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Fue un saludo breve a sus antiguos colegas. Pero si leen detenidamente la carta del 18 de abril del Papa Francisco a la conferencia de obispos argentinos, pueden dar una ojeada al hombre, sus convicciones y su visión.

Primero, el hombre: Jorge Mario Bergoglio ha permanecido como es, en vez de adoptar lo que algunos consideran el estilo pontificio. Cualquier Papa que pueda escribirle a sus antiguos colegas en estos términos— “Queridos hermanos: Van estas líneas de saludo y también para excusarme por no poder asistir debido a ‘compromisos asumidos hace poco’ (¿Suena bien?)”—es un hombre que se siente cómodo en su propia  piel, y uno que al parecer, continuará de esa manera.

Luego, sus convicciones: el Papa Francisco cree que la Iglesia en Latinoamérica dio un paso importante hacia el futuro en 2007. Ese año, en la Quinta Conferencia General de Obispos de Latinoamérica y el Caribe, realizada en Aparecida, Brasil, los líderes de la Iglesia fueron más allá del catolicismo “mantenido” del pasado—el catolicismo que permanecía “mantenido” por el establecimiento legal o, más recientemente, hábito cultural—y acogieron un catolicismo evangélico robusto en el que, como escribió el Papa el 18 de abril, “toda la pastoral sea en clave misionera”.

El Papa parece convencido de que pasar del catolicismo “mantenido” al catolicismo evangélico es para todos. El catolicismo “mantenido” no tiene futuro en lugar alguno, y no sólo por el secularismo agresivo y otros ácidos culturales corrosivos. El catolicismo “mantenido” no tiene futuro porque no merece un futuro o, como lo presentó el Papa a sus antiguos colegas: “Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro”, a lo que Francisco también llamó “autorreferencial”. Cuando la Iglesia se enfoca en sí misma, en vez del Evangelio y la invitación a la amistad con el Señor Jesucristo, la Iglesia traiciona al Evangelio y al Señor. ¿De qué manera? La iglesia “autorreferencial” cae víctima de “una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado”, que luego obstaculizan lo que los obispos en Aparecida llamaron “la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.

El Papa Francisco añadió de inmediato que tal alegría “tantas veces va unida a la Cruz”. Pero la alegría que se produce al abrazar la cruz ayuda a los ministros ordenados de la Iglesia “a ser cada día más fecundos, gastándonos y deshilachándonos en el servicio al santo pueblo fiel de Dios”.  Y si se ve a los pastores tomando la cruz y viviendo con alegría al abrazar al Señor crucificado y resucitado, el pueblo de la Iglesia encontrará la valentía para hacer lo mismo: de esa manera, todo el Cuerpo de Cristo se convierte en un testigo poderoso de la verdad de que la felicidad se encuentra en la entrega, no en la insolencia.

En cuanto a la visión del Papa, Francisco parece dispuesto, hasta entusiasta, por dirigir a una Iglesia que se arriesga a proclamar el Evangelio con valentía. “Es verdad”, escribió a los obispos de Argentina, que algo “le puede pasar” a una Iglesia “que sale”, como puede sucederle algo a quien deje la seguridad de la casa: los accidentes ocurren. Pero “les quiero decir francamente”, continuó el Papa, “que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma”; una Iglesia dispuesta a tomar riesgos, a una Iglesia paralizada por el egocentrismo. De ahí la visión a la que este Papa “del fin del mundo” llama a toda la Iglesia: todo Cristo, todo Evangelio, todo misión, todo el tiempo.

Tomará tiempo acostumbrarse a ver al obispo de Roma como un radical cristiano. Esperen gran confusión en aquellos refugios donde todo el tiempo se consume en las antiguas batallas sobre la ya reemplazada Iglesia de la Contrarreforma (por ejemplo, sobre la Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas y sobre los Lefebvristas). A algunos se les hará difícil reconciliar el radicalismo cristiano con la ortodoxia pero, como lo discuto en "Evangelical Catholicism: Deep Reform in the 21st-Century Church" (Catolicismo Evangélico: Reforma Profunda en la Iglesia del Siglo 21, Basic Books), precisamente de eso es que se trata la ortodoxia: la aventura de la conversión radical ordenada a la misión. Parece que el 266to obispo de Roma estaría de acuerdo.

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