Agua y luz
Monday, August 26, 2024
*Fr. Matthew Gomez
Cuando estaba en el seminario, nuestro rector nos destacaba con frecuencia la importancia de recordar nuestro bautismo. Nos lo inculcó de tal manera, que a menudo predico sobre nuestra realidad bautismal. ¿Por qué el énfasis? Porque, cuando lo reconocemos como fundamento de nuestra vida cristiana, todas las vocaciones, y en realidad toda nuestra vida, brotan de las aguas del bautismo. Es allí donde se les dio la Luz de Cristo a nuestros padres y padrinos para que la mantuvieran encendida, ¡y cómo nuestro mundo necesita la Luz de Cristo hoy!
Menciono esto porque hace poco tuve la oportunidad de visitar el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, en Francia. Nuestra Santísima Madre ha estado buscando mi corazón desde hace tiempo, pero eso es tema para otro blog. Sabía, sin embargo, que algo grande sucedería en nuestra peregrinación. Pensé que ocurriría en Paray Le Monial, mientras orábamos en la Capilla de las Apariciones, donde Jesús reveló su Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque. Pensé que llegaría presidiendo la Misa en la tumba de San Juan Vianney en Ars. Desgraciadamente, nuestra Santísima Madre tuvo la última palabra.
Cuando uno llega a Lourdes, hay dos grandes elementos que llaman la atención: la procesión del rosario con velas, y los baños. Al rezar el rosario con mi vela en Lourdes, sentí que la Iglesia cobraba vida. Todos respondíamos al unísono en nuestra lengua materna, el gran signo de unidad en la diversidad que se encuentra de manera más perfecta en la Iglesia. Fue un verdadero reconocimiento de que nuestra Santísima Madre intercede por nosotros en todo momento.
Al día siguiente, tuvimos la oportunidad de participar en el gesto del agua. Desde la pandemia del covid, habían dejado de hacer el baño de inmersión completa. Nos explicaron que María le dijo a Santa Bernardita que se lavara las manos y la cara, y que bebiera el agua. Le dije a la voluntaria que me explicó, que si era suficientemente bueno para Santa Bernardita, también lo era para mí. ¡Y lo fue! Cuando empecé a lavarme la cara, no podía decir dónde acababa el agua y empezaban las lágrimas.
Mientras sigo orando por las gracias que he recibido, estoy convencido de que nuestra Santísima Madre quiere que todos recordemos nuestro bautismo. Tan pronto empecemos a vivir nuestra realidad bautismal, nuestras vidas cambiarán. El mismo Espíritu Santo que resucitó a Jesús de entre los muertos, nos fue dado con gratuidad en nuestro bautismo, pero a veces vivimos con miedo o, peor aún, con indiferencia. Cada vez que veamos una vela encendida o mojemos los dedos en el agua bendita, recordemos las promesas que nuestros padres y padrinos hicieron el día de nuestro bautismo, las mismas promesas que renovamos en la Pascua.
Que nuestra Santísima Madre interceda por nosotros mientras volvemos a lo esencial y vivimos nuestro bautismo.
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