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A raíz de la convicción por homicidio en mayo pasado de Kermit Gosnell, quien realizaba abortos en las últimas etapas de embarazo, algunas legislaturas estatales comenzaron a desarrollar leyes que protegerían la vida del niño por nacer en etapas más tempranas de la gestación, a la vez que cerrarían casas de horror, como la “clínica” de Gosnell en Filadelfia. Todavía queda por verse si estas leyes resistirán el escrutinio constitucional; lo que sí se debe destacar en este momento, es cómo quienes apoyan profundamente el aborto sin restricciones aprobado por la Corte Suprema en 1973, no entienden y todavía continúan haciendo un lío del debate público con sus confusiones.

Así, un editorial del 29 de junio en The Washington Post condenó el hecho de que estas leyes estatales propuestas “… requerirían que las clínicas de abortos cumplieran con los mismos requisitos que los centros quirúrgicos, como aquellos en las alas de los hospitales”. Además, “los doctores que realicen abortos tendrían que contar con privilegios de admisión en los hospitales cercanos … El argumento de que tales requisitos son necesarios para proteger la salud de las pacientes de abortos … es flojo”.  

¿Cómo dice? En muchos estados, no existen requisitos de salud y seguridad para los centros de abortos, como se les exige a los restaurantes de McDonald’s o Wendy’s. Luego de que los testimonios en el caso de Gosnell revelaran una “clínica” fétida, desordenada, macabra, en la que los requisitos básicos de higiene eran violados monumentalmente, ¿cómo puede alguien sugerir con sensatez que es “flojo” el argumento para proteger a las mujeres al exigir el cumplimiento de requisitos de sanidad y seguridad para los procedimientos quirúrgicos? ¿Cómo puede alguien sugerir con sensatez que es un “caso flojo” exigir que quienes realizan tales procedimientos tengan los credenciales profesionales mínimos que otros cirujanos y doctores? ¿Cómo puede cualquiera reclamar de manera verosímil y en conciencia que apoya “la salud de la mujer” al oponerse a tales leyes?

Las ofuscaciones del Post aparecieron en un escrito con las confusiones de Ruth Marcus, una de las columnistas de opinión del periódico, quien describió en una columna de abril que los esfuerzos legislativos a nivel estatal para socavar la autorización de abortos tras Roe v. Wade por medio de reglamentos estatales para las clínicas de abortos, “son resultado de una convicción sincera e intensa—una que no comparto—de que el aborto quita una vida humana”.  

Uno se pregunta: entonces, ¿qué es?

¿Qué eran, precisamente, aquellas criaturas a las que Kermit Gosnell les cortaba la espina dorsal con tijeras? ¿Por qué toda Inglaterra preguntaba “¿es una niña o un niño?” cuando la Duquesa de Cambridge estaba embarazada? ¿Por qué nadie preguntaba a Kate Middleton, la futura reina de Inglaterra, si “es un feto macho o un feto hembra”? ¿Por qué un libro de texto ampliamente usado sobre embriología establece lo que cualquier estudiante de primer año de biología puede ver sin anteojeras ideológicas: que el resultado de la concepción humana es un ser humano con una identidad genética única, capaz de continuar desarrollándose mientras no se interponga la naturaleza (por un aborto natural) o la tecnología (por un aborto químico o quirúrgico)?

Sin embargo, las confusiones de la señorita Marcus no terminan en Embriología 101. Tras indicar correctamente que la batalla legal sobre la vida humana por nacer fue ganada ampliamente cuando en 1973 la Corte Suprema anticipó la lucha legislativa estatal, Marcus indicó que, independientemente de lo que sucedía en los capitolios estatales, una encuesta de Gallup de 1973 “halló que el 64 por ciento estaba de acuerdo con que ‘la decisión de practicarse un aborto debe ser tomada únicamente por una mujer y su doctor’”. He aquí otro de los embustes de Aquellos Que De Verdad No Entienden.

Con mucha frecuencia, la decisión de abortar es tomada no por una mujer “y su doctor”, sino por una mujer asustada que habla con un “consejero” en una clínica administrada por una agencia como Planned Parenthood, que tiene un gran interés económico en el aborto. Esa mujer temerosa, que a menudo ha sido abandonada por un hombre irresponsable, es referida a un “proveedor” de abortos que no es tanto “su doctor” como sería “su estilista”.

A la luz del caso Gosnell, que reveló monstruosidades como pies y manos de bebés mantenidos en frascos dentro de un refrigerador, ¿Marcus y la junta editorial del Post de verdad piensan que los Kermit Gosnell de este mundo son “doctores”? ¿Son “doctores” los médicos chinos que remueven órganos de los prisioneros políticos?

La autorización para abortar, ¿amerita esta vergonzosa abdicación de decencia y de razón?

Comments from readers

Barbara Groeber - 10/08/2013 11:34 AM
George, I first want to applaud you for not allowing us to forget about Kermit Gosnell and his House Horrors! Unfortunately, deplorable conditions in abortion facilities across the country are routinely ignored along with the 56 million babies who have lost their lives since 1973.

I believe the best answer to your question: "if he is not a human child, then what is he?" can be answered in one word -- denial. It is not just the abortion providers, or the "customers" who seek their services, that are in denial, it is the entire country. Although denial can be incredibly powerful, it is no match for the power of prayer. Many abortion providers have left the industry because they have been prayed for by people who know it is the most powerful tool we have to someday make abortion, not just illegal, but UNTHINKABLE!

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