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En una reciente audiencia de los miércoles, el Papa Francisco volvió a hablar con franqueza sobre el arte de la predicación, recordándonos su importancia sagrada en la liturgia. Hizo hincapié en que una homilía debe ser concisa y significativa, y advirtió contra la predicación demasiado larga o desenfocada: "Una homilía no debe ser interminable; debe tocar el corazón de la gente". Sus palabras resuenan intensamente con los desafíos a los que se enfrentan los predicadores de hoy, y ofrecen tanto un recordatorio como una invitación a renovar la forma en que proclamamos la Palabra de Dios.

Predicar no es simplemente un acto de enseñanza; comunicar la Buena Nueva de un modo que inspire y transforme es un deber sagrado. El Papa Francisco ha subrayado en repetidas ocasiones la necesidad de que las homilías sean claras, empáticas y estén arraigadas de manera profunda en las Escrituras. Explicó que una homilía no debe limitarse a compartir información, sino a fomentar un encuentro con Cristo. Cuando la predicación se vuelve demasiado larga, abstracta, o desconectada del Evangelio, corre el riesgo de perder su enfoque y la atención de los fieles.

El recordatorio del Santo Padre desafía a los predicadores a considerar no sólo lo que dicen, sino también cómo lo dicen. La expresión es tan importante como el contenido. Un predicador que habla con autenticidad, pasión, y claridad atrae tanto al corazón como a la mente. En cambio, la monotonía o un lenguaje demasiado académico pueden opacar incluso las verdades teológicas más profundas. Predicar requiere intencionalidad, un compromiso para conectar con las vidas y las dificultades reales de la congregación.

En una reciente audiencia de los miércoles, el Papa Francisco volvió a hablar con franqueza sobre el arte de la predicación, recordándonos su importancia sagrada en la liturgia. Hizo hincapié en que una homilía debe ser concisa y significativa, y advirtió contra la predicación demasiado larga o desenfocada: "Una homilía no debe ser interminable; debe tocar el corazón de la gente". Sus palabras resuenan intensamente con los desafíos a los que se enfrentan los predicadores de hoy, y ofrecen tanto un recordatorio como una invitación a renovar la forma en que proclamamos la Palabra de Dios.

Predicar no es simplemente un acto de enseñanza; comunicar la Buena Nueva de un modo que inspire y transforme es un deber sagrado. El Papa Francisco ha subrayado en repetidas ocasiones la necesidad de que las homilías sean claras, empáticas y estén arraigadas de manera profunda en las Escrituras. Explicó que una homilía no debe limitarse a compartir información, sino a fomentar un encuentro con Cristo. Cuando la predicación se vuelve demasiado larga, abstracta, o desconectada del Evangelio, corre el riesgo de perder su enfoque y la atención de los fieles.

El recordatorio del Santo Padre desafía a los predicadores a considerar no sólo lo que dicen, sino también cómo lo dicen. La expresión es tan importante como el contenido. Un predicador que habla con autenticidad, pasión, y claridad atrae tanto al corazón como a la mente. En cambio, la monotonía o un lenguaje demasiado académico pueden opacar incluso las verdades teológicas más profundas. Predicar requiere intencionalidad, un compromiso para conectar con las vidas y las dificultades reales de la congregación.

El Papa Francisco también subraya que la Escritura debe seguir siendo el fundamento de toda homilía. La tarea primordial del predicador es abrir la Palabra de Dios e iluminar su significado y relevancia para hoy. Aunque las anécdotas y los ejemplos pueden ser instrumentos eficaces, siempre deben estar al servicio del Evangelio y no eclipsarlo. La Palabra de Dios debe permanecer en primer plano, guiando tanto al predicador como al oyente hacia una reflexión y una acción más profundas.

