Nuevas expresiones nos ayudan en nuestro encuentro personal con Cristo en la Eucarist�a
'Este sacrificio, m�o y de ustedes'
Monday, December 19, 2011
*Msgr. Richard Antall
Otro de los cambios en la nueva traducción del misal latino al inglés tiene que ver con la invitación del sacerdote a orar “para que este sacrificio mÃo y de ustedes sea agradable a Dios, Padre todopoderosoâ€. La respuesta permanece igual: “Que el Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesiaâ€. Sin embargo, las palabras del celebrante han cambiado.
¿Por qué el cambio de “nuestro sacrificio†a “este sacrificio mÃo y de ustedesâ€? ¿Es sólo cuestión de una traducción más literal? La respuesta no hace referencia alguna a que el sacrificio sea del sacerdote, del pueblo, o de ambos, pero sólo pide que sea “por nuestro bien y el de toda su santa Iglesiaâ€.
La oración original, en latÃn, hace la distinción entre meum ac vestrum. Me parece que el cambio puede hacernos pensar en tres aspectos particulares de la EucaristÃa.
El primero es el del “sacrificioâ€. Luego del Concilio Vaticano Segundo, algunos profesores deseaban pasar por alto la idea del sacrificio para decir que la EucaristÃa era una cena común de los fieles. Eso implica que un sacrificio nunca incluirÃa una cena compartida, lo que resultó ser incorrecto. En la Biblia, la mayorÃa de los sacrificios incluyen el elemento de la cena porque, en casi todos, tanto los sacerdotes como las familias que ofrecÃan el sacrificio consumÃan lo que se habÃa sacrificado, de acuerdo con el protocolo que le otorgaba a los sacerdotes las porciones más selectas.
En el Antiguo Testamento, los sacerdotes eran bastante carnÃvoros, y me imagino que algunos de ellos hasta se parecÃan a los carniceros que visten delantales llenos de sangre, imagen que nos puede hacer sentir incómodos debido a nuestra experiencia con sacrificios en los que no se derrama sangre. La sangre se ofrecÃa en el altar, la grasa se quemaba, y luego la familia y los sacerdotes recibÃan la carne. Sólo los sacrificios del holocausto se quemaban por completo y no se consumÃan; por eso los sacerdotes eran quienes tenÃan buenas raciones de carne.
En su libro "La Fiesta de la Fe", que debiera ser lectura obligatoria en los seminarios y las rectorÃas, el cardenal Joseph Ratzinger publicó un ensayo sobre la tendencia al énfasis exagerado en la “cena†de la liturgia, mientras no se toma en cuenta o se resta importancia al elemento del sacrificio. Si sólo es una cena, aunque sea una que convierta en realidad el ágape (el amor compartido de Dios con la comunidad), asistir sin consumir es algo absurdo.
He escuchado a sacerdotes decir que una misa sin comunión no tiene sentido; es como ir a la casa de un amigo a cenar y no comer. Pero la asistencia a la misa, aun sin la comunión, vale la pena. Obviamente, no es la manera ideal de participar en la liturgia, pero estar presente mientras se ofrece el sacrificio, tiene significado, aun sin la comunión. Visitar a un amigo, aunque no se comparta una comida, continúa siendo una muestra de amistad.
La misa es la renovación de la gracia del sacrificio del Hijo al Padre para la comunidad de los creyentes, que se encuentra presente espiritualmente al pie de la cruz. La oración tiene mérito, aunque no estemos dispuestos a recibirla por la razón que sea. Puede ser por motivos de salud, o porque no calculamos el ayuno, o porque algo en nuestra vida impide que participemos en la comunión plena.
Recuerdo un dÃa en que un lÃder comunitario en El Salvador no recibió la comunión en la misa, y le pregunté en privado cuál era la razón. “Es que no llevaba puesto mi vestido nupcialâ€, me respondió, aludiendo a la Biblia. En esos casos, participar en la misa, aún si sólo se hace la comunión espiritual, es un momento importante de oración en el que la Iglesia se une a la acción salvÃfica de Jesucristo en la cruz. Mi experiencia en el ministerio me ha convencido de que algunos hacen comuniones espirituales en la misa que son mucho más meritorias que otras sacramentales.
