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Permítanme adaptar a las circunstancias recientes un experimento mental que el teólogo Hans Urs von Balthasar propuso hace décadas:

Imaginemos que un amigo contrae un caso severo de COVID-19 y la medicina no puede hacer más por él. Los médicos nos lo informan a su madre viuda y a nosotros, así que nos reunimos con ella para la escena final en el drama de esta vida. Le quitan el respirador; el hombre se debilita por la falta de aire y susurra su último adiós. Oímos el estertor de la muerte. Entonces expira y adquiere la palidez propia del fallecimiento.

La funeraria prepara el cuerpo para su entierro. Con las oraciones apropiadas, depositamos a nuestro amigo en la tierra y, siguiendo el ejemplo de nuestros amigos judíos, arrojamos un terrón de tierra sobre su ataúd, que yace en las profundidades de la tumba abierta. La tumba se cierra y nos vamos a casa, tristes, quizás un poco desorientados, recordando el pasado de nuestro amigo e inseguros sobre nuestro propio futuro.

Dos días después, nuestro amigo se presenta de repente ante nosotros, como si acabara de regresar de un breve pero importante viaje. Nos saluda por nuestro nombre. Las barreras físicas, como las puertas, no significan nada para él.

¿Qué nos pasaría a nosotros?

Estaríamos aturdidos, incapaces de saber cuál es la reacción adecuada: ¿conmoción, miedo, alegría desbordante? Lo que está ocurriendo supera las fronteras de la experiencia y lleva las emociones al límite. La propia realidad parece estallar a nuestro alrededor. Nos preguntamos: ¿Esto puede ser real? Entonces nuestro amigo se nos muestra una y otra vez, íntegro y renovado. Nos explica las cosas como antes, come con nosotros, nos desafía a ser mucho mejor de lo que normalmente pensamos que podemos ser. Ahora parece vivir en otra dimensión de la existencia: completamente humano, pero mucho más radiante.

Si hoy nos ponemos en esa situación de forma imaginaria, empezamos a hacernos una idea de lo que vivieron los amigos de Jesús el domingo de Pascua y en el período transcurrido entre ese día explosivo y su despedida, 40 días después. Pero hay más. Porque, poco a poco, los que se encontraron con el Resucitado, y los que creyeron lo que sus amigos más cercanos decían de él, llegaron a comprender que el Rabí Jesús de Nazaret, ahora transfigurado, "verdaderamente era el hijo de Dios" (Marcos 15:39).

Un hombre había regresado de un viaje al reino de los muertos. La muerte, implacable en su finalidad, ya no tenía la última palabra sobre la condición humana. Lo que Dios había previsto para la humanidad "en el principio" (Génesis 1:1) había sido recuperado por el Hijo de Dios para todos los que creyeran en él y se adhirieran a su causa.

La historia, pues, les parecía ahora muy diferente a aquellos primeros creyentes. La historia ya no era un escenario de derrota personal definitiva. Llegaron a comprender que la historia, y nuestras historias personales, tocaban una melodía divina: la comunión eterna con el Creador, revelada en la Resurrección.

Lo que ocurrió el Domingo de Resurrección fue la experiencia más explosiva de la historia de la humanidad, que truncó todas las expectativas anteriores sobre el destino humano. Antes de la Pascua, algunos filósofos imaginaban un alma humana inmortal; ciertos judíos esperaban lo que llamaban la resurrección de los muertos al final de la historia. Pero nadie esperaba esto. Porque el Resucitado no era un espíritu incorpóreo ("Tóquenme y fíjense bien que un espíritu no tiene carne ni huesos como ustedes ven que yo tengo" - Lucas 23,39), y el Resucitado estaba vivo en la historia, de modo que ésta continuaba en una clave transformada.

Los primeros testigos de la Resurrección eran todos judíos, y las maneras dramáticas en que cambiaron estos primeros cristianos son un testimonio elocuente de la naturaleza extraordinaria de su experiencia del Resucitado. El sábado había sido sacrosanto; ahora había un nuevo "Día del Señor", el Día de la Resurrección. Antes esperaban que al "final de los tiempos" bajara el telón de la historia y comenzara el Reino de Dios; ahora, entendían lo que Jesús había querido decir cuando les enseñó que "el Reino de Dios está en medio de ustedes" (Lucas 17:21): podían vivir la vida del Reino, la vida en unión con Dios, aquí y ahora, a través de la comunión con el Señor Jesús en la Eucaristía.

Y su comprensión de sus responsabilidades cambió. Lo que habían experimentado exigía ser proclamado y compartido, ya que entendían todas las implicaciones del mandato de Jesús: "Ustedes lo recibieron sin pagar, denlo sin cobrar" (Mateo 10:8). Debían ofrecer la amistad con el Resucitado "a todas las naciones" (Mateo 28:19).

La explosión pascual creó una comunión de discípulos en misión. Nosotros somos sus herederos. Podemos llevar la luz a un mundo oscurecido si creemos con la intensidad con la que ellos lo hicieron.

Comments from readers

Gustavo - 04/09/2021 02:09 AM
von Balthasar is a heretic who thinks “we have a reasonable hope that all men are saved” He even thinks Judas is saved . The man is spiritual poison who’s name should never mentioned in the Church.
Jose Ignacio Jimenez - 04/05/2021 01:51 PM
Thank you for the excellent article. I wouldn't consider the dimension that the Risen Christ was living in to be "more" human, but rather more dispossessed of the limits of His humanness and more divine - and as you eloquently characterized it, radiantly more so. I believe many have embraced the fire of "explosion" of the resurrection like the apostles did, including their willingness to accept the crown of martyrdom (ALL the disciples died a martyrs death except Judas who committed suicide and St. John who died of natural causes). Today we find faithful Catholic brothers and sisters that have given up their lives rather than renounce the Faith. The last sentence in your article sums it perfectly: "The Easter explosion created a communion of disciples in mission. 'We are their heirs. We can bring light to a darkened world if we believe with the intensity they did.' "
Dolores Hanley McDiarmid - 04/05/2021 12:01 PM
Happy Easter George! Thank you for your thoughtful Easter article with a creative perspective. I enjoyed it very much.
Sister Lidia Valli - 04/05/2021 11:54 AM
Thank you for adapting to our time the "explosive experience" of the Resurrection. May we, "heirs" of the disciples, be able to witness this explosive joy in our life. Thank you.

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