Último testamento
Monday, April 15, 2019
*Brother Richard DeMaria
Tengo entendido que, en el pasado, una persona en su lecho de muerte reunía a sus amigos y familiares para distribuir sus bienes terrenales —su testamento— y luego ofrecer sus últimas palabras de consejo y sabiduría. Creo que de ahí se origina la palabra “testamento”, de “última voluntad y testamento”. Por lo tanto, imaginen que están alrededor de mi lecho de muerte mientras leen esto.
Mucha gente me pregunta cómo puedo permanecer tan positivo durante este tiempo de deterioro. Creo que se debe a mi fe. Por eso, intentaré compartir en este blog mi último testamento con ustedes. Para esta Cuaresma, me propuse una tarea: escribir mi último testamento tan claramente como pudiera. Intentar explicar lo que quiero decir: que la fe me permite permanecer tranquilo y gozoso mientras me acerco a la muerte. Es difícil porque, como he explicado en blogs anteriores, no tengo mucha confianza en la capacidad humana para expresar en palabras las cosas importantes de la vida. Por lo general, se distorsiona la realidad que intentamos transmitir.
¿Dónde empiezo? Tal vez en mi entendimiento de Dios. Sabemos que la única definición de Dios que podemos encontrar en el Nuevo Testamento es “Dios es amor”. Pero eso se queda corto porque el amor también es difícil de explicar. Entiendo que damos presencia a Dios en cualquier lugar donde las personas se acercan al prójimo, más allá de diferencias, tribus, nacionalidades, tradiciones y estilos de vida. Cuando eso sucede, hacemos presente a Dios.
Para mí, el reino de Dios del que habla Jesús vendrá a este mundo cuando todos los humanos comiencen a practicar la aceptación, la tolerancia y la inclusión. Por eso exhorto a quienes están alrededor de mi lecho de muerte a que luchen para vencer toda tendencia de excluir a “los otros”. Les aliento a que abran sus corazones a todos, incluso si son de una tribu o etnia distinta. Ellos harán presente a Dios.
Esto significa que necesitan dialogar con los demás y escuchar de verdad lo que cuentan sobre sus vidas. Estoy convencido de que, si en realidad escuchan, descubrirán que no son tan diferentes, y que son hermanos y hermanas. También les animaré a estar conscientes de que cada acto que tiende a excluir a los demás es obra del diablo, es un acto contra la venida del reino de Dios.
Estoy convencido de que, con su muerte y resurrección, Jesús introdujo la posibilidad de que los humanos amen de una manera más inclusiva. La muerte y la resurrección de Jesús fueron necesarias para lograrlo. Para mí, Jesús no tiene igual como maestro. Sus enseñanzas fueron obra de un místico y las tomo muy en serio, especialmente aquellas que van en contra del sentido común: presenten la otra mejilla, amen a su enemigo, perdonen 70 veces siete a quienes pequen contra ustedes. Es algo imposible en nuestra conciencia común, pero posible para quienes tienen conciencia del Jesús resucitado.
Entonces, ¿qué espero después de mi muerte? Ni el Nuevo Testamento ni la doctrina de la Iglesia tienen mucho que decir sobre eso. Sin esa orientación, creo que de alguna manera voy a compartir en la nueva conciencia del Jesús resucitado. Y creo que, de alguna manera que no entiendo, seguiré siendo Richard.
Tengo la esperanza de morir como un hijo fiel de la Iglesia católica romana. Aunque ese cuerpo de la iglesia de Jesús atraviesa desafíos muy difíciles en la actualidad, sigo creyendo que su doctrina brinda las mejores señales en el camino hacia la verdad. Me rompe el corazón ver a la Iglesia católica romana atravesar estas luchas recientes. Confío que, de alguna manera que no puedo vislumbrar, seguirá siendo una fuente de luz para el mundo.
Así que mi consejo para todos es que hagan todo lo posible por construir puentes y no muros entre ustedes y los demás, sin importar cuán diferentes les parezcan. Tengan los brazos bien abiertos, como lo hizo Jesús en la cruz.
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