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La gravedad es la fuerza natural que hace que las cosas caigan. Influye en objetos de todos los tamaños, desde un minúsculo grano de arena hasta un meteorito gigantesco. Tanto los sólidos como los líquidos están sujetos a sus efectos -incluso el propio cuerpo y sangre de Jesús.

En Getsemaní, la sangre de Nuestro Señor gotea sobre el suelo del huerto y el Vía Crucis cuenta que el cuerpo de Jesús cayó al suelo tres veces.

Hasta el día de hoy, el Cuerpo y la Sangre de Cristo, en forma sacramental, están bajo el riesgo de los efectos de la gravedad.

Entonces, ¿qué ocurre cuando sucede lo impensable; cuando, estando de pie para la Comunión, vemos caer una hostia o derramarse la Preciosa Sangre?

 

¿POR QUÉ TANTA PREOCUPACIÓN?

Antes de explorar la respuesta, quiero dejar claro que lo que cae no es una simple migaja de pan o una gota de vino común de mesa, pintorescos recordatorios de las acciones de Jesús en la Última Cena. No. En la Misa no rememoramos; no es una reunión de personas aficionadas a la nostalgia.

En la Misa, aceptamos la palabra de Jesús cuando, en la Última Cena, tomó el pan y dijo: "Esto es mi cuerpo entregado por ustedes" (Lucas 22:19) y "Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por ustedes". (Lucas 22:20)

Jesús dijo: "El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida". (Juan 6, 54-55)

Esto es lo que hacemos en la Misa. Obedecemos su mandato: "Hagan esto en memoria mía".

 

UN TESTAMENTO DE LA VERDAD

Tras las palabras de la consagración, lo que antes eran pan y vino son ahora el Cuerpo y la Sangre de Jesús en forma sacramental. Esta es una doctrina clave de la fe católica, una enseñanza que nos diferencia de la mayoría de los demás cristianos:

"[E]xiste bajo las especies de pan y vino el verdadero cuerpo de nuestro Señor, y su verdadera sangre, juntamente con su alma y divinidad: el cuerpo por cierto bajo la especie de pan, y la sangre bajo la especie de vino, en virtud de las palabras...". (Concilio de Trento, Sesión XIII)

"Cristo se contiene 'verdadera, real y substancialmente' en la Sagrada Comunión. Su presencia no es momentánea ni simplemente una representación, sino que es total y permanentemente real bajo cada una de las especies consagradas del pan y del vino". (Normas para la Distribución y Recepción de la Sagrada Comunión Bajo Dos Especies en las Diócesis de los Estados Unidos de América, #8)

El Concilio de Trento definió dogmáticamente que "...en el venerable sacramento de la Eucaristía se contiene todo Cristo en cada una de las especies, y divididas estas, en cada una de las partículas de cualquiera de las dos especies". (Concilio de Trento, Sesión XIII, Canon III)

Esto codifica el hecho de que incluso la partícula más pequeña de la hostia y la gota más diminuta de la Preciosa Sangre contienen la totalidad de Nuestro Señor. Por lo tanto, es primordial que seamos conscientes de nuestras acciones en la Comunión y estemos en guardia por reverencia al Santísimo Sacramento.

A lo largo de los siglos, la Iglesia ha ideado varias medidas para minimizar la posibilidad de que la hostia o la Preciosa Sangre caigan al suelo, y para crear un protocolo reverente en caso de que ocurra.

 

ANTES DE CAER

Se dice que Benjamín Franklin dijo: "Una onza de prevención vale más que una libra de remedio". Esta frase tan antigua no puede ser más cierta cuando nos referimos a la Sagrada Comunión.

 

Patena

Recuerdo muy bien de niño a un acólito que sostenía una patena debajo de la boca de los feligreses mientras recibían la Comunión en la lengua, para que la hostia no se cayera. En 1977, la Santa Sede autorizó la distribución de la Comunión en la mano en los Estados Unidos. A medida que la popularidad de esta manera de recibir la Comunión eclipsó a la anterior, la presencia del acólito con la patena disminuyó. Sin embargo, la práctica se sigue viendo cuando la Misa se celebra en la forma extraordinaria (la Misa en latín) y en las Misas papales, donde la Comunión en la lengua es la norma.

 

Fístula

En la época medieval, para minimizar el derramamiento de la preciosa sangre, surgió la curiosa costumbre de la fístula. El celebrante sumergía una pajilla dorada en el cáliz y ponía el dedo en la parte superior para crear un vacío. El vino suspendido se liberaba entonces en la boca del comulgante. La fístula formaba parte de la liturgia papal anterior a Pablo VI.

 

Cuchara

Las Iglesias católicas orientales que celebran el Rito Bizantino, así como las Iglesias ortodoxas orientales, distribuyen los dos elementos de la Comunión con una cuchara llamada Kochliárion. Los fieles tienen instrucciones de no sorber de la cuchara, ni deben rasparla con los dientes. Deben cerrar la boca alrededor de la cuchara y asegurarse cuidadosamente de que todo su contenido ha sido retirado para que nada se derrame o caiga al suelo.

