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Historia de la celebración eucarística XIV


Los periodistas que han llegado de todos los medios de comunicación contemplan asombrados el largo desfile de más de 2,500 padres conciliares que en ordenada procesión ingresan solemnemente a la gran basílica de San Pedro. Las blancas mitras le sugieren a alguno un mar de velas o un revolotear de palomas o un signo del Espíritu Santo que irrumpe una vez más en su Iglesia para ponerla en marcha hacia los tiempos que se avecinan.

El anciano pontífice, san Juan XXIII, contra viento y marea, había logrado movilizar las viejas estructuras de la Iglesia para reencontrar los caminos siempre actuales y vivos del Evangelio de Cristo. Quería el pontífice abrir las ventanas de la Iglesia al huracanado viento del Espíritu para que arrancara el polvo y las telarañas que los siglos habían depositado sobre el hermoso rostro de la esposa de Cristo.

Fue el Concilio una tarea difícil, impulsada por Juan XXIII y concluida por Pablo VI, en la que participaron 2,625 obispos, con un gran número de asesores, especialistas, observadores, etc. Quería el Concilio llevar a la Iglesia a una renovada forma de actualizar el Evangelio, entendiendo el culto divino como una obra de todo el pueblo de Dios, al promover la participación plena, activa y consciente de toda la comunidad creyente y reconocer que son los bautizados el fundamento de la realidad e la Iglesia.

La constitución sobre la Sagrada Liturgia, “Sacrosanctum Concilium”, fue promulgada el 4 de diciembre de 1963 por el papa Pablo VI y marcó de alguna manera el tono de los restantes documentos promulgados por el Concilio. De un total de 2,152 padres conciliares, recibió la aprobación de 2,147, con un voto nulo y cuatro en contra. Los padres del concilio reafirmaron que la liturgia es ante todo la celebración del Misterio Pascual de Cristo, un culto sacramental e incarnacional porque “los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del ser humano”.

Para ello, por el sacramento del bautismo, todos estamos llamados a participar plena, activa y conscientemente de las celebraciones litúrgicas. Se redescubre que la liturgia es el centro que llama a la unidad a toda la acción eclesial porque “es la cumbre a la cual tiende toda la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo el manantial de donde brota toda su fortaleza”. Así la liturgia espera que todos los fieles se integren en la acción celebrativa de la comunidad para participar en la acción sagrada, como manifestación de la misma naturaleza comunitaria del culto católico.

Para lograr esa participación activa de todos los bautizados, el Concilio decidió aprobar la traducción de los textos litúrgicos a las lenguas vernáculas, así como su empleo en toda la comunidad eclesial; se aumentó el número de lecturas bíblicas, tres cada domingo, y se recuperó el salmo responsorial. Para alimentar a los fieles con una mayor riqueza bíblica se dividió la lectura del Evangelio en tres ciclos de tres años. El Ciclo A, se escuchará la voz de Mateo, el B, la de Marcos y el C, la de Lucas. El evangelio de Juan queda distribuido e intercalado en los tres ciclos de los sinópticos. El leccionario ferial (días entre semana) se divide en dos años (par e impar) de dos lecturas cada día.

Da el Concilio gran importancia a la catequesis litúrgica (tanto para el clero, como para los laicos), con una sólida formación en los seminario; creación de institutos y centros litúrgicos; con oficinas y comisiones diocesanas de liturgia, como instrumento para fomentar y activar continuamente la renovación del culto divino y la mejor participación y entendimiento de la gran riqueza de la tradición orante de la Iglesia. Espera el Concilio que: “Los ritos deben resplandecer con una noble sencillez; deben ser breves, claros, debe evitarse las repeticiones inútiles; estar adaptados a la capacidad de los fieles y en general, no deben tener necesidad de muchas explicaciones”.

La Sacrosanctum Conciliumrestauró el proceso del Catecumenado, la celebración de todos los sacramentos, la centralidad del domingo, Día del Señor, y de todas las fiestas y solemnidades del calendario litúrgico, los ministerios otorgados a laicos, la estructura de la homilía, la recuperación de la concelebración y de la oración de los fieles, la comunión bajo las dos especies y en la mano y la Liturgia de las Horas.

