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Fue una gran alegria para los peregrinos cubanos encontrarse con el Padre Ariel, quien fue formador de varios en Cuba.

Fotógrafo: COURTESY PHOTO

Fue una gran alegria para los peregrinos cubanos encontrarse con el Padre Ariel, quien fue formador de varios en Cuba.


Karen Huezo saludando al Papa Francisco - una demostración de la creatividad en la feria vocacional.

Fotógrafo: COURTESY PHOTO

Karen Huezo saludando al Papa Francisco - una demostración de la creatividad en la feria vocacional.

Por Laura López
SEPI
Antes que nada, les pido disculpas por no haber podido seguir escribiendo desde la Jornada Mundial de la Juventud.

No tengo palabras para expresar lo vivido en la JMJ. En todo lo que les pueda expresar, me quedaré corta. Dios nunca deja de sorprendernos, y Sus planes son mayores de lo que nosotros nos podemos imaginar.

Me llevo grandes lecciones de confianza en el Señor a pesar de las dificultades y pruebas y ejemplos de amor y servicio al prójimo.

El domingo, al enviarnos, el Papa Francisco nos dijo: “Evangelizar es dar testimonio en primera persona del amor de Dios, es superar nuestros egoísmos, es servir inclinándose a lavar los pies de nuestros hermanos como hizo Jesús.”

Esto lo viví en carne propia durante la Jornada, gracias al testimonio y amor de mis hermanos, y doy gracias a Dios por las experiencias vividas, por mi familia de peregrinos y por todas aquellas personas que nos acompañaron con sus oraciones.

Ahora, regresamos con renovadas fuerzas y la gracia de Dios, para cumplir con la misión a la cual Jesús, por medio de Su Vicario, el Santo Padre Francisco, nos envía:

“Vayan, sin miedo, para servir. Siguiendo estas tres palabras experimentarán que quien evangeliza es evangelizado, quien transmite la alegría de la fe, recibe alegría. Queridos jóvenes, cuando vuelvan a sus casas, no tengan miedo de ser generosos con Cristo, de dar testimonio del evangelio.”

Les pido sus oraciones para que podamos responder fielmente a este llamado.

Aquí les comparto algunas fotos de nuestras experiencias.

Si quieren ver nuestro album completo de fotos, pueden visitar www.facebook.com/sepimiami

La Jornada Mundial de la Juventud: Sólo el comienzo

Ronald Rivas y su hermana Maria se retratan, contentos, tras subir a la estatua de Cristo Redentor en Corcovado.

Fotógrafo: COURTESY PHOTO

Ronald Rivas y su hermana Maria se retratan, contentos, tras subir a la estatua de Cristo Redentor en Corcovado.

Por María Rivas
Parroquia de Prince of Peace
Si buscan aventura, dejen que les guíe el Espíritu Santo. Pero tengan presente que aprenderán una o dos lecciones durante la jornada.  

Cuando se acercaba la 28va celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, en Río de Janeiro, Brasil, los miembros de nuestro ministerio decidimos ir donde nos guiara el Espíritu Santo. Sabíamos que queríamos visitar exhibiciones como la de “Madre Teresa”, participar en misas con los grupos de los Estados Unidos en Vivo Río, escuchar las catequesis impartidas por los cardenales Sean O’Malley, de Boston, o Timothy Dolan, de Nueva York, y celebrar con el Papa Francisco y el resto de los jóvenes y jóvenes adultos del mundo, pero también queríamos salir y explorar las sorpresas que estaban guardadas para nosotros.

Miembros del grupo de Prince of Peace veneran la cruz que el Beato Juan Pablo II les entregó a los jóvenes despues de la primera Jornada Mundial de la Juventud.

Fotógrafo: COURTESY PHOTO

Miembros del grupo de Prince of Peace veneran la cruz que el Beato Juan Pablo II les entregó a los jóvenes despues de la primera Jornada Mundial de la Juventud.

