By Ana Rodriguez Soto - The Archdiocese of Miami
MIAMI | Médico, sacerdote y abogado en derecho canónico, Mons. Tomás Marín tenía una mente prodigiosa y era trabajador incansable.
A los cuatro años de ser ordenado sacerdote fue nombrado canciller de la Arquidiócesis, servicio que ejerció durante una década. Además, fue defensor del vínculo matrimonial en el Tribunal Arquidiocesano, en donde siguió colaborando mientras era canciller y después, al ser nombrado párroco de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe en el Doral.
Con su liderazgo, esta primera parroquia católica de la zona atrajo en poco tiempo a más de 3.000 familias de 44 países. El sacerdote estableció la tradición de dar la bienvenida a los visitantes en cada Misa con un canto y una estampa de Nuestra Señora de Guadalupe.
Mons. Marín falleció al amanecer de hoy, 28 de diciembre, por complicaciones de su tratamiento contra el cáncer que se le diagnosticó en 2017. Contaba con casi 30 años de sacerdocio y en la actualidad servía como párroco de St. Augustine, en Coral Gables.
“A pesar de su enfermedad continuaba trabajando en la parroquia. Murió con las botas puestas”, dijo el Arzobispo Thomas Wenski, que le visitó en el hospital el domingo antes de Navidad.
Mons. Marín contaba con volver a la parroquia en enero y expresó su preocupación por no haber encargado a otros sacerdotes sustituirle durante el mes. “Le dije: Tom, no te preocupes. Yo me ocuparé”, recordó el Arzobispo. “En verdad que sí está en casa, pero no en la de aquí abajo”.
El Arzobispo señaló que Mons. Marín se ha ocupado de su madre ya mayor y había costeado los estudios de medicina de su hermana después de la muerte de su padre en 1983. “Era un buen sacerdote, un hijo fiel y un hermano cariñoso”.
‘MÉDICO DE ALMAS’
“La Arquidiócesis ha perdido a un buen pastor y doctor de almas”, dijo el Arzobispo Emérito John C. Favalora, que trabajó con Mons. Marín durante sus años como canciller. “Su ministerio como canciller y párroco reflejaba su formación como cardiólogo al mismo tiempo que su formación como abogado de la Iglesia. Era al mismo tiempo atento y competente y especialmente manifestaba ese lado de su personalidad con los enfermos y moribundos”.
“Doy gracias a Dios por sus muchos dones y talentos,” dijo el Arz. Favalora. “Estoy agradecido por su ayuda en el delicado trabajo de implementar el Protocolo para la Protección de Niños y Adolescentes � una tarea poco agradable que realizó con valentía, equilibrio y elegancia”.
Antonio Fernández, uno de los fundadores de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, recordaba que Mons. Marín era a veces cortante y de temperamento fuerte con la gente. “Pero a pesar de eso la gente lo quería. Porque tú lo necesitabas y estaba ahí. Era honesto. Era transparente. Nunca hablaba mal de otra persona” ni de otro sacerdote.
Fernández sospecha que Mons. Marín conservaba su cariño por la parroquia por la que tuvo que luchar, buscando los terrenos para construir el templo y algún colegio que le permitiera celebrar las Misas de fin de semana.
“Le cerraban un colegio y ya tenía a otro pensado”, recordó Fernández. Dijo que a las pocas horas de saberse la noticia de su muerte, unas 100 personas habían comentado en Facebook. “Era un hombre que a la gente le llegaba”.
También los obispos de Cuba han enviado su pésame. Mons. Marín había trabajado con Caritas Cuba y Catholic Relief Services (los Servicios de Ayuda Católicos), para enviar medicinas a la isla. Había desarrollado una gran amistad con el Obispo Arturo González de Santa Clara, la Diócesis en donde Mons. Marín había nacido.
En una carta enviada por fax al Arz. Wenski, en nombre de los obispos, Mons. Emilio Aranguren de Holguín, presidente de la Conferencia de Obispos Cubanos, calificó a Mons. Marín como “hermano querido” quien “desde su doble vocación de servicio: médico y sacerdote, supo conjugarlos para el bien de tantos hermanos y, de nuestra parte, de cuantos fueron acogidos por él, orientados, apoyados y acompañados en orden a la recuperaci6n de su salud física o espiritual”.
El Arz. Wenski explicó que Mons. Marín había servido en la Junta Arquidiocesana del Plan de Salud y especialmente ayudaba a los obispos cubanos que llegaban a Miami para tratamiento médico.
“Su formación como médico y su posición fueron muy útiles para asegurar que se abrieran las puertas necesarias”, dijo el Arzobispo.
