Duc in altum
Monday, May 15, 2023
*Fr. Matthew Gomez
Me gustaría comenzar esta entrada en el blog con una aclaración: no soy un experto.
Una vez aclarado esto, permítanme decir que he estado pensando en un concepto que ha ganado popularidad en los últimos años, y que fue tema de muchas charlas durante la Cuaresma: nadar contra la corriente.
A muchos de nosotros, que tenemos la playa cerca, nadar contra la corriente nos puede parecer extraño. Primero, reconocemos que las corrientes de resaca son peligrosas. Cada año, muchas personas atrapadas entre las corrientes de resaca no sobreviven, precisamente porque intentan nadar contra la corriente.
Según los estudios, hay varias maneras de salir de una corriente de resaca. La primera es nadar en paralelo a la costa, ya que la corriente suele tener entre 50 y 100 pies (15 y 30 metros) de ancho, una dimensión ridículamente pequeña al compararla con el tamaño de la playa. Una vez fuera de la corriente, la persona puede nadar de regreso a la orilla. Otra escuela de pensamiento es flotar con la corriente hasta que desaparezca; entonces, nadar hacia la orilla será más fácil, aunque la distancia sea un poco mayor. La última forma de evitar una corriente de resaca, normalmente en aguas más profundas, es sumergirse hasta que la temperatura del agua cambie. Entonces, nadar se vuelve más fácil.
De nuevo, no soy un experto. Pero menciono estos puntos porque vivimos en una cultura muy secularizada. Es muy fácil decir que tenemos que nadar contra la corriente de la cultura. La realidad es que, si intentamos nadar contra esa corriente, aunque lo hagamos juntos, nos cansaremos y nos rendiremos, o peor aún, moriremos. Los tres consejos para salir de las corrientes de resaca también pueden servirnos a quienes intentamos ir contra la cultura.
Podemos superar la corriente de la cultura si nos apartamos de ella o dejamos que nos lleve lejos. Pero, si se me permite, quisiera subrayar la importancia del último consejo. Profundizar es una de las invitaciones de Jesús a sus discípulos. En el Evangelio de Lucas, justo antes de llamar a Simón, Jesús sube a la barca y le dice: "Navega mar adentro" (Lc 5,4). Al ver la cantidad de peces que atrapa tras seguir la orden de Jesús, a Simón le resulta más fácil seguirle. Al confiar en Jesús y echar sus redes en aguas más profundas, Simón puede tener su experiencia de conversión y seguir al Señor.
Mis hermanos y hermanas, la manera en que nadamos contra la corriente no es al ir contra la misma, sino al ir a mayor profundidad que la superficie del agua. La corriente suele ser superficial, pero el Señor nos invita a entrar más profundamente en su amor misericordioso.
Todos tenemos la responsabilidad de comprometernos con la cultura. Debemos llevar la luz del Evangelio a quienes no lo conocen o lo han olvidado. Si morimos agotados después de nadar contra la corriente, ¿quién difundirá el mensaje?
Las palabras del profeta Isaías deben ser también las nuestras: "Yo oí la voz del Señor que decía: ¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?". Yo respondí: "¡Aquí estoy: envíame!" (Isaías 6:8).
Cuando oímos la voz de Jesús que nos llama, debemos entrar en un encuentro más profundo con Él con el fin de conocer su plan perfecto para nuestras vidas. Él nos llama a duc in altum. ¿Cómo responderemos?
Jesús nos recuerda en el Evangelio de Juan: "No son del mundo" y "Yo los elegí y los saqué de él" (Jn 15,19). No pertenecemos a este mundo, pero estamos en él, lo que significa que tenemos que comprometernos con la cultura. Cuando somos capaces de ver la Verdad, la Belleza, la Bondad y la Unidad de Dios, incluso en medio de este mundo secularizado, y cuando somos capaces de compartir con el mundo esa Verdad, esa Bondad, esa Belleza y esa Unidad, es cuando cambiamos la cultura.
Compartir esas características trascendentales de Dios puede ser un desafío, pero cuando nos damos cuenta de que Jesús está con nosotros y nos llama a profundizar en su amor, podemos nadar contra la corriente.
Hagamos el propósito de sumergirnos con mayor profundidad en la Palabra de Dios, de sumergirnos con mayor profundidad en la oración personal ante el Santísimo Sacramento, de sumergirnos en la educación en la fe para conocerla mejor. Cuanto más profundicemos, más fácil nos resultará proclamar al mundo que Jesús está vivo y ha resucitado del sepulcro.
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