Clérigos del Año
Monday, March 13, 2023
*George Weigel
Cuando trabajaban juntos hace algunos años en la Universidad Católica Ucraniana— la única institución católica de enseñanza superior en el antiguo espacio soviético—, el Padre Borys Gudziak y el Padre Sviatoslav Shevchuk no se imaginaban que ocuparían sus puestos actuales. Tampoco podían imaginar que en 2022-2023 estarían en el centro de unos acontecimientos históricos épicos, defendiendo el orden y la decencia en la política mundial en medio de una guerra brutal. Sin embargo, en esa circunstancia totalmente imprevista, y desde sus actuales puestos de responsabilidad en la Iglesia greco-católica ucraniana, el Arzobispo Mayor Shevchuk (cabeza de dicha Iglesia) y el Arzobispo Gudziak (Arzobispo de Filadelfia para los greco-católicos ucranianos) han dado un poderoso testimonio mundial de las verdades de la fe católica en medio del asalto genocida de un monstruo moral contra el pueblo de Ucrania.
Cuando conocí a Borys Gudziak en casa de unos amigos comunes durante una recepción después de un bautizo, él era estudiante de doctorado en Harvard. Yo no tenía ni la más remota idea de que acabaría pasándole la tesis que él estaba escribiendo (y que posteriormente se convertiría en un libro importante) a Juan Pablo II en la mesa de la cena papal. Pero aquella tarde de domingo a mediados de los ochenta, tuve la sensación de que se trataba de alguien con quien conversaría el resto de mi vida, y así ha sido.
Fue el entonces Padre Gudziak quien instó al Arzobispo Mayor Shevchuk, el recién elegido jefe de la mayor de las Iglesias católicas orientales, a reunirse conmigo cuando Shevchuk y yo estábamos en Roma en abril de 2011. Ocho semanas antes, había pasado dos horas con el Metropolitano Hilarión Alfayev, del Patriarcado Ortodoxo Ruso de Moscú, quien había dicho más de unas cuantas cosas amargas (y falsas) sobre la Iglesia greco-católica ucraniana durante nuestro encuentro en la Biblioteca del Congreso. Yo había escrito un memorándum sobre esa reunión, y Gudziak consideró que su antiguo colega lo debería ver mientras Shevchuk se reunía con varios funcionarios del Vaticano (a menudo demasiado entusiasmados con la ortodoxia rusa) tras su ascenso a la sede metropolitana de Kyiv-Halych. El nuevo Arzobispo Mayor estaba sumamente ocupado, pero me dedicó una hora, durante la cual me sorprendió tanto su amabilidad inmediata como su calma extraordinaria al leer un memorándum que presagiaba serias dificultades ecuménicas para él. Mientras leía el documento, su único comentario fue un ocasional "Oh, cielos".
Desde la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero de 2022, el Arzobispo Mayor Shevchuk ha inspirado a su Iglesia y a todo el pueblo ucraniano mediante reflexiones diarias que abordan el sufrimiento de Ucrania a través del lente de una fe cruciforme. Ha permanecido en su puesto mientras Kiev ha sido bombardeada una y otra vez por los agresores, manteniendo un riguroso horario de oración y culto litúrgico que demuestra su determinación, y la de toda su Iglesia, de mantener una vida espiritual de alabanza, culto e intercesión en las condiciones más difíciles. El Arzobispo Mayor también ha trabajado con perseverancia tenaz para educar a las autoridades romanas sobre las realidades de la guerra, su causa y la conducta salvaje de Rusia en su "operación militar especial", y en una ocasión entregó al Papa Francisco un fragmento de una mina rusa que había destruido la fachada de una iglesia greco-católica al comienzo de la guerra.
A la vez que dirige y renueva su Arqueparquía, el Arzobispo Gudziak ha sido incansable en el apoyo a la universidad que él y otros construyeron partiendo de la nada, y que ha permanecido al servicio del país al que ayuda. También ha sido un defensor muy persuasivo de la causa de Ucrania en Estados Unidos, en Roma y a través de Europa. No puedo imaginar a otro clérigo que hubiera podido mantener la atención de los participantes en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, como lo hizo recientemente Gudziak, al plantear que lo que está en juego en Ucrania es nada menos que los principios fundacionales de la doctrina social católica, entre ellos la dignidad de la persona humana, el bien común y la solidaridad. En un ambiente dominado por la preocupación de las élites por los resultados financieros, el Arzobispo Gudziak hizo reflexionar a la "Gente de Davos" sobre el significado trascendente de la vida humana, que se desvela cada día cuando los ucranianos afrontan la muerte con valentía, conscientes de que la muerte no es el final de sus historias individuales, ni de la historia humana. Fue un mensaje pascual y evangélico mucho más poderoso que cualquiera de los que he visto expresar a los diplomáticos del Vaticano en sus apariciones ocasionales en Davos.
El Arzobispo Mayor Shevchuk y el Arzobispo Gudziak son brillantes ejemplos de celo y valor apostólicos. Pueden ser tales modelos porque son hombres de santidad. Que nos inspiren a todos, y especialmente a sus hermanos obispos, a vivir la fe sin miedo, dentro y fuera de temporada, y dentro y fuera del peligro.
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