La gracia y la valent�a de la denuncia obligatoria
Monday, April 13, 2015
*Jan Rayburn
Mientras das un paseo por tu vecindario, te das cuenta de que una casa se incendia, y escuchas los gritos de un niño. ¿Intentarías rescatar al niño si pudieras hacerlo con seguridad, o al menos llamarías al departamento de bomberos? ¿No responderías para tratar de salvar al niño?
Pienso que, si nos preguntan, responderíamos positivamente al deseo de proteger al niño de cualquier peligro. Sin embargo, vacilamos cuando se trata de reportar el abuso infantil.
De hecho, cuando se conocen los casos de abuso, con frecuencia escuchamos a otros decir que pensaban que algo inapropiado estaba sucediendo. ¿Por qué no dijeron algo?
Sin duda, es una situación difícil. La gente se paraliza con facilidad por el “Qué tal si…”: ¿Qué tal si me equivoco? ¿Qué tal si entro en problemas? ¿Qué tal si se enteran de que yo fui quien los reportó? ¿Qué tal si el trastorno que con seguridad le seguirá a esto, es muy difícil de soportar?
Sin embargo, el factor que nos lleve a decidirlo debe ser la respuesta a una pregunta distinta: ¿Cuáles son los mejores intereses del niño?
En la Florida, todos los adultos son informantes obligatorios. Además, hay informantes obligatorios profesionales que incluyen, pero no se limitan a, los profesionales encargados de niños, los maestros y los oficiales escolares. La única diferencia es que los informantes obligatorios profesionales no pueden ser anónimos. También, si el informe se realiza “de buena fe”, el informante no entrará en problemas.
Entonces, por ley, y hasta profundamente en nuestros corazones, sabemos que debemos reportar el abuso o, incluso, la sospecha de abuso. Sin embargo, la desconexión permanece.
Esto lo reconoció Virtus National cuando volvieron a editar recientemente los videos de “Protecting God’s Children” (Para Proteger a los Hijos de Dios), su programa para la concienciación y prevención del abuso infantil. Además de esta renuencia, añadieron escenarios visuales que mostraban comportamiento inapropiado y la denuncia de tal comportamiento a un supervisor. De esta manera, no sólo se le indica a los participantes lo que deben reportar y cuándo, pero también se les demuestra cómo hacerlo.
Aún así, sé que esto es una decisión muy difícil. ¿Cómo puede uno lidiar con la reacción de aquellos afectados por nuestros esfuerzos para proteger a los niños? El hecho de que el 89 por ciento del abuso lo comete un familiar (29 por ciento) o alguien que el niño conoce y en quien confía (60 por ciento), significa que quien reporta tiene algún tipo de relación con el abusador.
Eso lo recordé en una sesión reciente de Virtus, cuando una participante compartió que había sufrido abuso cuando era pequeña. Nos dijo que es muy difícil decírselo a alguien, cuando el abusador está sentado a la mesa frente a ti cada noche.
Durante esta temporada de Pascua, convencidos de que Jesús murió en la cruz por nuestros pecados, actuemos como lo haría Él, y armémonos de la valentía necesaria para tomar la difícil decisión: reportemos el abuso.
Cuando se trata del abuso infantil, tener la valentía de hacer lo correcto, como dice el Dr. David Finkelhor en los videos de Virtus, “puede salvar a un niño de una tortura terrible”.
Los niños y los adultos vulnerables de nuestra comunidad dependen de que nosotros lo hagamos.
Comments from readers