Una iglesia p�blica, no una iglesia partidista
Monday, November 5, 2018
*George Weigel
Parece que la tentación de aliar a la Iglesia con un partido político particular y su programa es perenne. No resistir la tentación invariablemente conduce a problemas a nivel político y, más importante aún, evangélico. Así sucedió en el siglo XX en Quebec, Irlanda, España y Portugal. Ahora es un peligro en la Polonia del siglo XXI, donde varios obispos polacos han identificado los intereses públicos de la Iglesia con los del actual partido gobernante “Ley y Justicia”.
Me invitaron a dirigirme a varios grupos en Polonia en eventos que conmemoran el 40mo aniversario de la elección de Juan Pablo II, y pensé que era una buena oportunidad para hacer algunas advertencias al respecto, extraídas de la enseñanza del mejor hijo de Polonia, en estos términos:
“Según lo previsto por Juan Pablo II, la Iglesia del siglo XXI no era una Iglesia establecida ni una Iglesia partidista: no era una Iglesia que buscaba poner el poder estatal o los mecanismos de un partido político en particular tras sus afirmaciones sobre la verdad. Como escribió el Papa en la encíclica Redemptoris Missio, de 1990, ‘La Iglesia propone, no impone nada’. La Iglesia pide, y si es necesario, la Iglesia exige (como lo hizo bajo el comunismo) para poder hacer su propuesta evangélica en público; y la Iglesia reclama el derecho, como institución de la sociedad civil, a ser un colaborador enérgico en el debate público. Pero la Iglesia no busca un establecimiento legal, ni se alía con partido político alguno. El partidismo pone en peligro la independencia de la Iglesia y, lo que es más importante, el partidismo reduce el Evangelio a un programa político, lo que es, precisamente, una de las críticas que hizo Juan Pablo II sobre ciertas formas de la teología de la liberación latinoamericana.
“La Iglesia del siglo XXI tampoco fue descrita en la enseñanza de Juan Pablo II como una Iglesia privatizada, retirada de la plaza pública por su propia decisión, por la aplicación del poder estatal coercitivo, o por ambos.
“El catolicismo europeo se había acostumbrado durante mucho tiempo al establecimiento eclesiástico. Juan Pablo II sabía que esos días habían terminado. Y la alternativa al establecimiento eclesiástico no era una Iglesia privatizada ni una Iglesia aislada, ni una Iglesia partidista, sino una Iglesia pública: lo que Juan Pablo II llamó en RedemptorisMissio una iglesia que propone.
“Como lo enseñó explícitamente Juan Pablo II en su encíclica social más desarrollada,Centesimus Annus, esta Iglesia proponente trabajaría en público principalmente a través de las asociaciones libres de la sociedad civil, y no como un actor político. El catolicismo proponente y público del siglo XXI argumentaría; no buscaría elaborar políticas, aunque los argumentos que formuló sugerirían que algunas políticas eran más compatibles que otras con la libertad que se vive con nobleza, en solidaridad y por el bien común. La Iglesia proponente pública esbozada por el magisterio social de Juan Pablo II trabajaría en un nivel más profundo de la vida pública: el nivel de conciencia cultural y comprensión propia. La Iglesia, en otras palabras, sería el guardián de las verdades que hacen posible vivir bien la libertad”.
En una conversación con varios obispos polacos preocupados por el problema de que la Iglesia en Polonia fuera percibida como un actor político partidista, sugerí que, como modelo para su consideración, observaran el papel de los obispos de los Estados Unidos en las batallas pro vida de los últimos 40 años. En su promoción del derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural, los obispos estadounidenses han hecho, durante cuatro décadas, argumentos explícitamente públicos en los que cualquier persona razonable puede participar. En el debate sobre el aborto, han apelado a la ciencia (algo que sabemos por la biología y la genética básica es que la concepción humana nos produce un ser humano) y han recurrido a los principios racionales de la justicia (que la vida humana inocente merece la protección de las leyes). Con el tiempo, tales llamamientos, más los efectos del ultrasonido y otras tecnologías, han marcado una verdadera diferencia.
Y mientras que la causa pro vida se ha identificado principalmente con el Partido Republicano, los obispos de los Estados Unidos han exhortado consistentemente al Partido Demócrata a estar abierto a los candidatos pro vida en todos los niveles, incluso cuando los obispos han sido críticos de la política republicana en otras áreas. En otras palabras, los obispos han sido actores públicos, no partidistas, en el drama de la política estadounidense. Sugerí que era una lección de la que mis amigos polacos podrían aprender.
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