La segunda idea tiene que ver con el hecho de que, de alguna manera, el sacrificio del sacerdote es distinto al del laicado. Es el mismo sacrificio, y es el de Cristo, pero sólo el sacerdote puede ofrecer la misa y, por lo tanto, su participación es esencial. Esto se reconoce al asignar una “intención†a la misa. Se ha especulado que el origen de la costumbre de darle un estipendio al sacerdote que ofrece el sacrificio tiene que ver con el hecho de que algunos miembros de la primera comunidad cristiana tomaban turnos para proveer el pan y el vino que se usarÃa en la EucaristÃa. De esta manera, los “anfitriones†honorarios participaban de manera especial en la oración de la comunidad y lo consideraban de beneficio particular. Este beneficio serÃa definido más adelante como una intención particular, y en la práctica actual casi siempre se asocia con la oración por los difuntos.
Ofrecer una misa por una intención es una manera de garantizar un beneficio espiritual. Es un distintivo del catolicismo. Hasta el cismático Enrique VIII dejó dinero para misas perpetuas por su alma. En la famosa historia La Misa del Ateo, de Honoré Balzac, el autor analiza los curiosos actos de un prominente médico de ParÃs, un ateo que cada año asistÃa a una misa ofrecida en la iglesia de Saint-Sulpice. Según la historia, el médico debÃa su carrera profesional a un pobre obrero que le ayudó a pagar sus estudios, y cada año rendÃa honor a la memoria de su benefactor con una misa. El obrero era un creyente; por eso el médico, fielmente y en secreto, ofrecÃa una misa por su alma en el aniversario de su fallecimiento.
Recientemente leà Mi Enemigo Mortal, una novela de Willa Cather, bautista convertida a episcopal pero siempre fascinada por el catolicismo. En la obra, una católica alejada, que habÃa caÃdo en la extrema pobreza, le dice a un familiar que habÃa escondido dinero sin que su esposo lo supiera, con el propósito de que fuera utilizado para las misas por su alma tras su fallecimiento. Las monedas de oro no se utilizarÃan con propósitos materiales, sino espirituales. Como en el ejemplo de Balzac, a veces vemos con más claridad el significado de nuestra fe a través de los ojos de gente que no la comparte.
Pero el sacrificio no es sólo de la Iglesia o del sacerdote, sino de cada uno de sus miembros. SerÃa útil preguntar a cada católico cuál es su relación con el sacrificio. Eso es lo que también destaca el nuevo lenguaje. ¿En qué consiste el sacrificio de ustedes?
Esto me recuerda una de las más desgarradoras historias del Antiguo Testamento: el sacrificio de Isaac. Abraham lleva a su hijo amado a la montaña para ofrecérselo a Dios. El niño se da cuenta de que algo falta. Él lleva la madera (de la misma manera que Jesús cargó la cruz al subir otra montaña) pero no habÃa un animal para el sacrificio. Abraham, cuyo corazón debÃa estar quebrándose, le dice: “Dios proveeráâ€.
En la misa, Dios provee el sacrificio, su propio hijo. Pero nos pide un sacrificio interior para que podamos adorarle completamente. Es lamentable la espiritualidad que depende de la homilÃa o de la música de la misa, de las flores o la decoración – independientemente de lo importante que sean – para que el culto tenga sentido. Si alguien se aburre en la Misa, ¿qué le está ofreciendo a Dios?
Si ustedes llegaron para ofrecerse a sà mismos al Señor en la comunión con el sacrificio más importante de todos los tiempos – el de Jesús en la cruz – ¿cómo pueden decir “No obtuve nadaâ€? Yo estarÃa tentado a responder que quizás ustedes no dieron nada.
No olviden que la misa también es su sacrificio. “Mi sacrificio y el de ustedes†puede ayudarnos en nuestra distracción para encontrar verdadera y personalmente al Señor en la EucaristÃa.
Comments from readers
Dios quiera y este sea uno de los muchos articulos que usted escriba relacionado con las diferentes partes que componen la Santa Eucaristia.
Que bonito lo explico!!! Esperare por el proximo!!!
Que el Ninito Jesus le colme de bendiciones!!!