La Anunciación y la acogida de la nueva vida
Monday, March 22, 2021
*Rebecca Marrie Brady MSW
Al celebrar esta semana la solemnidad de la Anunciación del Señor, dediquemos un momento a reflexionar sobre lo que ocurrió en este gran acontecimiento, y qué mensaje tiene para cada uno de nosotros. Leemos en el Evangelio de Lucas que:
- Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo". Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. [...] María respondió al ángel: "¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?" El ángel le respondió: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. [...] Dijo María: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra". Y el ángel dejándola se fue". (cf. Lucas 1,26-38)
Así, a través del "SÍ" de María, recibimos el don de la Encarnación de Cristo. ¿Qué puede enseñarnos hoy este acontecimiento de la historia de la salvación? Dado que soy la directora del Ministerio del Respeto a la Vida, y que es el Año de San José y el Año de la Familia, permítanme utilizar las exhortaciones apostólicas Custodio del Redentor (Redemptoris Custos) del Papa Juan Pablo II, y La Alegría del Amor (Amoris Laetitia) del Papa Francisco, para arrojar luz sobre el mensaje pro vida de la Anunciación para nosotros hoy.
En Custodio del Redentor, el Papa San Juan Pablo II habla de las anunciaciones paralelas del Ángel a María y José:
- María con el paso de los días y de las semanas se manifiesta ante la gente y ante José "encinta"… A la vista de esto "su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto" (Mt 1, 19), pues no sabía cómo comportarse ante la "sorprendente" maternidad de María. Ciertamente buscaba una respuesta a la inquietante pregunta, pero, sobre todo, buscaba una salida a aquella situación tan difícil para él.
- Por tanto, cuando "reflexionaba sobre esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: 'José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados'" (Mt 1, 20-21).
- El mensajero divino introduce a José en el misterio de la maternidad de María. El mensajero se dirige a José como al "esposo de María", aquel que, a su debido tiempo, tendrá que imponer ese nombre al Hijo que nacerá de la Virgen de Nazaret, desposada con él. El mensajero se dirige, por tanto, a José confiándole la tarea de un padre terreno respecto al Hijo de María.
- "Despertado José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer" (cf. Mt 1, 24). Él la tomó en todo el misterio de su maternidad; la tomó junto con el Hijo que llegaría al mundo por obra del Espíritu Santo, demostrando de tal modo una disponibilidad de voluntad, semejante a la de María, en orden a lo que Dios le pedía por medio de su mensajero.
- De este misterio divino José es, junto con María, el primer depositario. Con María —y también en relación con María— él participa en esta fase culminante de la autorrevelación de Dios en Cristo, y participa desde el primer instante. [...] José es el primero en participar de la fe de la Madre de Dios, y que, haciéndolo así, sostiene a su esposa en la fe de la divina anunciación. (cf. Redemptoris Custos, párrs. 2-5)
Por eso, ambas anunciaciones del Señor a María y a José pueden servirnos como ejemplo de la obediencia de fe a la que todos estamos llamados. Pero, además, estos anuncios divinos a María y a José revelan que Dios quiso realizar la Encarnación por medio de la familia.
- En el momento culminante de la historia de la salvación, cuando Dios revela su amor a la humanidad mediante el don del Verbo, es precisamente el matrimonio de María y José el que realiza en plena "libertad" el "don esponsal de sí" al acoger y expresar tal amor. "En esta grande obra de renovación de todas las cosas en Cristo, el matrimonio, purificado y renovado, se convierte en una realidad nueva, en un sacramento de la nueva Alianza. Y he aquí que en el umbral del Nuevo Testamento, como ya al comienzo del Antiguo, hay una pareja. Pero, mientras la de Adán y Eva había sido fuente del mal que ha inundado al mundo, la de José y María constituye el vértice, por medio del cual la santidad se esparce por toda la tierra. El Salvador ha iniciado la obra de la salvación con esta unión virginal y santa, en la que se manifiesta su omnipotente voluntad de purificar y santificar la familia, santuario de amor y cuna de la vida".(cf. Redemptoris Custos, párr. 7)
Por otra parte, en La Alegría del Amor, el Papa Francisco habla de la familia "como el escenario en el que no sólo nace una nueva vida, sino que se acoge como un don de Dios". Y así como la noticia del plan de Dios llegó a María y José en un momento que parecía inoportuno, creando una situación en apariencia no ideal, nuestro Santo Padre nos ofrece una guía para la actualidad:
- Si un niño llega al mundo en circunstancias no deseadas, los padres, u otros miembros de la familia, deben hacer todo lo posible por aceptarlo como don de Dios y por asumir la responsabilidad de acogerlo con apertura y cariño. Porque "cuando se trata de los niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos será considerado demasiado costoso o demasiado grande… El don de un nuevo hijo, que el Señor confía a papá y mamá, comienza con la acogida, prosigue con la custodia a lo largo de la vida terrena y tiene como destino final el gozo de la vida eterna. Una mirada serena hacia el cumplimiento último de la persona humana, hará a los padres todavía más conscientes del precioso don que les ha sido confiado. En efecto, a ellos les ha concedido Dios elegir el nombre con el que él llamará cada uno de sus hijos por toda la eternidad". (cf. Amoris Laetitia, párr. 166)
Nos pide que "pensemos cuánto vale ese embrión desde el instante en que es concebido" e indica que, "para un matrimonio cristiano, aparece necesariamente el bautismo. Los padres lo preparan con su oración, entregando su hijo a Jesús ya antes de su nacimiento". (cf. Amoris Laetitia,párrs. 168-169)
A los padres que sienten que "su niño no llega en el mejor momento", les exhorta a "pedirle al Señor que los sane y los fortalezca para aceptar plenamente a ese hijo, para que puedan esperarlo de corazón". A continuación, explica que:
- Es un ser humano, con un valor inmenso, y no puede ser usado para el propio beneficio. Entonces, no es importante si esa nueva vida te servirá o no, si tiene características que te agradan o no, si responde o no a tus proyectos y a tus sueños. Porque "los hijos son un don. Cada uno es único e irrepetible [...] Se ama a un hijo porque es hijo, no porque es hermoso o […] porque piensa como yo o encarna mis deseos". (cf. Amoris Laetitia, párr. 170)
Si bien esto puede ser una llamada de atención aleccionadora para nosotros en medio de una sociedad tan individualista, el Santo Padre ofrece las siguientes palabras de aliento:
- A cada mujer embarazada quiero pedirle con afecto: Cuida tu alegría, que nada te quite el gozo interior de la maternidad. Ese niño merece tu alegría. No permitas que los miedos, las preocupaciones, los comentarios ajenos o los problemas apaguen esa felicidad de ser instrumento de Dios para traer una nueva vida al mundo. Ocúpate de lo que haya que hacer o preparar, pero sin obsesionarte, y alaba como María: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su sierva" (Lc 1,46-48). (cf. Amoris Laetitia, párr. 171)
Que nuestra Madre Santísima, junto con San José, Custodio del Redentor, ruegue por nosotros, para que también nosotros nos convirtamos en familias santas que acojan el don de la VIDA con una generosidad y una alegría cada vez mayores.
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