Dios no nos permitió esperar. Tan pronto como llegamos a Río, nos llevó a vivir algunas de las experiencias más inesperadas y espectaculares. Nuestra parroquia en Río era Nuestra Señora de la Paz, algo hermosamente apropiado al tomar en consideración que nuestra parroquia en Miami es Prince of Peace (Príncipe de Paz).

El área de bienvenida de la oficina parroquial tiene un hermoso cuadro grande de Nuestra Señora de la Paz a un lado del edificio, y al otro, uno del Papa Francisco saludándonos con su mano. Ese maravilloso saludo nos emocionó mucho, pero nunca imaginamos lo que nos esperaba dentro de la iglesia.

Llegamos a la parroquia para pasar tiempo en oración, y de inmediato, un grupo de damas que rezaban el rosario, nos llamó. Posaban sus manos sobre un libro con páginas doradas y lo que parecía un vial. En el mismo se encontraba una reliquia del beato Juan Pablo II – como si nos esperara para orar con él y darnos la bienvenida al iniciar nuestra jornada.

Recibimos sorpresas maravillosas a lo largo de la semana: adoración después de la misa con el cardenal Dolan; que el Papa Francisco pasara cerca de nosotros en su automóvil mientras estábamos en el autobús (¡dos veces!); que el Padre Lázaro, de la parroquia de Santa Teresa, nos invitara a pasar tiempo y dialogar con él mientras íbamos a Copacabana. Pero lo mejor estaba por llegar.

El sábado, mientras tres de nosotros caminábamos hacia el lugar de la vigilia, pudimos dar un vistazo a Cristo Redentor en la cima del Corcovado. Allí fue donde se nos recordó que la vida terrenal es una peregrinación hacia la eternidad, y que “Él nos espera con brazos abiertos”, como nos dijo Michael, nuestro hermano en Cristo.

Continuamos hasta que al fin llegamos a Copacabana, junto con aproximadamente 3.5 millones de personas. Aunque no pudimos hallar un espacio desde el cual seguir la vigilia, Dios tenía otra lección para nosotros. Había un espacio pequeño disponible al cruzar la calle enfrente de la playa, donde colocamos nuestras mochilas y sacos de dormir, e intentamos dormir.

La temperatura bajó rápidamente. Al ser de Miami y no contar con lo suficiente para mantenernos calientes, vivimos lo que muchos de nuestras hermanas y hermanos desamparados deben sentir al vivir en la calle. El suelo era duro e incómodo, el frío era insoportable, y en un momento durante la noche nos dimos cuenta de que estábamos rodeados por basura que la gente había arrojado a nuestro alrededor.

Nada más nos hubiese preparado para vivir el mensaje del Papa Francisco de servir a quienes sólo tienen su pobreza. Algo se conmovió y renovó profundamente en nuestros corazones. Deseábamos salir y servir, llevar alegría a estos hombres y mujeres que merecen tanto sólo por ser hijos de Dios, y propagar la Buena Nueva para que otros puedan hacer lo mismo.

Fue en ese momento cuando desarrollamos un plan para no perder un minuto más y servir lo mejor posible según nuestras capacidades. De regreso de la vigilia con el Papa Francisco, regalamos nuestros sacos de dormir y dimos algo de beber a los sedientos.  En nuestro último día en Río, los miembros de nuestro grupo hicieron emparedados para alimentar a los desamparados, evangelizaron y se detuvieron en Nuestra Señora de la Paz para orar por nuestro ministerio y un buen viaje de regreso.

Por supuesto, nos esperaba una última sorpresa: en la parroquia se encontraban el icono de Nuestra Señora y la Cruz Peregrina, los mismos que el beato Juan Pablo II encomendó a los jóvenes en la primera Jornada Mundial de la Juventud para que los llevaran a través del mundo.

Cuando pensábamos que nuestra jornada estaba por terminar, nos dimos cuenta de que el Espíritu Santo apenas comenzaba sus planes para nosotros. La Jornada Mundial de la Juventud es sólo el comienzo. Ahora más que nunca antes, les pedimos sus oraciones pues a los jóvenes del mundo y de nuestra Arquidiócesis se nos ha confiado el “ir y hacer discípulos de todas las naciones”.

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