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Seguramente la mayor importancia del Adviento, la Navidad y la Epifanía radica en la virtud de la esperanza. Se trata de la confianza más absoluta, no sólo en la certeza de lo que se espera, sino en la fuerza de la palabra del que es autor de la promesa. La esperanza es la fuerza oculta y transformadora que movió a todas las figuras que arman el gran misterio de la Navidad; porque, sin entenderlo demasiado, la joven doncella nazarena accede a los planes que le comunica el celeste mensajero.

Las preguntas de María no se refieren al “qué”, sino al “como”; una curiosidad que queda resuelta cuando Gabriel aclara que todo será obra de Dios, del poder del Altísimo. “De él nada me asombra” ... estoy totalmente disponible a la acción de su palabra, “hágase en mi según has dicho”. La jovencísima mujer refleja una enorme madurez en la comprensión del misterio divino; insondable e incomprensible desde la óptica humana, pero claro y transparente para el que sabe poner su confianza en Él.

No fue así en la fallida “anunciación” al anciano Zacarías. El celeste mensajero que ha interrumpido la faena del sacerdote, no sólo lo ha descolocado en medio del preciso y minucioso ritual de la ofrenda de la tarde, sino que le anuncia la fecundidad de su estirpe en el vientre seco de Isabel, su esposa.  Y, Zacarías, que no solo por oficio y por tradición debe conocer al dedillo que toda la historia de su pueblo está anclada en la historia de Abrahán, viejo y seco como él, que es capaz de llenar de vida el vientre de Sara, no cree posible que el poder del Señor pueda repetirse en el seno de su familia. Se quedará mudo, un gran insulto para un israelita, pues tendrá que ser Isabel, su mujer, la que hablará en nombre suyo de ahora en adelante. En vez de poner toda su confianza en el Señor Dios de Israel, y actuar en consecuencia, Zacarías busca criterios y seguridades humanas por encima de las propuestas de la Palabra de Dios.

En el silencio de la fría noche de los campos de Belén, un clamor de ángeles despierta de su modorra a un pequeño grupo de pastores que guardaban su rebaño de los lobos y sobre todo de los ladrones. Sin diálogo alguno, desde su simpleza son capaces de confiar en aquel anuncio inexplicable y en consecuencia salir a comprobar un signo que ha llegado de lo alto: un pequeño niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre, un pobrísimo y vulgar comedero para el ganado. No han escuchado nada de tronos, de palacios o de extraordinarios lujos y riquezas, lo propio de un rey de Israel, sino todo lo contrario. Sin embargo, han confiado en la palabra recibida, han reconocido en ella el sonido de Dios y han sellado su esperanza con el dulce color de la alegría y el entusiasmo.

Tres ilustres astrónomos han descubierto en la noche de Babilonia el inesperado fulgor de una estrella nueva, fuerte y brillante que en la constelación de Aries  brilla con un extraordinario resplandor. Convencidos, como todos los de su época, de que al nacimiento de cada ser humano estaba acompañado por la aparición de una nueva estrella en el cielo, (todavía hoy se dice “nace una estrella” o “se apagó su estrella”) intuyen que alguien muy importante ha nacido en Israel, (cuyo signo astrológico es Aries, el cordero); seguramente el recién llegado es su rey, y se ponen en camino para comprobarlo. Algo totalmente inexplicable, ya que, comparado con el imperio babilónico, Israel era una franja insignificante, un reino sin poder ni autonomía. Para llegar a él había que emprender un viaje muy largo y peligroso, para el que necesitaban llevar grandes provisiones, sirvientes, soldados, animales, etc. Un desplazamiento sólo justificado por la fuerza, el valor y la determinación de aquella luz que los “magos” han visto en medio de la noche.

Para quién ha visto la luz de Cristo, todo se transforma de manera radical e inexplicable. Sin entender, sin conocer el final del camino ni sus dificultades, es capaz de andar sólo con la fuerza de su palabra, como los amigos de Emaús que al reconocer a Cristo en la fracción del pan son capaces de desandar el camino a Jerusalén, en plena oscuridad de la noche, sin ver las piedras ni los escollos, iluminados por dentro con la fuerza de la palabra que es luz y fuente de confianza inagotable.

Al recorrer el Adviento y la Navidad, la Iglesia nos invita a confiar en la Providencia de Dios, aún sin comprender ni entender, porque sólo cuando todo acabe y veamos a Dios, cara a cara, todo alcanzará su completo sentido.

Comments from readers

Valli Leone - 12/29/2020 08:46 AM
Way to go, Rogelio! Once again, you have hit the ball out of the park! This season of light, love and joy continues to encourage us to keep moving forward and to never look back. The greatest of adventures are ahead for those who embrace the message of salvation and the baptism of the Holy Spirit. Here we are, Lord; we come to do your will. Thank you, Jesus, for healing your people, your Church, this Nation and the world from all that attempts to keep us in darkness. We rejoice, for our Light has come! Alleluia! 🔆🎄🔆
Donna S Holt - 12/28/2020 01:24 PM
True Christmas Blessings! This is a gentle reminder that we are to trust in the Lord always.
Neida D Perez - 12/28/2020 01:16 PM
In the meantime, I place great hopes in the Restorative Justice Circles promoted by some in our Church. They remind me of my favorite Matthew 25:40. Whatsoever you do...All I have is the present to answer the call to be a missionary disciple.
Efrain Sora - 12/28/2020 11:39 AM
Excellent portrayal of the Annunciation and the Birth of our Savior. Trust in the Lord, that is all that we need to carry us through life. And in the end, when we are face to face with our Creator everything will reach its full meaning. Wonderfully said!
Maria Maguire - 12/28/2020 11:11 AM
BEAUTIFULLY SAID, ROGELIO! MAY THE LIGHT OF CHRIST SHINE OVER THE WORLD IN DARKNESS IS OUR PRAYER! BLESSED 2021 TO YOU AND ALL IN THE ARCHDIOCESIS!
VICTOR MARTELL - 12/28/2020 10:56 AM
Que final tan real de este article "Cuando todo acabe y veamos a Dios cara a cara" entonces se nos aclararán tántas dudas y tantos misterios que desconocemos del porqué de las cosas. Felicidades Rogelio muy buenas estas aclaraciones

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