Hay que oponerse a la maldad
Monday, September 23, 2019
*Tony Magliano
“La maldad y la fealdad de nuestro tiempo acrecienta nuestro miedo a los ‘otros’, a los desconocidos, a los marginados, a los forasteros”, y así muchos migrantes que buscan una vida mejor terminan siendo objeto de esta maldad, expresó el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2019.
El Santo Padre advirtió que cuando permitimos que los miedos y las dudas condicionen “nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso racistas”, hay un problema grave. De esta manera, “el miedo nos priva así del deseo y de la capacidad de encuentro con el otro, con aquel que es diferente; nos priva de una oportunidad de encuentro con el Señor”.
Esta maravillosa idea de un verdadero encuentro con el Señor, y con todos los demás, es una de las grandes prioridades del Papa Francisco. Él trata de inspirarnos a edificar no barreras personales ni muros nacionales, sino una “cultura de encuentro”.
Se han difundido muchas mentiras sobre los migrantes y refugiados —que son asesinos, violadores y criminales de todo tipo. Pero numerosos estudios señalan lo contrario.
La gran mayoría es buena; son seres humanos decentes que pagan impuestos prácticamente sin disfrutar beneficios. Realizan los trabajos que la mayoría de los ciudadanos no harán, como la faena agotadora de recoger nuestras verduras y frutas, lavar platos y embellecer jardines. Además, agregan una vitalidad fresca a nuestros pueblos, ciudades y parroquias. ¡Nos necesitan y los necesitamos! De esto se trata la “cultura del encuentro” del Papa Francisco.
“El progreso de nuestros pueblos [...] depende sobre todo de la capacidad de dejarse conmover por quien llama a la puerta y con su mirada estigmatiza y depone a todos los falsos ídolos que hipotecan y esclavizan la vida; ídolos que prometen una aparente y fugaz felicidad, construida al margen de la realidad y del sufrimiento de los demás”.
En lugar de edificar la acogedora “cultura del encuentro” del Papa Francisco, varios países europeos, incluidos Bulgaria, Hungría, Eslovenia, Macedonia, Austria y Francia (financiado por el Reino Unido) han construido barreras para evitar la entrada de personas que huyen de los conflictos armados y la pobreza terrible (https://bit.ly/2Wymttf).
Y la determinación de la administración de Trump en los EE. UU. de alargar el muro en la frontera mexicana, y su política de “cero tolerancia” —la intensificación de aprensiones y detenciones de migrantes y refugiados que a menudo huyen de conflictos armados y de la violencia de las bandas de narcotraficantes, los juicios penales estilo “línea de ensamblaje” masivas, las sentencias de cárcel y la deportación hacia la violencia de la que huían los refugiados— está causando un sufrimiento incalculable.
He estado en la frontera entre Estados Unidos y México en el sur de Arizona, y he tocado “El Muro”, la barrera de acero de aproximadamente 25 pies de altura que impide que los mexicanos ingresen a los Estados Unidos. Parece y se siente impía. Miles de refugiados y migrantes han muerto al caminar lejos alrededor del muro y atravesar el implacable desierto de Sonora de Arizona.
Joanna Williams, directora de educación y defensa de la Iniciativa Kino para la Frontera, dirigida por católicos y ubicada cerca de la frontera en Nogales, México (www.kinoborderinitiative.org), me dijo que a los solicitantes de asilo los devuelven cuando tratan de entregarse al Sistema de Aduanas y Protección de Fronteras de los Estados Unidos en los puertos de entrada, y tienen que esperar durante muchas semanas o meses antes de tener la oportunidad de solicitar tan siquiera el asilo.
Lean en oración el mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado (http://bit.ly/JMMR2019). Es muy probable que les inspire a estar en contra de la maldad y a favor de nuestros hermanos y hermanas desesperados que llaman a las puertas de nuestras naciones rogando por la bondad cristiana.
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