La preparación es esencial. Como escribió el Papa Francisco en Evangelii Gaudium, "Un predicador que no se prepara no es 'espiritual'; es deshonesto e irresponsable con los dones que ha recibido". La buena predicación nace de la oración, del estudio, y de un esfuerzo genuino por comprender las realidades espirituales y prácticas de la congregación. Refleja la relación personal del predicador con Cristo, haciendo que el mensaje sea auténtico y convincente.

Uno de los mayores desafíos para los predicadores es encontrar el equilibrio entre profundidad y brevedad. Las homilías demasiado largas corren el riesgo de perder su enfoque, mientras que las demasiado breves pueden no ofrecer una orientación sustancial. El Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos sugiere que las homilías duren entre 8 y 10 minutos. Esta directriz subraya la importancia del enfoque, y exige a los predicadores que disciernan lo que la congregación más necesita oír.

En nuestra Arquidiócesis hemos visto ejemplos hermosos de predicación que encarnan estos principios. Los feligreses a menudo expresan su agradecimiento por las homilías que les dan herramientas prácticas para vivir su fe, les ofrecen aliento durante las pruebas, o les revelan nuevos puntos de vista sobre pasajes conocidos de las Escrituras. Estos predicadores se preparan cuidadosamente, hablan con claridad y desde su propio encuentro con el Evangelio.

La predicación es más que un discurso bien pronunciado; es parte integral de la liturgia. La homilía tiende un puente entre la proclamación de la Palabra y la celebración de la Eucaristía, e invita a los fieles a un encuentro más profundo con Cristo. Si nosotros, como predicadores, nos tomamos en serio la Nueva Evangelización y ayudamos a los fieles a comprometerse más con su fe, la predicación debe ser una prioridad semanal. Los recordatorios del Papa Francisco no se refieren únicamente a la técnica, sino a la responsabilidad sagrada de inspirar y guiar al pueblo de Dios.

Mientras reflexionamos sobre el llamado del Santo Padre, oremos para que todos los predicadores sean renovados en su misión. Que sus palabras sean guiadas por el Espíritu Santo, que su preparación se fundamente en la oración, y que su predicación se caracterice por la claridad y la convicción. Que, gracias a sus esfuerzos, los fieles se acerquen más a Cristo y se sientan capaces de vivir el Evangelio en su vida cotidiana. La predicación, cuando se hace bien, tiene el poder de transformar los corazones, profundizar la fe, y dar vida a la Palabra de Dios en medio de su pueblo.






Comments from readers

Vilma Angulo - 12/10/2024 05:28 PM
Thank you Fr. Vigoa! Your blog should be “required reading” for all homilists. Prayer and preparation are key for a homilist. Being in tune with the heart of God so that He speaks through you is crucial. I know it’s not always easy but we need to “preach the Word in season and out of season”. There are fundamentals of our faith that cannot be compromised in order to make some people feel comfortable. Challenging our daily lives and leading us to a transformation of mind and heart will only enrich our journey to salvation. As your parishioner I know you practice what you’ve written and our parish is blessed because of it!
Penelope Arango - 12/10/2024 10:53 AM
Dear Fr. Vigoa, your Homilies do exactly what you say: "Preaching is not simply an act of teaching; it is a sacred duty to communicate the Good News in a way that inspires and transforms." As your parishioner since 2010, I always feel inspired, transformed, filled with peace and serenity after your Homilies! God Bless you and thank you for serving, which is why God put you on this earth. Penelope
Deacon Ken Vianale - 12/09/2024 10:37 PM
Yes, you are right! Deepening the encounter with Christ in the Eucharist is key. And I've always thought the magic number is 8 -- minutes. Thank you for this blog!
David C - 12/09/2024 07:38 PM
Great blog. The preacher has the challenge to encourage us to transform our hearts and deepen our faith. We, Parishioners, have the challenge to humble our hearts to let that happen. Thanks Fr. Vigoa.
Harries - 12/09/2024 04:42 PM
Very beautifully expressed and written ; such an important topic ;

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