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Tengo un amigo que acostumbra referirse a The Wall Street Journal como su “periódico católico favorito”, una rareza no sin fundamentos, dada la apertura de las páginas de opinión del Journal a la discusión católica seria de numerosos asuntos. Pero de la misma manera que Homero cabecea ocasionalmente, también lo hace el mejor periódico de América. Y el 2 de enero, el Journal cabeceó increíblemente al describir por qué el Papa Francisco es una de las “Personas a Observar” en 2014:

“Tras provocar expectativas de cambio sobre la homosexualidad, el divorcio, el ambiente y la obligación de la sociedad con los pobres, se espera que el Pontífice también emprenda la reforma burocrática en el Vaticano, así como la posible evolución del papel de la mujer en la Iglesia”.

A mi entender, hay cuatro errores en esa oración, además de una grave malinterpretación de los “papeles” eclesiásticos.

Aunque es muy difícil que lo entiendan quienes ven el catolicismo a través del lente político, los Papas no son como los presidentes o los gobernadores de estado, y la doctrina no es como la política pública. Esto significa que un cambio en la “administración” papal no implica—ciertamente no puede ser—un cambio en las “posiciones” católicas. La doctrina, según lo entiende la Iglesia, no se trata de la “posición” de alguien, sino de comprensiones ya establecidas sobre la verdad de las cosas.

Los papas tampoco son agentes libres que gobiernan haciendo lo que deseen, si me permiten la expresión. Antes de completar la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, del Vaticano II, el Papa Pablo VI propuso añadir una oración a ese trascendental documento, que indicara que el Papa “sólo le rinde cuentas al Señor”, sospecho que en un esfuerzo por proteger de posibles transgresiones civiles o eclesiásticas a la autoridad pontificia y su libertad. Pero la Comisión Teológica del Concilio rechazó la enmienda propuesta por el Papa Pablo, al notar que “el Romano Pontífice está… atado a la misma revelación, a la estructura fundamental de la Iglesia, a los sacramentos, a las definiciones de concilios anteriores, y a otras obligaciones demasiado numerosas para mencionarlas”.

Esas “otras obligaciones” incluyen el honrar la verdad de las cosas incorporadas en el mundo y en nosotros. Hace años, en una conferencia académica, un filósofo católico observó (quizás de manera hiperbólica) que “si el Papa dice que ‘2+2 = 5’, le creería”. Otro filósofo católico, aun más distinguido, ofreció una respuesta correcta y mucho más católica: “Si el Santo Padre dijera ‘2+2 = 5’, yo diría en público: ‘Quizás he malentendido la intención de Su Santidad’ y en privado, oraría por su cordura”.

En otras palabras, los Papas no son figuras autoritarias que enseñan lo que quieren y del modo que quieren. El Papa es el guardián de una tradición autoritativa, de la cual es el siervo, no el amo. El Papa Francisco conoce esto tan bien como cualquiera otro, pues ha enfatizado que es un “hijo de la Iglesia” que cree y enseña lo que la Iglesia cree y enseña.

Por lo tanto, es un engaño asumir que este pontificado cambiará la doctrina católica sobre la moralidad de los actos homosexuales, o sobre los efectos del divorcio-y-el nuevo casamiento en la comunión de uno con la Iglesia, aunque ciertamente la Iglesia puede elaborar su acercamiento pastoral a los homosexuales y los divorciados. En cuanto al ambiente y a los pobres, la doctrina social católica ha enseñado por mucho tiempo que somos administradores de la creación y que el más pequeño de los hermanos del Señor tiene un reclamo moral sobre nuestra solidaridad y nuestra caridad; la doctrina social deja abiertos al debate los medios específicos y prácticos por los que las personas de buena voluntad, y los gobiernos, ejercerán esa administración, esa solidaridad y caridad.

¿Y “el papel de la mujer en la Iglesia”? No hay duda de que varias estructuras de la Iglesia se beneficiarían si recurrieran a una gama más amplia de talento (independientemente del género) que al banco de talento del cual normalmente surgen los líderes de la Iglesia. Aun así, en una entrevista con La Stampa antes de la Navidad, el Papa Francisco aclaró que identificar el liderazgo en la Iglesia con la ordenación es una forma de clericalismo y de utilizar a las mujeres católicas como un objeto. Francisco estaba sugiriendo que ocupar un escritorio vaticano no es la cumbre del discipulado.

Sobre la reforma de la curia, como solíamos decir: Oremus.

Comments from readers

Michele P. MacEachern - 02/10/2014 02:20 PM
Dr. Weigel, I invariably appeciate your scholarly insights, such as those you have voiced elsewhere on the New Evangelization within our Church. Once again, your clarification of some significant observations made by the WSJ (and other media) is most helpful. Permit me to add a few words to the dialogue. When you cite "one grave misconstrual of ecclesiastical 'roles'" in referring to women in the church, allow me to say that highly-educated, compassianate and capable Catholic women whom I have been blessed to know are far from preoccupied with the idea of ordination for themselves. They are simply too busy working hard as Parish Catechetical Leaders, RCIA Directors, Music Directors, Hospital Administers, Diocesan department heads and College Presidents, among other vocations. Furthermore, they would laugh heartily at the very notion of "flying a Vatican desk".

Of course the pope guards authoritative Tradition. But readers might need to be reminded of a major insight from Vatican II's Constitution on Divine Revelation, namely, that through the assistance of the Holy Spirit, the understanding of both the realities and the words of the heritage of our faith is able to grow in the life of the Church. (Chap. 8). This is achieved "through the contemplation and study of believers...", in particular "theological research"... Thus, it would appear that each of us participates in the development of doctine--a difference of degree, not of kind.
victor martell - 02/10/2014 12:45 PM
And then how to ask the Bishops? and what questions to God's people?

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