La Comunión en la mano o en la lengua
Monday, June 14, 2021
*Dan Gonzalez
El coronavirus ha alterado la forma de celebrar la misa. Una muestra de ello es la colocación de cinta en uno de cada dos bancos para marcar dónde uno se puede sentar y la obligación de que los feligreses tengan puesta la mascarilla.
También se ha revisado la distribución de la Comunión. Para aumentar la distancia entre los comulgantes, las filas de lado a lado han dado paso a filas individuales en una sola dirección y la cinta a lo largo del pasillo marca la distancia requerida de seis pies. Como era de esperar, se ha retirado el cáliz a los laicos. El celebrante, sin embargo, DEBE comulgar bajo ambas especies.
Pero lo que se ha mantenido en muchas parroquias es la opción de recibir la Eucaristía en la lengua. Es decisión de cada uno recibir la hostia en la mano o en la lengua, ya que ambas son opciones en los Estados Unidos.
El modo de recibir la Comunión ha variado, y tanto las Escrituras como la historia litúrgica aportan pruebas de que las opciones actuales son dignas, aptas para ofrecer a Dios devoción y adoración.
RECIBIRLA EN LA MANO
Si nos fijamos en la primera misa —la Última Cena— para ver cómo se daba la Comunión, encontramos que Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y dijo a sus discípulos: "Tomen; esto es mi cuerpo". (Marcos 14, 22)
Podemos suponer con seguridad que lo tomaban con las manos. Cuando la naciente Iglesia compartía el pan en sus casas, se cree que seguían estas mismas prácticas y lo recibían en sus manos. "Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia, a la fracción del pan y a las oraciones." (Hechos 2, 42)
Muchas de las primeras descripciones de la Eucaristía fuera de la Biblia describen la recepción de la Comunión en la mano:
"Dime, ¿elegirías venir al Sacrificio con las manos sin lavar? No, supongo que no. Pero preferirías no venir en absoluto, que venir con las manos sucias. Y entonces, tan escrupuloso como eres en este pequeño asunto, ¿vienes con el alma sucia, y así te atreves a tocarla? Y sin embargo las manos la sostienen sólo por un tiempo, mientras que en el alma se disuelve por completo". (San Juan Crisóstomo, Homilía 3 sobre Efesios, 347-407 AD)
"Los sacramentos son santos por ser de quien son, pero llevan consigo premios si son tratados con dignidad y un castigo cuando se los trata indignamente. Y aunque no sean lo mismo los que tratan digna o indignamente los sacramentos de Dios, es uno solo el sacramento, sea tratado digna o indignamente, de tal suerte que no se hace él mejor ni peor, sino que sirve para la vida o la muerte de los que lo reciben". (San Agustín, Réplica a las Cartas de Petiliano, Libro 2, #88, 354-460 d.C.)
"'Qué necesidad tienes de la Eucaristía, pues aún no estás destinado a morir, ya que hablas tan alegremente con nosotros, como si gozaras de buena salud'. 'Sin embargo', dijo él, 'tráeme la Eucaristía'. Después de recibirla en su mano, preguntó si todos estaban en caridad con él, y no tenían ninguna queja contra él, ni ninguna disputa o rencor". (Beda el Venerable, Historia Eclesiástica del Pueblo de los Anglos, Libro 4, capítulo 24, 672-735 d.C.)
"Por lo tanto, si alguien quiere ser partícipe del Cuerpo inmaculado en el tiempo de la sinaxis, y ofrecerse para la Comunión, que se acerque, disponiendo sus manos en forma de cruz, y así reciba la Comunión de la gracia". (Concilio Trulano de Constantinopla, Canon 101, 692 d.C.)
RECIBIRLA EN LA LENGUA
Aunque la Iglesia primitiva recibía la Comunión en la mano, recibir la Eucaristía en la lengua se hizo más popular en el rito latino a partir de la Edad Media.
