteamericanos). En contraste a esa falsa esperanza, el señor Valdés dijo: "El resultado [en] Cuba [debería] ... ser determinado... por el talento, el carácter emprendedor y la responsabilidad civil y política de todos los cubanos." Un llamado papal a ese tipo de compromiso ayudaría a desplazar un falso mesianismo sobre una "solución desde afuera" y, al mismo tiempo, haría frente a la desmoralización arraigada y desesperante de que ninguna solución desde "adentro" es posible. 

El cumplimiento de estas esperanzas requerirá que el Papa y la Santa Sede presionen al régimen cubano en varios frentes comunes: el régimen debería abrir la vida pública a la participación de todos los cubanos; debe reconocer que la libertad religiosa es más que permisos para las iglesias y la libertad de culto; debe involucrar a las asociaciones independientes de la sociedad civil como interlocutores legítimos sobre el futuro de Cuba, no como criminales a ser encarcelados. En resumen, el régimen debe demostrar un nuevo compromiso a ser el servidor del pueblo cubano mediante la adopción de verdaderas medidas tangibles hacia el establecimiento de un marco legal para la democracia, en el que los cubanos puedan forjar su propio destino y asumir la responsabilidad por el progreso futuro de su país. 

Para ello, el Papa Francisco reformador pudiera querer romper con los precedentes desafortunados establecidos durante la visita de Benedicto XVI a Cuba en el año 2012. En aquel entonces, Benedicto se perjudicó porque un nuncio y su séquito le impidieron el encuentro con la oposición democrática, y eso permitió que el Papa estuviera en una sesión fotográfica con Fidel Castro que se convirtió en la imagen principal de la visita. Para dar un ejemplo obvio, Francisco pudiera encontrarse y acoger a las valientes Damas de Blanco quienes, cada domingo después de la misa, marchan en apoyo a los presos políticos – a menudo sus esposos o hijos – y  no pocas veces son golpeadas por matones del régimen.  

La Cuba de 2015 no es la Polonia de 1989. Los sueños de una transición democrática rápida tienden a tapar el arduo trabajo de reconstrucción por hacer. Esperemos que la visita papal de septiembre a Cuba fortalezca una ahora incipiente sociedad civil cubana, que es la base sobre la que dicha obra puede continuar.

Comments from readers

Maria Maguire - 09/17/2015 06:24 PM
Will keep praying for REAL FREEDOM in a democratic Cuba. May Pope Francis' visit be a catalyst in the process. The Church Gospel message will be preached free in all churches and human rights will be respected, not violated. ENOUGH is ENOUGH, Castro brothers! The people deserve their freedom and regain their human rights and dignity. The Gospel of LOVE will finally be victorious. No more division. All Cubans united under ONE flag with the cross as our triumphant symbol. In Jesus' name we pray.

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