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Los buenos
Con frecuencia, se repite en la misa dominical: Por favor, ofrezcan su “tiempo, talento y tesoro†por el bien de su parroquia. (¡Continúen leyendo, que no estoy pidiendo dinero!)

En efecto, la construcción de la Iglesia se logró por la buena obra de feligreses que ofrecían su tiempo y talento: desde los ministros extraordinarios de la Santa Comunión, los catequistas y las madres, a los animadores en los carnavales y los cocineros en las ventas de pescado frito durante la Cuaresma, a veces hasta colocando los ladrillos y la mezcla. Mi esposo aún conserva el pisapapeles en forma de un edificio que recibieron sus padres cuando ayudaron a construir la iglesia de St. Monica en 1961.

Nuestras instalaciones arquidiocesanas no existirían sin la gran dedicación de nuestros voluntarios, mucho menos sin el gran sentido de comunidad y actividad espiritual que demuestran en la actualidad. Por eso entiendo que los voluntarios buenos y fieles se hayan perturbado ante el requisito de cumplir con la política de Ambiente Seguro de la Arquidiócesis.

La política requiere que todos los empleados y quienes realizan trabajo voluntario con niños o adultos vulnerables, sean aprobados tras una verificación de antecedentes y reciban entrenamiento en Virtus. Además, los empleados deben firmar un Código de Conducta  y un affidávit de Buena Solvencia Moral. Los voluntarios también deben firmar un Código de Conducta y un affidávit de Buena Solvencia Moral, además del Acuerdo de Voluntarios.

Entiendo el proceso mental: “Por supuesto que necesitamos una política, pero soy miembro fundador de esta parroquia, todo el mundo me conoce, he sido voluntario por años, y estoy seguro de que esto no me aplicaâ€. Sin embargo, consideren lo siguiente: Como buenos administradores de nuestra fe, estamos llamados a través del bautismo a cuidarnos unos a otros. Los necesitemos más que a los demás; necesitamos que los buenos sean ejemplo para los demás. Necesitamos que los buenos cumplan con los requisitos para que podamos distinguir a uno malo que se encuentre entre nosotros. Más importante aún: necesitamos que los buenos se entrenen para reconocer los patrones y comportamientos de este terrible mal epidémico en nuestra sociedad.

Los malos
A través del país, más de 39 millones de adultos fueron víctimas de abuso sexual infantil, sin distinguir su estilo de vida, la procedencia étnica y cultural, las condiciones socioeconómicas y la afiliación religiosa. La realidad es que este número puede ser mucho mayor, pues son muchas las víctimas que nunca reportaron este crimen. Una de cada cuatro mujeres y uno de cada seis hombres reportan haber sido abusados sexualmente cuando eran niños. De manera similar, los depredadores provienen de todos los estilos de vida. Las estadísticas demuestran que 89 por ciento de los depredadores son conocidos por las víctimas. Fragmentado, 29 por ciento del abuso sexual es cometido por familiares, y 60 por ciento es cometido por alguien que la víctima conoce y en quien confía. Algo que todos los depredadores tienen en común es que se empeñan en trabajar o ser voluntarios con los niños.

Lo alarmante
El abuso sexual es un flagelo en la sociedad. Es el secreto sucio y feo del que nadie quiere hablar. Pero ese mismo silencio es lo que permite que el crimen continúe. A veces, el abuso puede extenderse por años. Durante el pasado año, hemos conocido casos de notoriedad a nivel nacional. Lo bueno es que el tema se discute ahora más que antes, a pesar de ser algo tan horroroso. Juntos podemos arrancarle al depredador su arma más poderosa: el silencio.

La Iglesia Católica ha tomado la iniciativa, tanto en la respuesta a este crimen como en la educación para la prevención del crimen, a través de los mandatos establecidos en la Carta para la Protección de los Jóvenes y los Adultos Vulnerables, de los obispos católicos de los Estados Unidos. Al escuchar sobre los casos de abuso sexual, siempre nos viene a la mente un pensamiento que con frecuencia se atribuye a Edmund Burke, un filósofo político inglés del siglo 18, mejor parafraseado en la adaptación al cine del libro “La Guerra y la Pazâ€, de León Tolstói: “Lo único que el mal necesita para triunfar, es que los hombres buenos no hagan nadaâ€.

Esto nos lleva de nuevo al bienestar de nuestra comunidad católica. Les pedimos que, como católicos, como seres humanos, se unan a los esfuerzos de la Iglesia para proteger a los más vulnerables entre nosotros: nuestros niños. Para más información, visiten nuestro website, www.miamiarch.org, y opriman el botón “Protecting God’s Children ministryâ€. Luego opriman el anuncio “National Child Abuse Prevention Month†para obtener más información y sugerencias para la prevención del abuso. También oprima el anuncio de Virtus. Es un programa que merece la pena y la atención de cualquier persona que tenga niños, y les sugiero que asistan a una sesión, aún cuando nuestra política no requiera que ustedes tengan que hacerlo.

Comments from readers

Lisa P - 04/10/2012 05:43 PM
Jan,
Thank you! Most especially for your powerful reminder: "Together we can take away the predator's greatest weapon: our silence." Thank you for reminding us that this isn't merely a "we have to" but a "we get to" ... be able to participate in the battle against sexual abuse of children through this comprehensive training program. You are a blessing to us!
Teresa Martinez - 04/10/2012 09:41 AM
Jan, you are an inspiration! Thank you for all that you do to ensure that our children are safe. I know how difficult your job can be but you handle it with grace!
Sr. Lidia Valli - 04/09/2012 10:24 PM
"We need the good to comply so that when bad is among us, it will stand out"Thank you for your message, simple and clear. May God recompense you for your service to our archdiocese.

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