¿Sufrió María de soledad?
Tuesday, May 14, 2024
*Sr. Constance Veit
El Papa Francisco ha centrado nuestra atención en uno de sus temas habituales: el problema de la soledad en nuestra cultura contemporánea.
El Papa escribió sobre este asunto en sus mensajes para la Jornada Mundial del Enfermo, para la Cuaresma, y para la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores de este año, que se celebrará el 28 de julio, junto con la festividad de los abuelos de Jesús, los santos Joaquín y Ana.
"No es conveniente que el hombre esté solo", escribió para la Jornada Mundial del Enfermo, al citar el Libro del Génesis. "Desde el principio, Dios, que es amor, creó el ser humano para la comunión, inscribiendo en su ser la dimensión relacional. Así, nuestra vida, modelada a imagen de la Trinidad, está llamada a realizarse plenamente en el dinamismo de las relaciones, de la amistad y del amor mutuo. Hemos sido creados para estar juntos, no solos".
Precisamente porque la comunión está arraigada de forma tan profunda en el corazón humano, escribió, la experiencia de abandono, soledad, vulnerabilidad e inseguridad asociada a una enfermedad grave puede resultar aterradora, dolorosa e incluso inhumana.
El tema de este año para la celebración de los Abuelos y de los Mayores está extraído del Salmo 71: "En la vejez no me abandones".
El anuncio de la Oficina de Prensa de la Santa Sede señala que, al elegir este versículo, el Santo Padre ha querido "subrayar cómo la soledad es, lamentablemente, la amarga compañera en la vida de tantos mayores que, a menudo, son víctimas de la cultura del descarte".
"Al valorizar los carismas de los abuelos y de los mayores y su contribución a la vida de la Iglesia, la celebración de la Jornada quiere fomentar el compromiso de toda la comunidad eclesial en la construcción de vínculos entre generaciones y en la lucha contra la soledad".
Durante los primeros días de Cuaresma, seguí la devoción tradicional de los Siete Dolores de María, y me impresionó lo sola que ella debió sentirse en sus sufrimientos.
Su vocación era tan singular, y su vida tan única, que nadie con quien compartiera su viaje terrenal podría haber comprendido por completo sus experiencias de vida, por muy empáticos que intentaran ser.
Pensemos en lo sola que debió sentirse María tras el anuncio del ángel de que había sido elegida entre todas las mujeres para dar a luz al Salvador.
O, lo temerosa que debió sentirse cuando ella y José empacaron a toda prisa sus pertenencias y a su bebé recién nacido para huir hacia Egipto.
Imaginemos la ansiedad de María cuando su hijo desapareció repentinamente durante su viaje de regreso a casa desde Jerusalén; lo confusa que debió sentirse cuando sus vecinos de Nazaret echaron a Jesús de la sinagoga e intentaron arrojarlo por un acantilado; lo afligida y sola que debió sentirse tras la muerte de su marido, José; y luego lo sola que debió sentirse cuando su Hijo abandonó el hogar para proseguir su misión.
Por último —aunque se podrían citar muchos otros ejemplos—, imaginemos el dolor desgarrador de María y su sensación de abandono mientras su Hijo sufría una muerte espantosa en una cruz.
Si experimentan soledad o se sienten abandonados —no importa el motivo—, pidan a la Virgen que les ayude a utilizar su sufrimiento para acercarse más a su Hijo, que sufrió por amor a nosotros.
Y si alguien que conocen experimenta dolor o aislamiento, pidan la gracia de saber detenerse en presencia de esa hermana o hermano herido para ofrecerle el consuelo de Cristo que siempre está con nosotros.
Nuestra Señora de los Dolores, ruega por nosotros.
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