El legado de Benedicto XVI
Monday, February 25, 2013
*George Weigel
Cuando fue elegido en el año 2005, algunos pensaron que él sería quien calentaría la Cátedra de Pedro durante algunos años, hasta que apareciera un candidato más joven para el papado. Joseph Ratzinger probó de otras maneras que es un hombre de muchas sorpresas, más recientemente por su humilde decisión de abdicar. ¿Qué logró en un pontificado de casi ocho años, y qué falta por hacer?
Él garantizó la interpretación autoritativa del Vaticano II, que había sido iniciada (con su colaboración) por su predecesor, el beato Juan Pablo II. Vaticano II—el Concilio en el que la Iglesia se dio cuenta de que es una comunión de discípulos en misión—no fue una ocasión para deconstruir el catolicismo, sino para revitalizar la fe que es “tan antigua y tan nueva”, de manera que se proponga con más vigor.
Él ayudó a cerrar la puerta de la Iglesia de la Contrarreforma, en la que se crió en su amada campiña bávara, y abrió de un empujón la puerta a la Iglesia de la Nueva Evangelización, en que la amistad con Jesucristo es el corazón de la proclamación y la propuesta de la Iglesia. Como expliqué en Evangelical Catholicism: Deep Reform in the 21st-Century Church (Catolicismo Evangélico: Una Reforma Profunda en la Iglesia del Siglo 21, publicado por Basic Books), Benedicto XVI fue el elemento clave, el pivote en el que se completaron el regreso a la Iglesia evangélica y el esfuerzo misionero del tercer milenio.
Él aceleró la “reforma de la reforma litúrgica”, enfatizando la belleza de la liturgia. ¿Por qué? Porque entendía que, para los posmodernistas incómodos con la noción de que cualquier cosa es “verdadera” o cualquier cosa es “buena”, la experiencia de la belleza puede ser una oportunidad única hacia un mundo humano más abierto y espacioso, un mundo en el que nuevamente es posible comprender que algunas cosas son, de hecho, verdaderas y buenas (como hay otras que son falsas y malvadas).
Él demostró ser un analista astuto de las insatisfacciones de la democracia contemporánea, al identificar también correctamente los principales problemas en el siglo 21 entre el Islam y “los demás”: ¿Puede el Islam hallar en sí los recursos religiosos que garanticen tanto la tolerancia religiosa como la separación de la autoridad religiosa y política en el estado?
Fue un experto catequista y maestro, y al igual que John Henry Newman (a quien beatificó) y Ronald Knox, sus sermones se leerán por siglos como modelo del arte homilético, y apreciados por su sagaz perspicacia bíblica y teológica.
En cuanto a lo que quedó sin finalizar y lo que no se realizó:
Benedicto XVI tuvo la determinación de deshacer de la Iglesia lo que llamó, en el Viernes Santo previo a su elección como papa, la ‘inmundicia’ que arruinó la imagen de la Novia de Cristo y obstruía su misión evangélica. Tuvo éxito hasta cierto punto, pero a raíz del escándalo de los abusos sexuales, la obra para la restauración permanece sin finalizar. Esto se nota con más urgencia en Irlanda, donde la resistencia de un sistema jerárquico intransigente es un grave impedimento para la reevangelización de ese país que una vez fuera católico. A mi juicio, el próximo papa debe ser más riguroso que sus dos predecesores al lidiar con los obispos contra quienes hay evidencia de complicidad en el encubrimiento del abuso—aun si tal estrategia fue considerada apropiada en un momento dado por la profesión de la consejería y por las autoridades legales. Las normas de la Iglesia son más estrictas.
Joseph Ratzinger tuvo una vasta experiencia en la curia romana, y se esperaba ampliamente que la reformara en su totalidad. No sólo se trata de que eso no sucedió, sino que las cosas empeoraron. Francamente, hoy la curia es un impedimento para la misión evangélica del papa y de la Iglesia. Es imprescindible “limpiar la casa” profundamente y contar con un nuevo modelo si es que la Nueva Evangelización recibirá el apoyo del principal engranaje administrativo de la Iglesia; para la curia, esto no es asunto de establecer un nuevo departamento burocrático, sino de desarrollar una nueva mentalidad. (Evangelical Catholicism contiene muchas sugerencias sobre cómo se podría realizar esto.)
Y queda Europa. El hombre que escogió su nombre por el primer santo patrón de Europa, trató lo mejor que pudo pero, al igual que su predecesor, sólo logró avivar las llamas parpadeantes de la renovación en pocos lugares del corazón histórico del catolicismo. Su reevangelización permanece como una tarea urgente.
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