La conciencia no es una placa tectónica
Monday, October 14, 2019
* Br. Jay RIVERA FFV
Enfrentamos propuestas recientes para extender por cualquier motivo el acceso al aborto hasta el momento del nacimiento. Para algunos legisladores, si un niño nace vivo después de un intento de aborto, es justificable permitir que muera. Es decir, no proporcionarle ninguna asistencia médica para salvarle la vida.
Hay algunos legisladores y políticos católicos que apoyan el aborto sin restricciones. Cuando se les pregunta sobre su fe católica, suelen responder afirmando que la Iglesia católica respeta la primacía de la conciencia y, en su conciencia, no están cometiendo un pecado. Para justificar esta posición, se apoyan en los documentos del Vaticano II. Otros afirman que su fe está separada de su política, porque su fe es personal y su posición política sobre el aborto es dictada por los votantes. Lo peor de esto es que muchos votantes escuchan o leen las declaraciones de estos políticos y asumen que el político sabe de lo que habla. Nada está más lejos de la verdad.
En primer lugar, la primacía de la conciencia expuesta en los documentos del Vaticano II debe entenderse de manera coherente con la tradición católica. Es decir, con lo que la Iglesia siempre ha creído sobre la conciencia. Ni el Vaticano II ni ninguna otra autoridad ha dicho que cada persona tiene el derecho de determinar lo que está bien y lo que está mal. Ese mismo pensamiento es una receta para la anarquía.
La primacía de la conciencia significa que nadie tiene autoridad para imponer sobre un individuo alguna acción o ideología que sea inconsistente con una conciencia bien formada, aquella que se adhiere a lo que el Evangelio y la Iglesia han proclamado como correcto e incorrecto.
Un católico cuya conciencia es contraria a lo que la Iglesia siempre ha creído y enseñado sobre el derecho a nacer está actuando con una conciencia sin educación que no conoce los principios de su fe, o con una conciencia “conveniente” que le permite ser electo para el servicio público. Esto presenta la pregunta: ¿es una persona honesta? ¿Quiero a alguien cuyas convicciones morales sean moldeadas por sus electores? Los electores cambian. Se suscriben a una cosa hoy y mañana a otra. Muchos eligen lo que les conviene y otros no están conscientes sobre lo correcto o incorrecto de su elección.
Cualquier político guiado por un conjunto de valores tan cambiante es uno que no respeta los valores absolutos. Él o ella cree que lo correcto y lo incorrecto dependen del individuo, no de una ley natural o moral absoluta. En tal caso, una persona que roba no debe ser condenada por sus acciones, porque su conciencia justifica el robo o porque no sabe que robar es inmoral.
Los individuos que alegan ser católicos, pero apoyan y creen que las ideas y acciones contrarias a su fe son moralmente aceptables en la plaza pública, son desleales a la fe que afirman es una parte importante de sus vidas. Son deshonestos. Tienen dos caras. Para ellos, una cosa es absoluta en su casa. En el ámbito político, lo correcto y lo incorrecto no están determinados por la verdad absoluta, sino por la mentalidad popular. En lugar de pararse en terreno firme, estos políticos se paran sobre una placa tectónica flotante.
Cuando lo correcto y lo incorrecto están determinados por la modalidad, el término “absoluto” se vuelve obsoleto. Nada está bien o mal. Todo es relativo.
Los católicos fieles deben formar su conciencia de acuerdo con lo que la fe católica siempre ha creído, independientemente de lo que muchos católicos hagan o digan. La verdad católica es la verdad del Evangelio. La verdad del Evangelio no está determinada por las ideas y acciones de los hombres, ni siquiera de los que son clérigos o religiosos. Que el Padre N apoye el aborto no significa que tenga razón. El Padre N se está apartando de lo que la Iglesia siempre ha creído, y se ha convertido en un magisterio para sí mismo. Es un sacerdote infiel. Reciban los sacramentos de él, pero no sigan sus enseñanzas si son contrarias a la fe de la Iglesia.
Los políticos tienen la misma obligación que cualquier otro católico de ser fieles a las creencias arraigadas de la Iglesia católica. No pueden alegar ser personas de fe y ser desleales. Esto no quiere decir que los políticos católicos están imponiendo en el pueblo que representan sus creencias católicas en asuntos sobre el aborto o cualquier otra cuestión moral. Significa que representan a sus votantes con integridad, no una mente que cree una cosa hoy y otra mañana. Dichas personas no son dignas de confianza, porque no están en tierra firme. Más bien, se mantienen sobre placas tectónicas que se mueven al azar.
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