N.P. + P.L. = ¡Fiesta!
Monday, March 25, 2024
*Dan Gonzalez
La madre con los dos hijos sociables. El hombre alto con predilección por los kakis. La señora mayor que canta con una hermosa voz. Puede que no les conozcamos por sus nombres, pero hemos formado una comunidad litúrgica con nuestros compañeros feligreses. Sin embargo, cuando llegue la Pascua, estaremos inundados de... ¡extraños!
Algunos los han llamado "Católicos N.P.":N de Navidad y P de Pascua. Otros prefieren "Católicos P.L.": Flor de Pascua y Lirio. No importa cuál sea el término, estas caras nuevas congestionarán las calles que conducen a su parroquia, llenarán el estacionamiento, obligándoles a estacionarse a cuadras de distancia, y lo más probable es que ocupen el asiento que todos saben que es suyo. De hecho, si ustedes no llegan con suficiente antelación, es posible que permanezcan de pie.
¿Cómo debemos reaccionar ante estos aparentes recién llegados,que vienen a la iglesia dos veces al año? ¿Con ira santa? ¿Miradas malignas? ¿Narices respingonas? ¿Dardos con punta de veneno? ¿Plagas? ¿Saltamontes? ¿Debemos desear que el sacerdote les regañe en la homilía? No, eso sería como gritarle a mi hijo por recoger sus dinosaurios de juguete después de habérselo dicho varias veces. Si por fin lo hace, ¿por qué regañarle ahora?
No. ¡Es una oportunidad increíble! ¿Quién sabe qué les ha llevado a sentarse a su lado? ¿Un sentimiento de culpa? ¿La tradición? ¿Un anhelo de conectar con lo Divino? Este no es el momento de una evaluación psicológica o una amonestación teológica.
¡Es el momento de celebrar!
¿Qué haría Jesús?
Cada N y P, recuerdo dos parábolas que pronunció nuestro Señor, cuya enseñanza puede aplicarse aquí. La primera es la parábola de los trabajadores de la viña.
El dueño de una viña contrata trabajadores a distintas horas del día. Los que son contratados primero, trabajan una jornada completa. Los contratados a mediodía, a las tres y a las cinco, trabajan menos horas. Pero el propietario paga a todos lo mismo: el salario de un día completo (un denario). Los contratados primero se quejan de que han trabajado mucho más tiempo y merecen más que los demás. Su queja al dueño de la viña es: "Les das lo mismo que a nosotros". (Mateo 20:12)
Pero el propietario no les engaña. Acordaron un jornal y eso es lo que están recibiendo todos. Él responde: "Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?" (Mateo 20:14-15)
La otra parábola es la del hijo pródigo. Un hombre tenía dos hijos. El menor pide su herencia y se va a gastarla en una vida desenfrenada. Se queda sin dinero cuando llega una hambruna, y acepta un trabajo alimentando cerdos. Finalmente, regresa a su padre con humildad. El padre recibe a su hijo con los brazos abiertos, no menciona su extravío y no aprovecha la oportunidad para reprenderle. En su lugar, prepara un banquete para celebrar su regreso.
Sin embargo, el hijo mayor está menos que encantado. Sus celos le impiden entrar en la casa. Le dice a su padre que, tras años de fidelidad hacia él, ni una sola vez ha organizado una fiesta para él y sus amigos. El padre le responde:
"Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado". (Lucas 15:32)
Al celebrar el día en que Jesús "estaba muerto y ha vuelto a la vida", no tengamos envidia de la generosidad del Señor. No somos en modo alguno mejores que los demás. Sí, Dios les ha hecho "iguales a nosotros". Como nos dice San Pablo: "Todos han pecado y están privados de la gloria de Dios". Todos estamos en el mismo barco: necesitados del Señor.
El desconocido que se siente a su lado este domingo no apestará a vida libertina. Él o ella no estará sudoroso después de haber trabajado sólo una hora en una viña. No sabemos por qué su asistencia a la iglesia es irregular, y la Pascua definitivamente no es el día para preguntar por qué
Puede que nosotros hayamos disfrutado del don de Cristo, de su paz, de su consuelo, de los sacramentos, de la Iglesia, de la Eucaristía y de nuestra comunidad parroquial durante más tiempo que ellos. En lugar de mofarnos, seamos acogedores como lo fue el padre, y alegrémonos de que ellos también puedan experimentar esta fuente inextinguible, este tesoro sagrado. Seamos la razón por la que quieran regresar la semana que viene, y no la razón por la que no lo hagan.
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