¿Papa versus dogmas?
Monday, September 27, 2021
*Fr. Eduardo Barrios, SJ
Los médicos tienen que sufrir con paciencia a quienes sin haber estudiado Medicina se atreven a diagnosticar enfermedades y proponer tratamientos. Algo parecido le sucede ahora a la gente de Iglesia. Abundan los diletantes que, encandilados por el Papa Francisco, se ponen a pontificar sobre el presente y futuro del catolicismo.
Algunos parecen más papistas que el Papa en cuanto a preocuparse por la Iglesia. El verdadero Papa no se preocupa en lo absoluto; simplemente se ocupa en servir a la Iglesia cumpliendo con los deberes de su ministerio petrino, consciente de que la Iglesia no está en sus manos; ni comenzó con él ni terminará con él. Es obra de Otro.
Algunos afirman que la Iglesia tiene que cambiar, pues desde su fundación el mundo ha experimentado gran desarrollo científico y tecnológico. Olvidan añadir que algo no ha cambiado, la naturaleza humana. Los humanos del siglo XXI son los mismos de siempre. Siguen siendo racionales, dotados de alma inmortal y con vocación a la comunión eterna con su Creador, estado beatífico que se alcanza con el recto ejercicio del libre albedrío bajo el soplo de la gracia divina. Hay quienes dicen "lo que ayer era cierto, hoy es falso". Eso será así en ciertos campos del saber, pero no en lo humano. De aceptar ese postulado, se caería en la dictadura del relativismo que tanto deploraba el Papa Benedicto XVI.
Dicen ciertos opinantes que el Papa debe liberarse de toda una "telaraña de dogmas". Pues ni hay telas ni hay arañas. Más bien puede demostrarse que las definiciones dogmáticas escasean. Casi todas se refieren a la Cristología (Concilio de Calcedonia, año 451) o a la Mariología, como la Maternidad Divina (Concilio de Éfeso, año 431), la Inmaculada Concepción (Beato Pio IX, año 1854), y la Asunción de la Virgen María (Pío XII, año 1950). Éste último es el único dogma definido desde que el Concilio Vaticano I proclamó la infalibilidad del Papa en materia de fe y moral cuando habla "ex cathedra"(año 1870). Se ve que los Sumos Pontífices no han juzgado necesario ejercer frecuentemente ese carisma. Basta habitualmente con el magisterio ordinario.
La Iglesia suele limitarse a explicar, con diferentes grados de sofisticación teológica, la fe a partir del Credo, a inculcar la Moral en base a los Diez Mandamientos, y a celebrar el culto con los Siete Sacramentos; a éstos se añadiría la Liturgia de las Horas y las devociones como el Rosario, el Vía Crucis y las novenas. Eso lo hace renovadamente en sintonía con la cultura y las inquietudes de cada momento histórico.
Otro prejuicio muy manido es señalar que las enseñanzas de la Iglesia "son inadmisibles para el ser humano del siglo XXI". ¿En qué siglo viven, pues, los millones de creyentes que hoy profesan fervorosamente la fe, la moral y el culto católicos?
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