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Este mes hace cinco años, la vida tal como la conocíamos se paralizó.

El COVID-19 ensombreció al mundo entero, obligándonos a afrontar nuestra vulnerabilidad extrema y nuestra impotencia ante la muerte.

Aproximadamente una semana después de que nos hubiéramos encerrado, el virus COVID invadió la primera de las casas de nuestras Hermanitas en Estados Unidos.

Me pidieron que fuera a ayudar a las Hermanas a hacer frente a esta trágica situación. “¿Estaba segura de querer ir? ... ¿Me gustaría tener algún tiempo para pensarlo?” me preguntó mi superiora provincial.

A pesar de cierto temor a lo desconocido, no lo dudé. Sentía que era un honor servir de esta manera, ¡aunque pudiera costarme la vida!

Varios residentes fallecieron durante mis primeros días en esta residencia; trece habían muerto para la Pascua. Al mismo tiempo, recibí la noticia de las primeras muertes relacionadas con el COVID en mi hogar, Washington. Me sentí rodeada de muerte, pero no tuve miedo.

Cuido ancianos desde que tenía 15 años.

A lo largo de los años, muchos residentes me han dicho, sin el menor atisbo de depresión, que anhelaban morir. Algunos hablaban de su anhelo de ver a Dios; otros de lo mucho que esperaban reunirse con sus seres queridos fallecidos.

Unos pocos me dijeron que temían que Dios se hubiera olvidado de ellos... ¿por qué, si no, les había dejado tanto tiempo en la tierra?

Las personas mayores que he conocido, cuidado y amado a lo largo de estos muchos años, me han enseñado importantes lecciones sobre la vida y la muerte. Han expresado su convicción de que la muerte representa el paso a un lugar mejor.

A medida que la pandemia se prolongaba de semanas a meses, y luego a años, he pensado muchas veces en todos estos ancianos, consolándome con los innumerables rostros que pasan por mi memoria.

Ahora, al recordar la pandemia, nos enfrentamos a la muerte de una forma nueva al ver al Papa Francisco atravesar un período de grave enfermedad.

Mientras escribo esto, parece estar mejorando –gracias a Dios– y aunque rezo para que Dios le devuelva la plena salud y pueda continuar su ministerio, también confío en que cuando Dios llame a Francisco, él estará preparado.

En una bendición dominical escrita durante su hospitalización, el Papa escribió: “Siento en mi corazón la ‘bendición’ que se esconde en la fragilidad, porque es precisamente en estos momentos es que aprendemos aún más a confiar en el Señor; al mismo tiempo, doy gracias a Dios por darme la oportunidad de compartir en cuerpo y espíritu la condición de tantos enfermos y personas que sufren”.

En una serie de discursos sobre la vejez pronunciados en 2022, el Papa Francisco habló con confianza sobre la muerte.

“Nuestra existencia en la tierra es el tiempo de la iniciación a la vida: es vida, pero una vida que te lleva hacia una vida más plena, la iniciación de la más plena; una vida que sólo encuentra plenitud en Dios”, escribió.

“Queridos hermanos y hermanas, continuó, la vejez es la fase de la vida más adecuada para difundir la gozosa noticia de que la vida es la iniciación a una plenitud definitiva. Los ancianos son una promesa, un testimonio de promesa. Y lo mejor está por llegar”.

“Cuando Jesús habla del Reino de Dios, lo describe como un banquete de bodas; como una fiesta con amigos; como el trabajo que hace perfecta la casa. Es la sorpresa que hace que la cosecha sea más rica que la siembra... Toda nuestra vida aparece como una semilla que habrá que enterrar para que florezca y de fruto... No sin dolores de parto, no sin dolor, pero nacerá (cf. Jn 16,21-23). Y la vida del cuerpo resucitado será ciento y mil veces más viva de lo que la hemos saboreado en esta tierra (cf. Mc 10,28-31) ... La mano del Señor está siempre ahí llevándonos adelante y más allá de la puerta está la fiesta”.

Que en este año en que celebramos la virtud de la esperanza cristiana, las palabras y el ejemplo del Papa Francisco en medio del sufrimiento nos animen a reflexionar sobre la realidad de la muerte, reforzando nuestra seguridad de que lo mejor está por llegar, porque el cielo es la meta.

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Comments from readers

Rafael María Calvo Forte - 03/25/2025 04:37 PM
Nunca había escuchado un relato igual: ganas de morir, excepto en personas muy deprimidas. Espero entrar en las moradas eternas por la misericordia de Dios, pero nunca he anhelado la muerte. He estado grave para morir dos veces,, me preparé para ese encuentro, pero diciendo: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu. Nada más. Pero ni en esos momentos deseé la muerte. Gracias por compartir. También yo,cuando estaba activo cuidaba enfermos. A los 9 años, mi abuelita paterna murió en mis manos literalmente. Yo no sabía que había muerto, fueron mis padres quienes me lo dijeron cuando los llamé, porque el agua que me pidió, al dársela a, no se la tomó… Fue mi primer contacto con la her muerte…
araceli cardet - 03/25/2025 02:50 PM
Muchas gracias por esta carta, es muy alentadora y yo trato de pensar asi. La vida es la gran leccion para prepararnos a la otra vida, que sera perfecta.
Vincent Limoli - 03/25/2025 01:09 PM
Another thought provoking blog...being a former caregiver I can relate to your words.I thank God mom passed the year before COVID..she suffered enough with Alzheimer's and no way would she wear a mask.God Bless🙏

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