Tanto el uso de la cuchara y la fístula siguen siendo opciones en la distribución de la Comunión: "La Sangre del Señor se puede tomar o bebiendo directamente del cáliz o por intinción, o con una cánula, o con una cucharilla". (Instrucción General del Misal Romano, #245)

Sin embargo, ninguna de las dos formas es común en los Estados Unidos: "La distribución de la Preciosa Sangre mediante una cuchara o una pajilla no es costumbre en las diócesis del Rito Latino de los Estados Unidos de América". (Normas para la Distribución y Recepción de la Sagrada Comunión Bajo Dos Especies en las Diócesis de los Estados Unidos de América, #48)

 

Paño de Comunión

Además de la cuchara, las Iglesias orientales utilizan un "paño de comunión" rojo que se coloca debajo de la barbilla. Después de recibir la comunión, el comulgante se limpia cuidadosamente los labios con el paño rojo por si queda alguna pequeña miga o gota de vino. Del mismo modo, las iglesias orientales pueden extender un paño entre dos servidores para recoger cualquier gota o migaja que caiga.

 

Alfombra litúrgica

Es costumbre en algunas iglesias ortodoxas y católicas orientales colocar una pequeña alfombra delante del sacerdote para que, cuando los fieles reciban la Sagrada Comunión, lo hagan de pie sobre ella. Si ocurre un accidente, el sacerdote consumiría lo que pudiera de lo derramado. La alfombra se retira y se elimina, normalmente quemándola.

 

DESPUÉS DE CAER

A pesar de estas salvaguardas, los accidentes en torno a la distribución y recepción de la Sagrada Comunión ocurren. Somos humanos. Puede ser la humedad que hace que las hostias se peguen, o un niño que le tira del brazo en el momento equivocado. Independientemente de cómo haya sucedido, la Iglesia tiene un protocolo establecido:

"Si se cae la Hostia o alguna partícula, recójase con reverencia; pero si se derrama algo de la Sangre del Señor, lávese con agua el lugar donde hubiere caído y, después, viértase esta agua en el 'sacrarium' (o piscina) colocado en la sacristía". (Instrucción General del Misal Romano, IGMR, #280)

La IGMR no aclara qué debe hacerse con la hostia una vez recogida.

El P. Edward McNamara, profesor de liturgia en la Universidad Pontificia Regina Apostolorum, respondió de esta manera: "Yo diría que, si la hostia permanece limpia, entonces el ministro o el comulgante deben consumirla directamente".

Añadió que si, por cualquier razón, la hostia se ensucia, "el proceso de disolver la hostia en agua puede utilizarse en condiciones especiales si una hostia se ha ensuciado gravemente. Una vez disuelta la hostia, se puede echar el agua directamente en la tierra o en el sacrarium".

Un sacrarium es un lavabo especial en la sacristía cuyas tuberías no están conectadas a la red de alcantarillado, sino que bajan directamente a la tierra.

Todas estas medidas preventivas y correctivas ponen de relieve nuestra enseñanza fundamental sobre el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Comments from readers

Charles Howard - 01/11/2023 11:14 AM
Thank you Dan for your article. In regards to the issue of what happens if particles of the Precious Body and Blood should fall, I would encourage all who read this to ask, what should we as the faithful do to receive Jesus? If more particles are falling because of the majority of us who receive on the hand, then that should be concerning. If less fall between the priest's hand and the tongue of the person, then I would recommend that we should examine what is more proper. Yes, the laws of gravity do exist, but I remember one saint whom I can't remember his name who said, "Be careful not to drop the Host". In addition, I would like to encourage all to ask, then, what is proper in how to receive our Blessed Lord to avoid any particles of the Sacred Host falling on the floor? I have no knowledge of 'experiments' that have taken place after 1970 on church floors and carpets to see if any particles were noticed. But if such visual experiments could have taken place, not just at the altars but also along walkways and towards the pews where the faithful travel, then this should be concerning if tiny fragments were seen in those areas. If this didn't happen before because of the way the Roman Rite Mass was prayed and how the faithful took the Eucharist, then I encourage then the return to taking the Eucharist on the tongue and that we should use the Communion plates.
alda bevans - 01/10/2023 06:36 PM
Very interesting article. I have seen a priest retrieve a fallen Host and eat it. I told myself if it ever happened to me that's what I should do. I have never heard of the sacrarium..thanks for this explanation
Valli Leone - 01/09/2023 11:25 AM
Thanks for the very insightful article. As a Eucharistic minister, this concern is always on my mind. When I pray about it, Jesus shows me that he is always present and is able to handle our foibles, including the dropping of his precious Body and Blood, which thankfully is a rare occurrence. Fear not! And this verse always comes to my mind: There is, therefore, no condemnation for us in Christ Jesus. Personallly, I would always consume the Host — the Lord, my Healer— regardless of any dirt or germs around Him Alleluia! ✝️⚓️💜

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