El deseo del Concilio Vaticano II fue que la Constitución de la Liturgia sirviera para acrecentar la vida espiritual del pueblo de Dios; un camino largo y una meta extraordinaria que ha quedado como tarea permanente y diaria de toda la Iglesia.

Comments from readers

Michael Kramer - 12/03/2020 10:29 PM
While there is much more to address than what I will about this post I'll limit myself to a few major points. I am a bit bewildered by the notion that the Holy Spirit spoke through the Second Vatican Council (He did) but the notion that it had been some time since that had happened is quite a remarkable statement since the church was only a few years removed from a Dogmatic definition and less than century removed from Vatican I. The Holy Spirit spoke then too, I assure you. The extent that we frame our spirituality and our faith to others as being entirely up-ended to reflect the early church through a Council in the 1960s is the extent to which we remove ourselves from our entire patrimony. I am grateful to the calls of the Council for full, conscious and active participation. This notion has helped me participate not just according to the rites of Paul VI but also in the Old Mass. What followed the Council liturgically at the parish level often had nothing to do with what the Council said or even the decrees of Paul VI that followed, such that many liturgies were "hard to bear" (Benedict XVI). I'd contend that Sunday and the centrality of this day in the life of a Christian has absolutely fallen apart since Sacrosanctum Concilium not because of it but in spite of it. The centrality of Sunday was not at all in question before the 1960s. Entire towns would close businesses to observe it. To be clear, many octaves and feasts were set aside in the Missal of Paul VI and much of the calendar in the ordinary form is formed by optional memorials. Communion in the hand absolutely was not decreed, considered, or even mentioned in the texts or debates of Vatican II. It came years later, often in spite of manifest disobedience to the way Rome intended to concede it in rare circumstances and under specific conditions. The current communion rite is nearly unbearable in most places. This needs to be addressed by tapping our tradition rather than false antiquarianism
Martin Lopez - 11/30/2020 04:46 PM
I am saddened by the unintended consequences of Vatican II. Liturgical reverence and beauty have nearly disappeared. Sacramental art and architecture have been stripped of their beauty and of their didactic power. Seminary formation declined. Bishops engage in dialogue with unrepentant public sinners and don’t reprimand those who cause scandal. Those who love the traditional liturgy are often seen as extremists. I’m sad when people criticize the Tridentine Mass without understanding anything about it. The triumphalism of those who demean the pre Vatican II church rings very hollow to me. I attend the Novus Ordo by the way and the liturgy itself is not uplifting especially when priests improvise. Would that the Tridentine Mass be widely available! Would that bishops spoke courageously and confidently. Vatican II Iwas far from a triumph in Salvation History.
Rafael María Calvo Forte - 11/30/2020 11:00 AM
Lo viví intensamente. Pido a Dios que se mantenga viva la liturgia de Vaticano II. Que no haya involución, como tampoco excesos. Ambas cosas he visto y me duelen. El: celebrar la misa sobre el césped con un alimento ( no pan) y una bebida ( no vino)...! Y caritas que nunca vieron la misa tridentintina, juntando los dedos, multiplicando las cruces sobre las especies sacramentales, albas de encajes, bonetes y en algún lugar ( esto último no le he visto) misa de espalda al pueblo, Entonces me pregunto: dónde quedó Vaticano II?
Valli - 11/30/2020 10:54 AM
Thanks so much, dear Rogelio, for this excellent historical article on the Second Vatican Council, which I have always treasured in my heart as one of the greatest moves of the Holy Spirit in our contemporary Catholic Church. The gates of hell will not prevail against Her! Alleluia! This we decree and declare by the blood of Jesus Christ. His word is trustworthy and true! Happy, Holy Advent to all of my brothers and sisters in the Archdiocese of Miami and everywhere! JESUS NEVER FAILS! As we deck the halls, let us never forget to also decorate our hearts with prayer, praise, the Word of God and the Eucharist. They will know we are Christians by our love! ❤️🎄❤️
Neida D Perez - 11/30/2020 10:48 AM
"...should not require much explanation..." I have been thinking about the "pictures" in the cathedrals of Europe. Today, with the information explosion, people seem to say, "just give me the main idea, the center." Not exactly the same, but close.

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