No está claro cuándo surgió esta práctica. En sus Diálogos, San Gregorio Magno relata que en el siglo VI, el Papa Agapito curó a un cojo y le administró la Comunión en la boca. "Bajó del altar, tomó al cojo de la mano, y en seguida, en presencia y a la vista de todo el pueblo, le devolvió el uso de las piernas; y después de ponerle el cuerpo de nuestro Señor en la boca, se le soltó la lengua, que hacía tiempo no hablaba". (San Gregorio Magno, Diálogos, Libro 3, capítulo 3)
Dado que el pasaje menciona explícitamente recibir la Comunión en la lengua, es probable que la práctica popular fuera distinta.
Hacia el año 878, el Concilio de Rouen decretó que "a ningún laico, hombre o mujer, sea dada la eucaristía en la mano, sino en la boca". Pero, al tratarse de un concilio provincial, los mandatos de Rouen no establecieron normas universales: esa potestad está reservada a la Iglesia de Roma.
En el documento Memoriale Domini, sobre el modo de administrar la Comunión, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ofrece esta breve historia de la Comunión en la lengua: "Andando el tiempo, después de estudiar más a fondo la verdad del misterio eucarístico, su eficacia y la presencia de Cristo en el mismo, bajo el impulso ya de la reverencia hacia este santísimo sacramento, ya de la humildad con que debe ser recibido, se introdujo la costumbre de que el ministro por sí mismo depositase en la lengua de los que recibían la Comunión una partícula del pan consagrado".
Esta práctica surgió debido a una mayor devoción a Cristo en el Santísimo Sacramento. Colocar la Eucaristía directamente en la lengua del comulgante disminuía la necesidad de que las manos del receptor estuvieran limpias, protegía la Eucaristía de ser llevada a casa por razones supersticiosas o de uso profano, y reducía la posibilidad de que las migas cayeran al suelo.
El miedo a dejar caer fragmentos del pan consagrado, profanando así la Eucaristía, parece haber sido la razón principal para la costumbre de recibir la Comunión en la lengua. Algunos sostienen que era porque la lengua se consideraba más noble y pura que las manos. Sin embargo, la Epístola de Santiago advierte del engaño de la lengua: "Animales salvajes y pájaros, reptiles y animales marinos de toda clase han sido y de hecho son dominados por la raza humana. Pero nadie ha sido capaz de dominar la lengua. Es un azote que no se puede detener, un derrame de veneno mortal". (Santiago 3, 7-8)
Y la interpretación de que sólo las manos ungidas de un sacerdote podían tocar la Eucaristía apareció más tarde. Santo Tomás de Aquino escribió en el siglo XIII que tocar el Santísimo Sacramento es propio sólo del sacerdote ordenado: "... porque por respeto a este sacramento ninguna cosa lo toca que no sea consagrada, por lo tanto los corporales como el cáliz se consagran, lo mismo que las manos del sacerdote, para poder tocar este sacramento. Por eso, a nadie le está permitido tocarle, fuera de un caso de necesidadcomo si, por ej., se cayese al suelo o cualquier otro caso semejante". (Suma teológica - Parte IIIa - Cuestión 82, 3)
En el siglo XVI, la norma universal de recibir la Comunión en la mano fue sustituida en la Iglesia occidental por recibir del sacerdote la Comunión en la lengua. Este fue el modo habitual en que los fieles recibieron la Comunión en la Misa durante los 500 años siguientes.
No fue hasta la década de 1960 que algunas conferencias episcopales solicitaron permiso a la Santa Sede para volver a colocar la hostia consagrada directamente en las manos de los fieles. El permiso para administrar la Comunión en la mano fue concedido por la Santa Sede a los Estados Unidos el 17 de junio de 1977 y desde entonces se ha convertido en la norma casi universal en la Forma Ordinaria.
Hoy en día, ambas formas de recibir la Comunión son lícitas y dignas. Recibir la Comunión en la mano o en la lengua son disciplinas litúrgicas, no dogmas. La Iglesia instruye que es el comulgante quien debe decidir el modo preferido. Ninguna es más o menos noble. Lo más importante es que el comulgante esté en estado de gracia y desee unirse a Cristo por medio de la santa Comunión.
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