MÁS SACERDOTES
Nacido el 31 de octubre de 1956 en Santa Clara, Cuba, Tomás Manuel Marín tenía 4 años cuando llegó a los Estados Unidos con sus padres. La familia tomó residencia en Chicago. En una entrevista para la serie del periódico arquidiocesano, “Building the City of God” (Construyendo la Ciudad de Dios), dijo que por primera vez escuchó el llamado al sacerdocio cuando estaba en quinto grado y servía de monaguillo en la escuela católica Our Lady of Mercy.
Pero un maestro le aconsejó que pospusiera el seminario y se matriculara en una “prestigiosa” escuela pública de Chicago � Lane Tech � donde se enfocaban las matemáticas y las ciencias. Al terminar la escuela secundaria, comenzó sus estudios en medicina en la University of Illinois, en Chicago. Después estudió en la Universidad Central del Este, en la República Dominicana. Durante su primer año de estudio, hubo una explosión en un central azucarero.
Recordó que “los 400 hombres que habían sufrido quemaduras pedían un sacerdote. El único sacerdote estaba fuera, en una misión. Al contemplar a todos los médicos y a las enfermeras y a los 123 hombres muriendo, vi bien claro que había más necesidad de sacerdotes que de médicos.”
Sin embargo, continuó sus estudios y terminó haciendo su residencia en la Universidad de Miami, con una especialización en cardiología. Trabajó en el sur de La Florida, como técnico e investigador en cardiología, hasta 1985, cuando entró en el seminario St. Vincent de Paul en Boynton Beach. Fue ordenado para la Arquidiócesis de Miami el 13 de mayo de 1989. En 1993, obtuvo un título de Derecho Canónico de la Catholic University of America, en Washington, D.C.
Su primera asignación fue como párroco asociado en St. Agatha, en Miami, de 1989 a 1991. Después de sus dos años de estudio en Washington, D.C., ejerció como canciller, desde mayo de 1993 a junio del 2003. Al mismo tiempo, sirvió en varias capacidades en el Tribunal Metropolitano, incluyendo juez y defensor del vínculo matrimonial.
También formó parte de varias juntas, incluyendo las de Catholic Hospice, Villa Maria y Catholic Health Services, así como la junta de asesores del colegio Belén en Miami. Sirvió de capellán para los bomberos del Miami-Dade Fire Rescue así como los Caballeros de Colón, y también del Consejo Presbiteral arquidiocesano, compuesto de sacerdotes que asesoran al Arzobispo.
En 2001, fue nombrado administrador de la recién fundada parroquia de Our Lady of Guadalupe, la cual guió durante sus primeros nueve años. En junio de 2016, fue nombrado párroco de St. Timothy en Miami en donde estuvo hasta ser nombrado párroco de St. Augustine en julio del 2016.
‘GESTOS DE PIEDAD’
En 2015, la Asociación Cubana de la Orden de Malta, donde también servía de capellán, lo honró con sus Cruz Pro Merito Melitense, “por gestos de piedad”.
Juan O’Naghten, vicepresidente de la Asociación, explicó entonces que Mons. Marín había jugado un papel clave ayudando al grupo a establecer sus obras de misericordia en Cuba. “También nos ayudó a encontrar médicos voluntarios que vayan en nuestras misiones médicas, y de hecho ha ido él mismo.”
Recibió el título de “Capellán de Su Santidad”, o monseñor, en octubre del 2001. El Arzobispo Favalora anotó en ese entonces que “el sueño de todo hombre joven que entra en el seminario es ser pastor de almas, ser su propio jefe en su propia parroquia”.
Trabajar en oficinas, como la Cancillería o el Tribunal, “te aleja de hacer lo que te ordenaron para hacer”, dijo entonces Mons. Marín. “Pero lo haces para servir a la diócesis. Es algo que tiene que hacerse. Me alegra poder hacerlo”.
Cuando aplicó al seminario a los 32 años, Mons. Marín respondió de esta manera a una de las preguntas, sobre qué era lo que encontraba más “atractivo” del sacerdocio: “Ayudar a las personas a conocer su fe, y poder celebrar la Misa, porque es lo más cercano que se puede estar de Dios”.
Le sobreviven su madre, María Elena Marín; su hermana, Rosa Elena Marín, y su esposo, ambos médicos que residen en Orlando; y una sobrina y dos sobrinos.
El velorio tendrá lugar el viernes, 4 de enero, de 6 a 10 p.m., en la iglesia St. Augustine, 1400 Miller Road, Coral Gables. Habrá un responso a las 8 p.m. La Misa fúnebre tendrá lugar el sábado, 5 de enero, a las 10 a.m. en Ntra. Señora de Guadalupe, 11691 N.W. 25 St., Doral. Inmediatamente después será enterrado en el cementerio Our Lady of Mercy, localizado al lado de la iglesia.
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