El tesoro de la oración
Monday, September 9, 2019
*Brother Richard DeMaria
Nota del editor: Tras su partida de la Arquidiócesis de Miami, el Hermano Richard DeMaria pasó seis años como misionero en África. En 2016 le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica (ELA), también conocida como “enfermedad de Lou Gehrig”. Esto es un fragmento obtenido de su blog mensual, “Journey to Death” (Viaje Hacia la Muerte), en el que relata su jornada de fe al aceptar esta enfermedad.
Recientemente tuve una gran decepción.
Durante muchos años, mi familia ha alquilado una casa en la costa por una semana en agosto. Últimamente, yo solo iba por un par de días. Compré una silla de ruedas con ese propósito específico. Pero este año no fui porque mi familia estaba preocupada por mi seguridad.
Surgieron varias opciones que me habrían permitido ir por un día, pero al final, después de discutirlo mucho con mi directora espiritual y otras personas, sentí que estaba imponiendo demasiado mi voluntad, y decidí quedarme en casa y participar todos los días en una llamada vía Skype.
La gente me pregunta cómo conservo mi tranquilidad en medio de esta enfermedad. En realidad, la mayor parte del tiempo estoy bien y mi deterioro no es tan avanzado: puedo ver televisión, dictar mensajes y estar al día con las noticias. No tengo dolor y me siento muy bien. De hecho, parece que mi deterioro se ha estabilizado.
Pero hay ocasiones cuando realmente me desanimo y siento lástima por mí mismo: cuando siento picor en la cara y no puedo rascarme; cuando no puedo alcanzar una tecla en el teclado de la computadora; cuando no puedo pasar la página de mi libro en la capilla.
Sin embargo, salgo de esos momentos breves al recordar los sufrimientos de mi maestro, Jesús. Además, en la piedad cristiana existe la creencia de que hay como un cofre del tesoro en la comunión de los santos al que cualquiera de nosotros puede contribuir y del cual cualquiera de nosotros puede tomar. Así que, en los momentos de desaliento, hago un depósito en ese tesoro, y cuando oro por amigos, hago un retiro de la cuenta.
Hace muchos años, mi primo recibió dinero inesperadamente. Un día, se sentó en el balcón de su casa y escribió cheques a familiares y amigos para que los usaran de la manera que quisieran. Cuando oro por las 70 personas en mi lista de oración, me siento como mi primo, escribiendo cheques contra la cuenta de la comunión de los santos.
Me parece que es una buena creencia porque me ayuda a pasar esos momentos de desánimo y da sentido a mi práctica de orar por la gente.
El mes pasado, hice una contribución enorme a ese tesoro al no poder reunirme con mi familia en la costa.
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