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La Soledad.

Se habla mucho sobre el tema en los medios de comunicación, sobre todo durante las fiestas, “la época más maravillosa del año”.

Recientemente, el cirujano general estadounidense, Vivek H. Murthy, publicó un estudio que identifica la soledad como una creciente epidemia de salud pública.

El estudio titulado Our Epidemic of Loneliness and Isolation (Nuestra epidemia de soledad y aislamiento), afirma que, incluso antes de la pandemia de COVID-19, aproximadamente la mitad de los adultos estadounidenses declaraban experimentar niveles mensurables de soledad. Las consecuencias físicas de esta soledad son graves: el aislamiento aumenta el riesgo de muerte prematura casi tanto como el tabaquismo y la obesidad.

Nuestra epidemia de soledad y aislamiento identifica seis “pilares de cambio” destinados a combatir la soledad. El Dr. Murthy espera que estos conceptos guíen la futura política social y sanitaria a todos los niveles.

El sexto de estos pilares, el cultivar una cultura de conexión, es algo en que todos podemos esforzarnos.

El Dr. Murthy observa que la comida es fundamental para construir una cultura de conexión. “Cuando nos reunimos con otros para comer, no sólo alimentamos nuestros cuerpos, sino también nuestros espíritus”, escribió.

El Dr. Murthy ha publicado una guía práctica titulada Recipes for Connection, Inspiring Social Connection One Bite at a Time (Recetas para conectar, inspirar la conexión social bocado a bocado.)

El libro señala uno de los “motivos para reunirse” es muy apropiado para esta temporada en que nos preparamos para la Navidad. “La gratitud actúa como un poderoso pegamento, un recordatorio de amor y bondad que nos acerca a nuestros amigos, familiares y a la comunidad. Se siente bien mostrar agradecimiento, por uno mismo y por la persona que lo recibe. ¿A quién te gustaría dar las gracias?”.

Esta es una pregunta muy significativa mientras nos preparamos para La Navidad.

Al acercarse las fiestas, también podríamos preguntarnos si conocemos a alguien que se siente solo y necesitado de atención y afecto, aunque no lo conozcamos bien.

Si alguien así te viene a la mente, ¡no tardes! Llámalo e invítalo a comer o tomar un café.

La comida puede ser una fuerza poderosa para forjar conexiones más profundas. A través de los rituales de cocinar y comer, alimentamos nuestras amistades, creando recuerdos duraderos bocado a bocado.

Esperemos que nuestro compromiso de practicar este ministerio de la presencia se extienda más allá de las Navidades. Saber caminar con los demás y escucharlos refleja la aspiración del Papa Francisco para la Iglesia.

Escuchar es más que oír, ha dicho el Papa. “Es una escucha mutua en la que todos tienen algo que aprender”.

Al compartir una comida con alguien mayor y con más experiencia que tú, ¡incluso podrías aprender a ser mejor cocinero.

La visión del Papa Francisco es inspiradora. Para él, el objetivo de la sinodalidad es “plantar sueños, suscitar profecías y visiones, permitir que florezca la esperanza, inspirar confianza, vendar heridas, tejer relaciones, despertar un amanecer de esperanza... y crear un ingenio luminoso que ilumine las mentes, caliente los corazones y dé fuerza a nuestras manos”.

Aunque el Sínodo sobre la Sinodalidad ha terminado, el Año Jubilar de la Esperanza, que comienza el día de Navidad, lo reanuda donde lo dejó, animándonos a tender la mano a los demás y, al mismo tiempo, a ayudarnos a nosotros mismos.

Como leemos en el Decreto Vaticano sobre la indulgencia jubilar, “de modo especial, ‘durante el Año Santo, estamos llamados a ser signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria’ (Spes non confundit, 10)... Se anima a los fieles a que, siguiendo el ejemplo y el mandato de Cristo, realicen con mayor frecuencia obras de caridad o de misericordia, especialmente al servicio de aquellos hermanos y hermanas agobiados por diversas necesidades”.

Estas obras de caridad pueden ayudarnos a obtener la indulgencia jubilar, liberándonos de las consecuencias del pecado.

Así, nosotros mismos nos beneficiamos espiritualmente cuando visitamos a nuestros hermanos y hermanas en necesidad o dificultad, “peregrinando en cierto modo hacia Cristo presente en ellos (cf. Mt 25, 34-36)”.

Me encanta esta frase porque me recuerda las palabras de Santa Juana Jugan, nuestra fundadora: “No olvides nunca que los Pobres son Nuestro Señor... Es a Jesús a quien cuidas en ellos”.

“Pertenecer no es sólo ser parte – es una necesidad humana”, escribió el Dr. Murthy en Recetas para la conexión.

Creo que el Papa Francisco, y el propio Jesucristo –que vino entre nosotros en su Encarnación para convencernos de cuánto nos ama– estarían de acuerdo.

Así que, saquemos nuestras recetas favoritas, o pidamos de Grub Hub e invitemos a algunos amigos o vecinos y dejemos que la esperanza florezca mientras tejemos sueños juntos.

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